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Para qué sirve el casco Pickelhaube de los prusianos y quién lo inventó

Curiosidades

Para los alemanes, el Pickelhaube era un símbolo de su poderío militar, y para sus enemigos, el de su militarismo. Fue un casco icónico, aunque poco útil en las trincheras de la Primera Guerra Mundial

Armaduras: una historia de la guerra en Europa

Casco alemán Pickelhaube del siglo XIX

iStock

Antes de la unificación, en 1871, el territorio de la actual Alemania lo formaban una multiplicidad de estados, cada uno con sus particularidades culturales. Los había católicos, como Baviera, y luteranos, como Sajonia. En algunos solo se hablaba alemán, y en otros se daban lenguas minoritarias.

A pesar de ello, durante mucho tiempo existió –aún no ha desaparecido– un estereotipo del carácter germano, injusto, como todos los estereotipos, y que lo reducía todo a los valores asociados al antiguo Reino de Prusia. Es más o menos natural que sucediera, pues aquel fue el estado protagonista de la fundación del Imperio alemán, el que impuso su supremacía política y cultural sobre los demás. 

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Según el estereotipo, el prusiano, como los viejos Junkers (la nobleza terrateniente), era tradicionalista, militarista e imperialista, y tenía una concepción centralista, jerarquizada y paternalista de la sociedad.

Y si este tópico tuvo un símbolo físico, un objeto, sin duda fue el Pickelhaube, ese casco redondeado y rematado por un pincho que lucieron los soldados alemanes en la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Soldados alemanes, con el Pickelhaube, condecorados por el káiser Guillermo II de Alemania en 1915

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Los nacionalistas inventaron varias leyendas alrededor de sus orígenes, siempre tratando de encontrarle un pasado medieval. El mariscal Paul von Hindenburg decía que venía de los guerreros hunos, y otros iban más allá, hasta la mitología germánica. Se basaban en unos frescos del palacio de Hohenschwangau, obra del pintor decimonónico Moritz von Schwind, en los que aparecía un personaje del Cantar de los nibelungos ataviado con un tocado muy similar.

Como explica el historiador peruano Fernán Altuve, que investigó el caso, no fueron más que reinterpretaciones románticas. Lo que sabemos con seguridad es que ya en las guerras napoleónicas los coraceros franceses utilizaban un modelo similar, aunque coronado por una suerte de cresta metálica en lugar de un pico. 

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Los primeros en rematarlo así fueron los rusos durante la guerra de Crimea (1853-1856), que lo asignaron a algunas unidades de infantería y de granaderos. La punta era decorativa, por sí misma o como sostén de un penacho.

En el caso de los rusos, sí se puede sospechar de un antecedente medieval. Altuve nos cuenta que el ejército del zar se inspiró en el çiçak, o shishak, un casco que en el siglo XII era de amplio uso en el área ruso-turca. Otros, en cambio, creen que se pretendía emular la vestimenta que llevaban los guerreros del Rus de Kiev, que para los pueblos eslavos es su estado fundacional. 

Un casco çiçak turco del siglo XVI conservado en el Metropolitan Museum of Art.

CC0

El caso es que no podemos trazar una correlación entre el modelo ruso y el alemán. Es posible que los primeros sirvieran de ejemplo a los segundos, pero no está acreditado. Por el motivo que fuere, en 1842 Federico Guillermo IV de Prusia lo introdujo para toda la infantería prusiana. Le siguieron el Gran Ducado de Oldemburgo, el de Baden, el Reino de Baviera y otros estados alemanes, de modo que cuando se unificaron cayó de cajón que debía formar parte del uniforme.

Los de la tropa eran de chapa de acero con bronce para los motivos decorativos (en Prusia, el águila prusiana), y se iban tornando más elaborados en función del rango. El canciller Bismarck, por ejemplo, se fotografió varias veces con su casco dorado. 

El canciller alemán Otto von Bismarck.

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Cuando estalló la Primera Guerra Mundial ya era casi un objeto de culto; eso sí, los que se asignaron al frente eran de cuero y lo menos brillantes posible, para preservar el camuflaje. Por su parte, los propagandistas de la Triple Entente lo usaron para hacer escarnio de su enemigo, presentándolo como un símbolo del militarismo alemán. Era un elemento omnipresente, por ejemplo, en los pósteres. En uno de 1917 aparecía un gorila ataviado con el casco, y sobre él se leía: “Destruye a este bruto enloquecido”.

Póster de propaganda estadounidense de 1917 contra los alemanes en la Primera Guerra Mundial que muestra a un gorila con Pickelhaube.

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Curiosamente, la vinculación del Pickelhaube con el prusianismo reaccionario ya apareció a mediados del siglo XIX, y en el propio mundo germánico. En Alemania. Un cuento de invierno (1844), un poema que se burlaba de la monarquía, el chovinismo y el nacionalismo, el poeta Heinrich Heine bromeaba con que la punta metálica podía atraer “rayos de modernidad” sobre las cabezas de los románticos.

Lo que sí atraía tal punta eran las balas de los británicos. En la trinchera no sirvió más que para convertir a los soldados en blanco fácil, por eso la mayoría se la quitaba (se podía desenroscar). Aunque el casco tenía un problema más grave: que, al ser de cuero y cubrir solo parte de la cabeza, no protegía contra la artillería.

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En fin, que para 1916 ya se había impuesto el sentido común sobre la estética. Como sucedió, por otra parte, con la mayoría de los ejércitos en la contienda, que también se vieron obligados a eliminar toda la parafernalia decorativa de los uniformes para hacerlos más prácticos.

Ese año, el Estado Mayor cambió el Pickelhaube por un casco de acero que ofrecía una protección mucho más integral. Se trata del Stahlhelm, que con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) acabó convertido también en icono del militarismo alemán.

Soldados alemanes con 'Stahlhelm' desfilando en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial

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El Pickelhaube desapareció de los campos de batalla, pero hoy en día todavía lo usan algunos regimientos en sus uniformes de gala, sobre todo en Hispanoamérica. Esto último se explica porque, entre finales del siglo XIX y principios del XX, las jóvenes repúblicas sudamericanas contrataron a asesores militares alemanes. Tras la guerra franco-prusiana (1870-1871), el ejército alemán se tenía por el más sofisticado del mundo.

Un caso paradigmático es el de Emil Körner (1846-1920), que modernizó o más bien refundó el ejército de Chile. De hecho, las fuerzas armadas de ese país mantienen vivas una estética y unas costumbres que en Alemania ya no existen, de ahí que a Chile se lo haya llamado en alguna ocasión “la Prusia americana”.

Este artículo se publicó en La Vanguardia el 16 de agosto de 2023
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