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¿Quién puede estar detrás de los ataques con drones a las refinerías saudíes?

Escalada en el Golfo Pérsico

Las milicias chiíes de Irak y los hutíes de Yemen pueden actuar como brazo armado de Teherán contra Arabia Saudí

AP

Los rebeldes hutíes de Yemen, las milicias chiíes de Irak o el Hizbulah libanés –presente en Siria y, según ciertas versiones, también en Yemen– tienen sus motivos para efectuar una operación de castigo en Arabia Saudí. El reino de los Saud es el enemigo geopolítico de Irán y de los chiíes, y el régimen de Teherán dispone de varias plataformas desde las que actuar de manera indirecta.

¿Por qué los hutíes?

Sigue siendo un misterio por qué los rebeldes hutíes de Yemen se atribuyeron el sábado el ataque múltiple a las instalaciones petrolíferas saudíes, y ayer, cuando ya en Occidente se descartaba su autoría, el portavoz hutí Yahya Sari insistía en que habían puesto en vuelo hasta diez drones: “Le aseguramos al régimen saudí que nuestra larga mano puede llegar donde queramos y cuando queramos”. Y añadía: “Advertimos a las compañías y a los extranjeros que no estén presentes en las instalaciones que fueron alcanzadas en los ataques porque aún están en nuestro radio de acción y pueden ser atacadas en cualquier momento”.

De algún modo, el portavoz no exageraba demasiado porque
los hutíes tienen la logística necesaria. Poco después de que Arabia Saudí lanzara su campaña yemení, a finales de marzo del 2015, con intensos bombardeos aéreos sobre objetivos tanto militares como civiles, los hutíes respondieron a base de misiles y dro-nes, capaces de llegar muy al norte del territorio saudí, y poniendo en aprietos a la defensa antiaérea del reino. Así, en el 2016 fueron interceptados tres misiles sobre La Meca. El 24 de diciembre el 2017, el palacio real de Al Yamana, en Riad, resultó alcanzado, mientras que el 4 de noviembre un misil dirigido al aeropuerto pudo ser interceptado con éxito. En el 2018, todos los misiles lanzados por los hutíes sobre las ciudades de Asir, Yazan y Riad fueron interceptados, y en lo que va del 2019 las defensas saudíes se han mostrado aún más eficaces, derribando dos drones en abril, seis drones en junio y seis misiles balísticos en agosto. Sin embargo, un ataque el 2 de julio contra
el aeropuerto de Abha, en el
sur del país, causó nueve heridos.

Los hutíes desarrollan sus propios drones y misiles –a copia de los iraníes– mientras que Irán e Hizbulah les proveen de armas, entrenamiento y logística. No está claro, sin embargo, hasta qué punto seguirían los dictados de Teherán, ya que se hasta ahora han remarcado su independencia desoyendo los consejos del régimen iraní.

¿Venganza desde Irak?

Si el ataque pudo ser lanzado desde Irak, las llamadas Milicias de Movilización Popular serían firmes candidatas a hacerlo. De hecho, fuentes de la inteligencia iraquí argumentaban ayer que, por la dirección en que llegó el ataque sobre Arabia Saudí, tuvo que deberse a ellas, y además con motivos. Entre julio y agosto pasados, cinco de sus bases fueron atacadas con drones que partieron, aparentemente, de Siria. Según dijeron entonces fuentes oficiales iraquíes bajo condición de anonimato, se trató de drones israelíes que utilizaron bases de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), bajo tutela estadounidense. Las operaciones, siempre según esta versión, también tuvieron a Arabia Saudí detrás: Thamer al Sabhan, ministro saudí para asuntos del Golfo, habría ofrecido a las FDS –formadas mayoritariamente por las milicias kurdas– financiación a cambio de usar sus bases para esos ataques.

Estas milicias chiíes, agrupadas bajo el nombre de Hashd al Shaabi, suman decenas de miles de hombres y están formadas por diversas brigadas; algunas tienen su origen en la ocupación estadounidense de Irak, otras son de nueva creación, a partir de la guerra contra el Estado Islámico. Unas más vinculadas a Irán que otras, tienen claros intereses políticos. En teoría deberían estar supeditadas a las fuerzas armadas iraquíes pero este proyecto ha fracasado, y se habla de serias tensiones entre ellas.

¿Nuevo aliado?

El clérigo Moqtada al Sadr, hasta ahora muy crítico con las milicias chiíes, realizó una insospechada visita a Teherán con motivo de la festividad chií de la Ashura y fue fotografiado el pasado 10 de septiembre junto al líder supremo iraní, Ali Jamenei, y el general Qasem Suleimani, líder de la fuerza de elite iraní Al Qods. Al Sadr había criticado recientemente el poder de las milicias y abogaba por un Irak menos dependiente de Irán. La visita ha dado lugar a distintas especulaciones: o bien acudió para seguir defendiendo su posición o ha vuelto a colocarse en la órbita de Teherán y el eje de la resistencia frente a EE.UU. e Israel. Moqtada al Sadr encabeza su propia milicia, desde los tiempos de la invasión de Irak.

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