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Macron sorprende al G7 con la llegada inesperada del ministro de Exteriores iraní

Cumbre del G7 en Biarritz

Las divergencias sobre Irán, Rusia y China emergen en cumbre de Biarritz

Trump niega que Macron tenga un mandato mediador con Teherán sobre el contencioso nuclear

Reunión de trabajo de los líderes del G7 en Biarritz: Donald Trump, Emmanuel Macron, Angela Merkel, Justin Trudeau, Boris Johnson, Donald TuskGiuseppe Conte y Shinzo Abe

Pool / Reuters

El ministro iraní de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, ha aterrizado este domingo en Biarritz, a dónde ha llegado en un avión privado a invitación del presidente francés, Emmanuel Macron. Fuentes de la televisión iraní, que difundieron la noticia, añadieron minutos después que Zarif no piensa mantener una entrevista con Donald Trump, como algunos medios han especulado.

Zarif ha acudido a Biarritz para entrevistarse con su homólogo francés, Jean-Yves Le Drian, y proseguir así los recientes contactos de alto nivel entre París y Teherán.

La presencia de Zarif en Biarritz, aunque sea al margen del G-7, es un gran golpe mediático de Macron, aunque no exento de riesgos porque podría interpretarse que se ha excedido en sus libertades como anfitrión y coloca a sus huéspedes en una situación algo incómoda.

La sorprendente visita llega en un momento en el que el presidente de la Casa Blanca y sus aliados europeos mantienen importantes divergencias sobre cómo gestionar el dossier iraní. Alemania, Francia y el Reino Unido defienden la vigencia del pacto alcanzado en su día, bajo la administración de Barak Obama, que vinculaba la paralización del programa nuclear iraní a cambio de abrir el mercado a las exportaciones de petróleo iraníes. Sin embargo, Trump denunció este pacto y ha impuesto un duro embargo comercial a Teherán que está castigando la economía iraní. El conflicto ha incrementado la tensión en el Golfo de Ormuz, por donde circula buena parte del crudo que se comercial en el mundo.

Zarif no piensa mantener una entrevista con Donald Trump, como algunos medios han especulado

La cortesía diplomática y las buenas intenciones ya no pueden ocultar las profundas divergencias entre los países del G-7 sobre cuestiones clave de la agenda internacional como el contencioso nuclear iraní, la relación con Moscú, la guerra comercial con China y la actitud ante el rearme de Corea del Norte. En la cumbre que se está celebrando en Biarritz han aflorado este domingo de modo visible esas diferencias, que separan sobre todo a Estados Unidos y al resto de miembros del club.

Un malentendido se produjo entre los anfitriones franceses y la Administración norteamericana a propósito de Irán. El Elíseo hizo saber de buena mañana que el presidente Emmanuel Macron había recibido el mandato de negociar con Teherán una solución al conflicto sobre su programa atómico. Era una noticia relevante. Poco después, el propio Donald Trump negó que le hubieran realizado el encargo a Macron, aunque valoró la intervención francesa, y añadió que Washington tenía su propia iniciativa. Más tarde el inquilino del Elíseo hubo de matizar que el G-7, como foro informal y sin estructuras operativas, no puede dar un mandato de esa naturaleza, y que los siete países soberanos que lo componen actúan cada uno por su cuenta, aunque lo más coordinados posible.

Macron hubo de matizar tras el desmentido de Trump que el G-7, como foro informal y sin estructuras operativas, no puede dar un mandato sobre el diálogo con Irán

Para minimizar el desencuentro sobre el asunto iraní, Macron recordó que todos en el G-7 comparten dos objetivos esenciales: que Irán no se dote de un arma nuclear y que se promueva la paz y la estabilidad en la región.

París, en efecto, lleva tiempo realizando contactos de alto nivel con Teherán para salvar el acuerdo nuclear del 2015, pese a la deserción estadounidense. Macron, según la tradición gaullista, aspira a que Francia continúe siendo una “potencia de equilibrio”, leal con sus aliados pero con la capacidad de hablar con todo el mundo y de actuar con autonomía.

Otro punto que aleja a Washington y a los otros integrantes del G-7 es la reincorporación o no de Rusia al foro, para que vuelva a llamarse G-8. Del asunto se habló durante la cena en el faro de Biarritz, en la noche del sábado. Rusia fue expulsada en el 2014, a raíz de la anexión de Crimea y del apoyo de Moscú a lo separatistas del este de Ucrania. Trump se mostró favorable a volver a dar una silla a la Rusia de Putin, pero otros se opusieron por considerar que es “demasiado pronto”.

La guerra comercial con China ha vuelto a ser protagonista hoy de la cumbre. En la entrevista entre Trump y el nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, éste trató de convencer a su interlocutor para que baje la presión sobre Pekín en el ámbito de los aranceles, por el riesgo que entraña de desencadenar una recesión global y los daños que una economía muy abierta como la británica puede sufrir. Trump se reafirmó en la necesidad de aranceles y dijo que incluso debería haberlos impuesto m´s altos a China.

En términos parecidos a Johnson se pronunció el primer ministro japonés, Shinzo Abe, temeroso de que su país, volcado en la exportación, pague los platos rotos de la vuelta al proteccionismo. En la reunión entre Trump y Abe también se puso en evidencia la diferente sensibilidad hacia Corea del Norte. El presidente estadounidense intentó minimizar las recientes pruebas de misiles hechas por Pyongyang. El líder japonés fue más duro y acusó a los norcoreanos de violar las resoluciones de la ONU.

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