Mugabe, el fósil de la descolonización
Zimbabue
De figura de los No Alineados a sátrapa aferrado al poder a sus 93 años
Es posible que Robert Gabriel Mugabe pase a la historia de África como la némesis de Nelson Mandela. Del mismo modo que su esposa Grace lo es de Graça Machel (viuda del mozambiqueño Samora Machel y del propio Mandela). Mugabe había dicho que viviría hasta los 100 como presidente, y la impopular Grace, de 52 años y famosa por gastar fortunas yendo de compras a París, llegó a decir que su señor marido gobernaría “desde la tumba”... Tal vez esto no fue muy elegante por su parte, pero la hasta ahora candidata a sucederle prometía así conservar su legado.
Demasiados años en el poder. Robert Mugabe lo asumió en 1980, liquidando el régimen racista de un país que ostentaba el muy colonial nombre de Rhodesia (por su fundador, Cecil Rhodes), y hoy cuenta 93 años. En el momento en que Nelson Mandela alcanzaba la presidencia de Sudáfrica, en mayo de 1994, el antiguo guerrillero –y también abogado, formado en la cárcel-, líder pragmático y cauto, iniciaba ya su declive político: empezaba a cometer serios errores y a configurarse como un presidente obsesionado con aferrarse a su poltrona de por vida.
Mugabe fue capaz durante bastantes años, sin embargo, de mantener un prestigio de mandatario independiente, y de hecho la capital zimbabua, Harare, acogió la octava cumbre de los No Alineados en 1986. Con cierto barniz socialista (lo mismo acogía como exiliado al etíope Mengistu Haile Mariam, condenado a muerte en su país por genocidio, que apoyaba militarmente al también infausto Laurent Kabila en Congo), sin embargo se resistió a expropiar las tierras de los colonos blancos a fin de conservar un sistema de producción agrícola rentable que hacía de Zimbabue un exitoso país exportador. En parte fue esa promesa, tan dilatada, lo que le ayudó a mantener viva su revolución.
Pero a medida que pasaban los años y su partido –cofundado por él mismo-, la Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU), se convertía en una maquinaria política grande y corrupta, Mugabe fue atizando las contradicciones del país y de hecho generando él mismo la inestabilidad que ha terminado por desencadenar los acontecimientos de hoy mismo.
La reforma agraria siempre aplazada –con los hacendados blancos, un 1% de la población, en posesión del 32% de la tierra cultivable- volvió a ser esgrimida por Mugabe para frenar el descontento social a finales de los años noventa, debido a la carestía, la intervención en la guerra de Congo, un desempleo de hasta el 55%, la epidemia de sida, que llegó a afectar a un 25% de la población…
En el 2000, año de inicio de la ocupación de tierras, dicen que le tocó la loteria -unos 2.500 dólares-, mientras su pueblo pasaba hambre
Ante el surgimiento de una oposición política cada vez más activa, Robert Mugabe dio rienda suelta en el año 2000 a la ocupación de tierras, atizada por los militantes del ZANU. Hubo linchamientos de granjeros y jornaleros, asesinatos políticos y violencia generalizada que no se detuvo en los años siguientes. En un ambiente de declive económico imparable, en el 2007 tres millones de personas recibían ayuda internacional.
Robert Mugabe empezó así a entrar en la historia como un sátrapa que encarcelaba y asesinaba opositores y activistas sociales, el anciano anclado en el pasado que alzaba el puño con discursos rancios y que, al final, acababa por vestirse en mítines con chaquetas coloridas que incluían su propia foto. En el 2000 dicen que le tocó la lotería –el equivalente de 2.500 dólares-, mientras su pueblo pasaba hambre. Y según rumores diversos, en las celebraciones de su 90 cumpleaños se gastaron 40 millones de dólares y sus leales seguidores consumieron 5.000 kilos de carne.
La inestabilidad, la lucha política por la sucesión y la violencia han ido en paralelo al deterioro económico. No hay divisas en el país, funciona un corralito bancario, crece el paro, hay cortes de suministro eléctrico, de agua y combustible, y los tres millones de necesitados ya son cuatro. El año pasado se intensificó una campaña de desobediencia civil, y el pasado agosto una encuesta de Afrobarometer indicaba que un 47% de la población adulta pensaba en la posibilidad de emigrar.