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La revolución húngara y la cruda realidad de la URSS

De sueño a pesadilla

El levantamiento de Hungría de 1956 marcó la percepción que se tenía de la Unión Soviética tanto en el bloque del Este como en los países de Occidente

¿Qué países formaban parte de la URSS?

Tanque soviético destruido en las calles de Budapest durante la revolución húngara de 1956 

Terceros

El 23 de octubre de 1956, miles de estudiantes húngaros se congregaron en la plaza del general Bem József, en Budapest. Bajo la estatua de este héroe nacional, que luchó en la Revolución de 1848 contra los austríacos, los manifestantes hicieron públicas sus demandas: retirada de las tropas soviéticas, democratización de la vida política y retorno al poder del reformista Imre Nagy, depuesto meses antes como primer ministro. 

Con las horas, la manifestación se fue haciendo más numerosa. La multitud llegó hasta el Parlamento y la emisora de radio. Ante el temor de una insurrección, la policía detuvo a los líderes estudiantiles y abrió fuego contra los manifestantes. La revolución estaba en marcha.

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El levantamiento húngaro se inscribe dentro de los movimientos antisoviéticos que surgieron en los países del bloque del Este a raíz de la muerte de Stalin. El proceso de desestalinización de la Unión Soviética emprendido por Nikita Jruschov animó a alemanes, polacos y húngaros, principalmente, a salir a la calle para reclamar reformas.

La insurrección polaca de 1956 implicó la expulsión del gobierno de los dirigentes estalinistas. Este éxito espoleó el ánimo de los húngaros, que intentaron emular a sus vecinos del norte. Sin embargo, la violenta represión iniciada por el gobierno del estalinista Erno Gero, que tachó a los manifestantes de reaccionarios (aunque la mayoría eran de izquierdas), sumió al país en una guerra civil.

Erno Gero, en 1955.

Dominio público

Los insurgentes, que habían conseguido armarse y recibieron el apoyo de parte de la policía y el Ejército, comenzaron una guerra de guerrillas: levantaron barricadas, asaltaron edificios públicos y destruyeron símbolos del régimen comunista, como la gigantesca estatua de Stalin erigida años atrás en la plaza de los Héroes de Budapest. Al mismo tiempo, los tanques soviéticos entraron en la ciudad, enviados por Moscú tras la intermediación del embajador ruso Yuri Andrópov.

La batalla duró cinco días, extendiéndose rápidamente al resto de Hungría. Por todo el país se formaron consejos revolucionarios que tomaron el poder y se enfrentaron a los simpatizantes soviéticos. La inesperada resistencia de los insurgentes condujo a un alto el fuego el 28 de octubre y a la retirada de las tropas soviéticas. Gero huyó a la URSS y Nagy se convirtió en el primer ministro. ¿Había triunfado la revolución?

La reacción soviética

Los húngaros entraron en el mes de noviembre convencidos de que estaban viviendo en un país nuevo. Las primeras decisiones de Nagy alimentaron ese sueño: formó un nuevo gobierno aboliendo el sistema de partido único, liberó a muchos prisioneros políticos y anunció la retirada de Hungría de la alianza militar del Pacto de Varsovia. Esto último pudo haber resultado decisivo para el cambio de postura que se iba a producir en el Kremlin.

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En la madrugada del 4 de noviembre, diecisiete divisiones del Ejército Rojo, doce más que la primera vez, entraron en las calles de Budapest. No tardaron en hacerse con el control de la ciudad. Cientos de insurgentes y civiles murieron por los disparos de los más de treinta mil soldados y el millar de tanques movilizados por Moscú.

Antes de que las tropas llegaran al Parlamento, el primer ministro se dirigió por radio a la nación denunciando la ocupación y pidiendo a las Naciones Unidas que defendieran la neutralidad de Hungría. A las pocas horas, el gobierno fue derrocado. Seis días después, el 10 de noviembre, cayeron los últimos focos de resistencia.

Escombros tras el fin de los combates.

FOTO:FORTEPAN / Nagy Gyula / CC BY-SA 3.0

Nadie acudió a la llamada de Hungría. Ni estadounidenses, que no deseaban implicarse militarmente, ni británicos y franceses, inmersos en la invasión del canal de Suez. La represión que siguió al aplastamiento llevó al exilio a casi 200.000 personas. Se encarceló a 22.000 insurgentes, de los que 341 fueron ejecutados, entre ellos, el derrocado Nagy.

El fracaso de la revolución húngara contribuyó a modificar la percepción internacional sobre la URSS. Los partidos comunistas occidentales se sumieron en profundas crisis internas, y los países del bloque del Este sintieron más que nunca el verdadero peso de la dominación soviética.

Este artículo se publicó en el número 604 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.