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La relación entre Italia y Francia, en sus horas más bajas

La diplomacia italiana

Di Maio y Salvini tensan las relaciones con su apoyo a los ‘chalecos amarillos’

Los chalecos amarillos cortan la frontera entre Italia y Francia a la altura de Ventimiglia

Valery Hache / AFP

Hace sólo un año que el presidente francés, Emmanuel Macron, visitaba Roma para desplegar sus encantos y anunciar un futuro tratado bilateral con Italia inspirado en el firmado en el Elíseo por De Gaulle y Adenauer en 1963, que se convirtió en el motor de la construcción europea. Parece que desde entonces haya pasado una eternidad. El 11 de enero del 2018 Macron seducía al exprimer ministro Paolo Gentiloni, que siempre intentaba evitar polémicas. Ahora en el Palazzo Chigi se encuentra Giuseppe Conte, comandado por el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y la Liga, que ven a París con mucha menos simpatía.

Las relaciones entre Italia y Francia nunca han sido una balsa de aceite, pero no se recuerda un periodo tan turbulento como estos últimos meses, desde que el nuevo gobierno populista italiano alcanzó el poder. Los líderes políticos del Ejecutivo, los viceprimer ministros Luigi di Maio (M5E) y Matteo Salvini (Liga), han atacado duramente al Elíseo por cuestiones de todo tipo, sobre todo por la inmigración, y también Macron ha entrado al trapo en alguna ocasión. Pero Di Maio ha cruzado esta semana una peligrosa línea diplomática al ofrecer su apoyo a los chalecos amarillos.

El líder ‘grillino’ compara a los manifestantes con los inicios de su partido

En una intromisión inédita, el líder grillino les escribió una carta abierta en el blog de su partido para animarles a continuar con sus protestas e incluso ofreciéndoles apoyo logístico, abriéndose a dejarles utilizar la plataforma Rousseau, el sistema online creado por el M5E para ejercer lo que ellos definen como la democracia directa. “Sabemos qué anima vuestro espíritu y por qué habéis decidido haceros oír. En Francia, como en Italia, la política se ha vuelto sorda a las exigencias de los ciudadanos, que han sido excluidos de las decisiones más importantes que afectan al pueblo”, empezaba Di Maio en su misiva. “Es el mismo espíritu que ha animado el M5E y miles de italianos desde el día de nuestro nacimiento. Y desde ése momento no hemos parado nunca”.

Di Maio, “emocionado” por las reivindicaciones de los manifestantes galos, les ofrece una alianza y ciertas funciones de Rosseau, desde su capacidad para organizar eventos en el territorio o el sistema de voto para definir el programa electoral y escoger candidatos para presentar a las elecciones. “Una nueva Europa está naciendo. La de los chalecos amarillos, la de los movimientos, la de la democracia directa. Es una dura batalla que podemos combatir juntos. Vosotros, chalecos amarillos, ¡no os rindáis”, concluía.

Mientras la Liga logra aliados ultraderechistas en Europa, el M5E está cada vez más solo

Salvini, que no se suele quedar callado en los rifirrafes, se sumó al apoyo a los manifestantes, diciendo que animaba “a los ciudadanos de bien que protestan contra un presidente que gobierna contra su pueblo”, pero rebajó algo el tono, condenando cualquier manifestación de violencia. Esto no bastó para evitar la irritación del Elíseo. Quién se encargó de responder inmediatamente fue la ministra de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, que instó a Di Maio y Salvini a meterse en sus propios asuntos porque “Francia no da lecciones a Italia”. Di Maio saltó al instante. “Quizás no se acuerde de cuando el presidente Macron nos comparaba con la lepra”, declaró el joven dirigente.

Con la Liga en escalada en las encuestas de apoyo al Gobierno, el acercamiento de Di Maio al movimiento contestatario galo parece responder a la necesidad de tomar relevancia internacional de cara a los comicios europeos. Mientras Salvini se pasea por varios países comunitarios para formar un programa común ultraderechista con aliados como Ley y Justicia, en Polonia, o los ultranacionalistas austriacos del FPÖ, el M5E está cada vez más aislado. Sus aliados en las últimas europeas fueron los euroescépticos británicos del UKIP, que ya no participarán en las próximas elecciones por el Brexit. Así que en una clara operación de marketing político quieren acercarse a lo que parece el nuevo movimiento popular de la UE. El líder grillino se olvida de que en los inicios del macronismo, cuando todavía estaba de moda la propuesta del dirigente francés, el mismo Di Maio le había escrito otra carta diciendo que compartían la idea de refundar Europa. De momento, su oferta no ha tenido mucho éxito entre los chalecos amarillos, que niegan cualquier afiliación política. Así lo aseguraron dos representantes de los manifestantes que acudieron este sábado a Roma, invitados por militantes de extrema izquierda italianos.

Rivales directos en cultura, turismo y economía, la amistad entre los dos países vecinos ha sufrido altibajos. En Italia no gustó nada que el grupo francés LVMH se hiciera con parte de su legado en la moda con la compra de Pucci, Fendi, Berluti, Loro Piana y Bulgari. También hubo mucha tensión en el 2017 por la disputa de los estratégicos astilleros galos de Saint-Nazaire, que Francia había nacionalizado temporalmente para que no fuesen controlados por la italiana Fincantieri.

La inmigración, un asunto por el cual Italia se ha sentido abandonada por la UE, ha sido una constante fuente de disputas entre Salvini y Macron. Ha habido momentos especialmente tensos, como cuando Italia llamó a consultas al embajador de Francia en Roma después de que agentes de aduanas franceses irrumpieran en un centro de inmigrantes en Bardonecchia, en la frontera, para someter a un nigeriano a un análisis de orina. También, en junio, Macron provocó una tormenta al llamar “cínicos e irresponsables” a los italianos por cerrar los puertos al Aquarius de Médicos Sin Fronteras y la oenegé francesa Sos Mediterranée, que terminó en València con 630 inmigrantes.

En Italia tampoco ha sentado bien que la Comisión europea permitiese que Francia superase el objetivo de déficit mientras a ellos les imponía mucho más rigor. Incluso para celebrar el V centenario de la muerte de Leonardo da Vinci hay una guerra abierta después de que el Ministerio de Cultura italiano se negase a prestar al Louvre las obras más importantes del genio.

El apoyo de Di Maio y Salvini a los chalecos amarillos puede tensar todavía más las relaciones. A nadie le interesa que este clima tan incómodo continúe. Los intercambios comerciales entre los dos países, muy favorables para la balanza italiana, representan más de 200 millones de euros al día.