El Gran Rescate: la liberación de prisioneros aliados del campo japonés de Cabanatúan

Filipinas, 1945

“Volveré”, había asegurado en marzo de 1942 el general MacArthur al abandonar a su ejército, cercado por los japoneses en Bataán, Filipinas. Esta operación de salvamento lo ratificaba

US Rangers participantes en el rescate de prisioneros de Cabanatúan en 1945

US Rangers participantes en el rescate de prisioneros de Cabanatúan en 1945

Getty Images

Los japoneses capturaron a 76.000 soldados estadounidenses y filipinos. En la “marcha de la muerte”, unos veinte mil de ellos murieron al ser obligados a recorrer los cien kilómetros que los separaban de los campos de internamiento, donde las condiciones de vida eran inhumanas.

La crueldad de los guardias, las enfermedades y la desnutrición mataron al 40% de los cautivos de los campos filipinos. Los japoneses aún se comportaron con mayor brutalidad con la población. La respuesta fue un activo movimiento de resistencia que iba a jugar un gran papel en la liberación de su patria.

Hay que salvar a los prisioneros

MacArthur cumplió su promesa: en octubre de 1944, sus tropas desembarcaban en Filipinas. A comienzos de enero de 1945, tras la derrota de la marina japonesa en Leyte, el 6.º Ejército del general Walter Krueger desembarcó en el golfo de Lingayen, al noroeste de la isla de Luzón (con 250.000 hombres, fue un desembarco igual al del Día D en Normandía). Los japoneses se replegaron hacia las montañas del interior y Krueger avanzó metódicamente hacia Manila.

Había noticias de que en el campo de prisioneros de Cabanatúan –unas antiguas instalaciones agrarias–, en el centro de la isla de Luzón, los japoneses mantenían cautivos a 500 prisioneros. El hospital del campo era conocido como “pabellón cero”, porque esa era la probabilidad de salir con vida de él. Muchos de los prisioneros sobrevivieron a la malaria gracias a las tabletas de quinina que la resistencia filipina había conseguido introducir en el campo.

Krueger (centro), en Filipinas, a comienzos de 1945

Krueger (centro), en Filipinas, a comienzos de 1945

Dominio público

Durante la primera mitad de enero los japoneses abandonaron Cabanatúan, dejando solos a los cautivos. Estos aprovecharon para saquear las instalaciones en busca de alimentos y medicinas, lo que ayudó a muchos a recuperar algo de peso y resistencia. Luego, un grupo de soldados y policías militares japoneses volvieron y recluyeron a los prisioneros en su lado del campo.

Es probable que el mando japonés hubiera dado órdenes de matar a todos los internos, porque los japoneses despreciaban a los soldados que se rendían. A finales de 1944, la guerrilla informó de que en el campo de Palawan los japoneses habían quemado vivos a 139 prisioneros aliados rociándolos con gasolina. Krueger comenzó a planificar el rescate. La unidad elegida para llevarlo a cabo era el 6.º Batallón Ranger.

Fuerza de rescate

Las primeras unidades de fuerzas especiales estadounidenses se formaron en 1942, inspiradas en los comandos británicos, pero también en la tradición de los irregulares americanos de las guerras indias del siglo XVIII. Se constituyeron seis batallones de rangers, de los que cinco sirvieron en el teatro europeo, y el 6.º Batallón, en el Pacífico. Lo mandaba el coronel Henry “Hank” Mucci, un soldado de West Point que se había ocupado personalmente del entrenamiento de su unidad.

El capitán Robert W. Prince (izqda.), oficial al mando de los rangers en la operación de Cabanatúan, y el teniente coronel Henry Mucci

El capitán Robert W. Prince (izqda.), oficial al mando de los rangers en la operación de Cabanatúan, y el teniente coronel Henry Mucci

Bettmann / Getty Images

Mucci eligió a dos pelotones de la compañía C y a su comandante, el capitán Robert W. Prince, para el ataque, reforzados por un pelotón de la compañía F, un total de 121 hombres. Además de bazocas para eliminar los blindados japoneses, la fuerza de Prince contaría con la ayuda de 300 hombres de las Fuezas Armadas Guerrilleras de Luzón, al mando de los capitanes Juan Pajota y Eduardo Joson.

También le fueron asignados exploradores de la 6.ª Unidad de Reconocimiento Especial, los Alamo Scouts, especializada en el reconocimiento anfibio, la guerra en la jungla y las operaciones tras las líneas japonesas. Los Alamo ya habían participado en el rescate de un campo de internamiento japonés en Nueva Guinea en octubre del año anterior.

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Dos de sus equipos (Nellist y Rousanville, por el apellido de sus dos líderes), un total de 13 hombres, conducirían a los rangers hasta Cabanatúan y mantendrían el enlace con las guerrillas. Un grupo de transmisiones, una pequeña unidad médica y cuatro fotógrafos del ejército complementaban la fuerza de rescate.

Hacia Cabanatúan

Los Alamo Scouts partieron al mediodía del 27 de enero para encontrarse con la guerrilla de Pajota. Mucci, con el resto de la fuerza, se puso en marcha al día siguiente. En la ruta de los rangers, la guerrilla había incluso colocado bozales a los perros de los poblados para evitar que sus ladridos alertaran a las patrullas japonesas.

Esa tarde se unieron al otro grupo guerrillero, capitaneado por Joson, y juntos cruzaron el frente japonés. Toda la fuerza se reunió en la mañana del 29 de enero en el suburbio de Ballincari, a unos 5 km al norte del campo. La fuerza cruzó el río Pampanga por el puente de la localidad de Platero y se aproximó con suma cautela al campo. En ese momento se encontraban a más de 40 km de las líneas estadounidenses.

Equipo de Alamo Scouts en 1945

Equipo de Alamo Scouts en 1945

Dominio público

Esa noche debía tener lugar el ataque, pero la guerrilla informó de que un millar de soldados de la 105.ª División japonesa se encontraban en el puente de Cabu, a apenas un kilómetro del campo, donde tenían previsto acampar.

Mucci pospuso el plan hasta las 19:45 horas del 30 de enero. Este aplazamiento sirvió para que, mientras los rangers se ocultaban en Platero, los Alamo Scouts, vestidos con ropas de campesinos, realizaran un reconocimiento en detalle del campo. Los observadores avanzados se instalaron en las chozas de los arrozales que rodeaban el recinto. Tomaron notas, determinaron las rutinas de la guardia y señalaron las posiciones, los edificios de los prisioneros, las torres y los blocaos de la guardia, armados con ametralladoras. También descubrieron un cobertizo con cuatro carros blindados ligeros.

Tras las alambradas

Tanto los guerrilleros como la población colaboraron a la hora de recabar información. Por ejemplo, un muchacho condujo un carabao (un buey de las islas) alrededor del perímetro para determinar la distancia entre las posiciones japonesas. Con estos datos se dibujó un mapa para coordinar el asalto.

Carro de carabao similar a los que se usaron

Carro de carabao similar a los que se usaron

Dominio público

El reconocimiento también confirmó el mal estado en el que se encontraban los prisioneros. A muchos les sería imposible alcanzar las líneas estadounidenses a pie. Mucci consiguió que la guerrilla reuniera suficientes carros tirados por carabaos para transportar a los más débiles o enfermos.

Además de los 75 guardias del campo, muchos de los cuales eran taiwaneses o coreanos (particularmente crueles con los prisioneros), y de una unidad de policía militar, que se encontraba de paso, se estimaba que había entre mil y siete mil soldados japoneses en los alrededores. El destacamento de Joson se instaló en la carretera que iba de Cabanatúan al campo, y el de Pajota, equipado con bazocas, defendería la orilla sur del puente de Cabu para bloquear la llegada de refuerzos. La carretera fue minada.

Los últimos 500 metros hasta llegar a las alambradas del campo eran un terreno despejado, casi imposible de cruzar sin ser visto por los centinelas. Mucci estableció que la aproximación final debía realizarse quince minutos antes del anochecer, para poder situar a sus pelotones correctamente. Un caza bimotor P-61 Black Widow, capaz de volar de noche gracias a su radar, sobrevolaría el campo en ese momento para distraer la atención de los japoneses mientras los rangers reptaban hasta la alambrada.

El disparo de dos bengalas significaría que el ataque había acabado y que los cautivos eran evacuados hacia Platero, en el norte. Toda la fuerza se replegaría en aquella dirección, protegiendo la columna. Cuando todo estuvo preparado, Mucci les dijo a sus oficiales: “Recuerden, todos los prisioneros se van. Nadie se queda atrás”.

El asalto al campo de prisioneros

A las 19:45 horas, todos estaban en sus posiciones y el P-61 acudió puntual a su cita, volando sobre el campo mientras simulaba que había sufrido una avería e iba a estrellarse. Esto mantuvo a los guardias japoneses suficientemente entretenidos. Los rangers se arrastraron hasta la alambrada y se ataron pañuelos blancos en el brazo para identificarse en la oscuridad. La guerrilla cortó los cables telefónicos.

El campo ocupaba una superficie rectangular de 360 x 550 metros. La puerta principal, situada en el lado norte, era el objetivo de Prince y la compañía C (90 hombres). Esta fuerza debía aniquilar a la guarnición japonesa y luego sacar a los prisioneros por la puerta principal. Mientras tanto, los 30 hombres de la compañía F asaltarían el lado sur y sureste del campo.

Prisioneros del campo de Cabanatúan

Prisioneros del campo de Cabanatúan tras el rescate

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En los primeros 15 segundos, todas las torres y blocaos del campo fueron atacados y destruidos. Luego los hombres de Prince entraron en el campo y comenzaron a acribillar los edificios donde se encontraban los japoneses. El barracón de los blindados fue neutralizado con fuego de bazoca.

Algunos internos creyeron que los recién llegados eran japoneses que habían venido a matarlos (el uniforme de los rangers había cambiado mucho desde 1941). Finalmente, Prince los llevó hacia la puerta. Algunos pesaban tan poco que los rangers podían cargar con dos a la espalda.

Un cautivo, muy debilitado por las enfermedades, murió de un ataque cardíaco cuando un ranger lo llevaba en brazos. El fuego de mortero japonés hirió a varios rangers y prisioneros, y el capitán cirujano James Fisher murió a causa de una herida en el estómago dos días después.

Mientras tanto, la fuerza de Pajota estaba cubriendo el cruce del puente sobre el río Cabu. Una carga explosiva colocada por los filipinos abrió un agujero en la infraestructura que impedía pasar a los carros blindados, pero los japoneses cargaron a la bayoneta por él. Las ametralladoras y los bazocas acabaron con todos los intentos de cruce del río.

Fin del asalto

A las 20:15 horas, después de 30 minutos de acción, Prince disparó una bengala para señalar el final del asalto. Cuando la columna cruzó el río Pampanga encontró los carros para transportar a los enfermos. Prince disparó la segunda bengala para ordenar el repliegue general y se dirigió rápidamente hacia el norte, cubierto por los Alamo Scouts y los guerrilleros. Tras dormir apenas unas horas en los últimos tres días, los rangers solo lograban mantenerse despiertos con abundantes dosis de benzedrina.

Parte de los estadounidenses rescatados del campo de prisioneros de Cabanatúan en la operación protagonizada por ‘rangers’ en 1945

Parte de los estadounidenses rescatados del campo de prisioneros de Cabanatúan en la operación protagonizada por rangers en 1945

Getty Images

Al mediodía del 31 de enero, la columna de rescate se encontró en Talavera con las tropas estadounidenses, y desde allí, en camiones, los prisioneros fueron enviados a un hospital de campaña. Entre los liberados se contaba el padre de uno de los rangers, que lo creía muerto desde la rendición de 1942.

En total, fueron rescatados 522 hombres, en su mayor parte soldados y civiles estadounidenses. En el ataque al campo y en la carga contra el puente se estima que murieron entre quinientos y mil japoneses. La fuerza de rescate registró 26 guerrilleros y 2 rangers muertos.

Unos nueve mil prisioneros aliados fueron liberados en varias operaciones de rescate en las siguientes semanas. MacArthur finalizó la liberación de Filipinas en marzo de 1945.

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