El origen de Falange, la versión ‘made in Spain’ del fascismo

Segunda República

Hace noventa años se fundó Falange Española, un partido que encarnaría en España los principios del fascismo. Desde el principio se opuso a la democracia por todos los medios a su alcance

Ruiz de Alda (centro) junto a Valdecasas y Primo de Rivera, en el mitin fundacional de Falange en el teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de octubre de 1933.

Ruiz de Alda (centro) junto a Valdecasas (izq.) y Primo de Rivera (dcha.), en el mitin fundacional de Falange en el Teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de octubre de 1933..

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Tras la proclamación de la Segunda República en abril de 1931, los grupos ultraderechistas empezaron a conspirar contra el nuevo régimen, en el que aseguraban ver la plasmación de los ideales bolcheviques. España, a su juicio, se dirigía hacia el comunismo.

Frente a este supuesto peligro, los conservadores extremistas defendían el antiparlamentarismo, convencidos de que la hora de la democracia había pasado ya. El futuro pertenecía al totalitarismo, en la línea de lo que representaban Hitler en Alemania y Mussolini en Italia.

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Ruiz de Alda (centro) junto a Valdecasas y Primo de Rivera, en el mitin fundacional de Falange en el teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de octubre de 1933.

En octubre de aquel año aparecieron las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), una organización ultranacionalista bajo el liderazgo de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos. Según este último, el país, postrado por culpa de los políticos izquierdistas, necesitaba de la “violencia generadora de un nuevo Estado”.

Para Ledesma, esta era la manera de oponerse a una clase dirigente formada por traidores manipulados por la masonería y el judaísmo. La República, desde esta óptica, representaba la anti-España.

Retrato de Ramiro Ledesma, hacia principios de la década de 1930.

Retrato de Ramiro Ledesma, hacia principios de la década de 1930.

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Mientras tanto, José Antonio Primo de Rivera (1903-1936) se movía en política con la vista puesta en la reivindicación del legado de su padre, Miguel, el dictador que había ocupado el Gobierno durante buena parte de los años veinte.

La suya será una rápida evolución en la que dejará de ser un ultraderechista clásico para convertirse en un partidario de las doctrinas fascistas, en las que veía una herramienta para recuperar las esencias nacionales perdidas: “El fascismo es como una inyección que tuviera la virtud de resucitar”. Como señala el historiador Ferran Gallego, José Antonio había encontrado una ideología que no le parecía un simple proyecto político, sino un “sentido de la vida”.

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José Antonio Primo de Rivera durante un congreso de Falange en Madrid

Entonces, ¿cómo interpretar sus palabras cuando aseguraba que Falange no era una copia del fascismo? No debemos tomarle al pie de la letra. En muchos países, los dirigentes de su misma tendencia marcaron distancias con Mussolini porque, como nacionalistas que eran, no podían admitir que se inspiraban en una ideología de origen extranjero.

Por otra parte, después de la Segunda Guerra Mundial, los falangistas no quisieron verse asociados con una ideología derrotada; de ahí que insistieran en que no eran fascistas. Pero, si nos detenemos a leer la prensa de los años treinta, sacamos una conclusión muy distinta.

Zaragoza, noviembre de 1935. José Antonio Primo de Rivera (5i), Julio Ruiz de Alda (4i), Jesús Muro y José Antonio Gimenez Arnau (detrás del micrófono), presiden la celebración de un mitin de la Falange.

José Antonio Primo de Rivera preside la celebración de un mitin de la Falange junto a otros dirigentes.

EFE / Marín Chivite

Así, con la vista puesta en Italia, José Antonio fundó el Movimiento Español Sindicalista, que a los pocos meses de su irrupción se reconvertiría en Falange Española. La fundación del nuevo partido tenía que celebrarse el 7 de octubre de 1933, aniversario de la batalla de Lepanto, en consonancia con sus nostalgias imperialistas, pero el acto tuvo que retrasarse hasta el 29 de ese mes.

Durante el mitin inaugural, en el teatro de la Comedia de Madrid, los participantes hablaron en contra del sistema democrático. Para José Antonio, la autoridad no podía estar sometida “a la duración y capricho de los electores”.

Su mensaje insistía en un anticapitalismo más retórico que real. El liberalismo económico producía la esclavitud de los más débiles, al obligarlos a aceptar salarios de hambre: “El pobre lleva la peor parte y se ve obligado a claudicar”. Por eso mismo, según Primo de Rivera, el socialismo había estado justificado en su origen. El problema era que se había descarriado al defender una filosofía materialista y la práctica de la lucha de clases.

Sin estos defectos, Falange lucharía en favor de la justicia social aunque tuviera que imponer duras obligaciones “a los de arriba”. Este lenguaje era típico del populismo. Aunque Primo de Rivera sabía perfectamente que muchos le consideraban un “señorito”, se esforzaba en remarcar que no tenía intención de defender a los privilegiados.

José Antonio Primo de Rivera.

José Antonio Primo de Rivera.

Terceros

El líder del nuevo partido incurría en las mismas contradicciones en las que han caído, antes o después, otros políticos similares. Aseguraba, por un lado, que las soluciones para los problemas colectivos no saldrían de unas elecciones. Sin embargo, se presentó como candidato al Congreso y, con la influencia de su familia, ganó un escaño por Cádiz.

Así, gracias al sistema que pretendía destruir con la “dialéctica de los puños y las pistolas”, obtuvo un sueldo como diputado e inmunidad parlamentaria. Todo gracias al mismo sufragio universal contra el que dirigía críticas feroces. Los partidos, en el futuro, debían ser suprimidos por constituir “elementos de disgregación en la gran familia nacional”.

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En nombre de la unidad de la patria, José Antonio se oponía a los nacionalismos no españolistas. No obstante, criticaba también a los que afirmaban que el problema de Catalunya era artificial, o se reducía todo a la reivindicación egoísta de una serie de ventajas económicas.

Los catalanes, en su opinión, se distinguían por su carácter sentimental y no había razón para negar que tuvieran una historia y una lengua propias, lo mismo que costumbres diferenciadas de las de otras partes de la península. Pero centrar el debate en estos rasgos constituía para él un error, porque implicaba admitir la legitimidad de un Estado propio, si se demostraba la existencia de un hecho diferencial (El Adelantado de Segovia, 19 de noviembre de 1938).

José Antonio Primo de Rivera durante un congreso de Falange en Madrid

José Antonio Primo de Rivera durante un congreso de Falange en Madrid.

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A su juicio, España, por el contrario, no se basaba en una identidad particular, sino en su capacidad para unir a pueblos diferentes en un “destino universal”, significara esto último lo que significara.

El ADN de Falange era violento. Primo de Rivera había justificado los actos de violencia contra los que, a su criterio, ofendieran a la justicia y la patria. De ahí que sus seguidores protagonizaran una ola de atentados contra izquierdistas. Uno de ellos fue el socialista Luis Jiménez de Asúa, catedrático de Derecho, que consiguió, al contrario que su escolta, salvar la vida en marzo de 1936.

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Falange, poco después, hizo matar al juez que se ocupaba de instruir la causa. Sus pistoleros también acabaron con el teniente Castillo, afín al PSOE. En represalia, los compañeros del difunto asesinaron a José Calvo Sotelo, el conocido dirigente derechista. Cinco días después estallaba la Guerra Civil.

Falange era un partido reaccionario, por más que insistiera en que no se identificaba ni con la derecha ni con la izquierda. Pero, a diferencia de la ultraderecha tradicional, se presentaba ante el mundo como portavoz de la rebeldía y de la incorrección política frente a un sistema injusto. Buscaba así atraer el voto de jóvenes inconformistas.

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Traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera, fusilado en los primeros meses de la Guerra Civil. 

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No obstante, hasta 1936 no dejó de ser un grupo muy marginal, igual que lo era el Partido Comunista en el otro extremo del espectro político. Ambas fuerzas solo acumularon protagonismo cuando la Guerra Civil, al desquiciarlo todo, favoreció su rápido crecimiento. Falange, fusionada con los carlistas, acabó domesticada por Franco. Su “revolución”, de esta forma, se aplazó sin fecha.

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