Loading...

José Canalejas, el reformador que quería sacar a España del atraso

Restauración española

A José Canalejas, como a JFK, se le recuerda más por su asesinato que por su acción de gobierno. Y, sin embargo, fue un ambicioso político reformista

¿Te interesa la historia? Suscríbete a Historia y Vida y llévate un regalo único

Retrato de José Canalejas, por Joaquín Sorolla.

Dominio público

El gallego José Canalejas (1854-1912) fue un niño prodigio. Destacó tanto en los estudios que pareció, en principio, que estaba destinado a la vida académica. Su fracaso al optar a una cátedra en la Universidad Central de Madrid lo condujo primero a la abogacía y después a la política. Simpatizó con el Partido Demócrata Progresista, de tendencia republicana, pero después se unió al Partido Liberal. En sus filas revalidó una y otra vez su escaño por el distrito de Alcoy.

En 1897 viajó a Cuba para conocer de primera mano la situación en la isla, donde el movimiento independentista había adquirido una extraordinaria fuerza. Lo que vio no contribuyó a infundirle esperanzas en el futuro. El dominio hispano, basado en la imprevisión, se enfrentaba a un sentimiento de hostilidad generalizada. La amenaza de una intervención de Estados Unidos era ya patente, sin que existieran medios militares para hacer frente a este peligro.

Denunció entonces que la gestión de los asuntos ultramarinos había sido un auténtico desastre

A su regreso a casa no hizo públicas todas sus opiniones por motivos patrióticos. Pensaba que España, costara lo que costara, debía permanecer en el Caribe. Sin embargo, tras la humillante derrota ante los norteamericanos, acusó al gobierno de haber engañado al país. Denunció entonces que la gestión de los asuntos ultramarinos había sido un auténtico desastre.

Renovador de la izquierda

Como ha señalado el historiador Javier Moreno Luzón, Canalejas se convirtió en “el principal renovador de la izquierda liberal española”. No solo era un hombre de gran inteligencia y fuerte personalidad; también poseía una gran cultura. Hablaba idiomas, con un especial conocimiento del francés, y se mantenía bien informado de lo que sucedía en otros países europeos. Mientras tanto, en el Parlamento, hacía gala de una excelente oratoria.

Llegó al poder en 1910 con muchas ganas de cambiar cosas. Avisó a todo el mundo de este propósito cuando declaró que no pretendía ocupar la presidencia del Consejo de Ministros, sino ejercerla. Su programa reformista se basaba en un liberalismo sensible a los problemas sociales. Había que abandonar el estricto laissez-faire para que el Estado interviniera en la vida económica como elemento corrector y dinamizador.

En ese sentido, defendía una “orientación socialista”. No se trataba de adoptar un planteamiento revolucionario al estilo marxista, sino de permitir que los trabajadores defendieran sus derechos a través de los cauces legales. Todo ello, en la práctica, se tradujo en cambios como la ley de la silla, por la que se aseguraba que las trabajadoras tuvieran asegurado un asiento en su espacio laboral.

Instauró el servicio militar obligatorio, poniendo fin a la posibilidad de librarse de ir a filas a cambio de dinero

En un intento de acercarse a las masas, Canalejas instauró el servicio militar obligatorio, con lo que se acabó la posibilidad de librarse de ir a filas a cambio de un pago económico. También suprimió el odiado impuesto de Consumos, que gravaba los productos de primera necesidad. Los críticos con el gravamen lo consideraban una expoliación a las clases populares, las más afectadas.

¿Un católico anticlerical?

Su sensibilidad social no estuvo reñida con una política de dureza frente a las protestas del movimiento obrero, muy activo durante su mandato. Las huelgas se multiplicaron y surgió un nuevo sindicato llamado a tener un futuro importante, la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), de tendencia anarquista. En 1912, Canalejas llegó al extremo de colocar a los trabajadores afectados por los paros bajo autoridad militar.

Pero la medida estrella de su mandato fue la denominada “ley del candado”, por la que se limitaba la extensión de las órdenes religiosas, que en aquellos momentos atravesaban una etapa de fuerte crecimiento. Sobre todo, por la llegada de numerosas congregaciones extranjeras, procedentes básicamente de Francia, de donde habían sido expulsadas a raíz de los conflictos entre el Estado y la Iglesia. Estos religiosos disfrutaban de una gran influencia gracias a sus instituciones educativas y sus contactos con las clases altas.

Canalejas adquirió con su iniciativa fama de enemigo de la Iglesia. En realidad, era un católico muy devoto. Incluso poseía en su residencia un oratorio privado. Distinguía, sin embargo, entre fe y clericalismo. Defendía la primera, combatía el segundo, convencido de que su excesiva influencia constituía un freno para la europeización.

Canalejas en 1901 en su gabinete de estudio.

Dominio público

Por eso decía que en España no existía un problema religioso, sino un problema clerical, de “absorción de la vida del Estado, de la vida laica social, por elementos clericales”. El remedio, en su opinión, no consistía en separar lo político de lo espiritual. Prefería asegurar que el Estado ejerciera algún tipo de tutela sobre la Iglesia.

La oportunidad perdida

Por otra parte, proyectaba transformar el imperfecto sistema liberal en una democracia más auténtica. Eso implicaba combatir el fraude electoral y el predominio de los caciques, hombres poderosos que a nivel local imponían su poder arbitrario. Quería evitar dos extremos, de forma que el país no cayera en manos de las fuerzas reaccionarias ni se deslizara por la pendiente de la revolución.

Temía, de forma visionaria, a la luz de lo que sucedería en 1936 , que llegara a producirse una guerra civil entre dos juventudes antagónicas, la partidaria de valores tradicionales y la abierta a la libertad y la democracia.

Manuel Pardiñas, asesino de Canalejas.

Dominio público

Su apuesta era en favor de una “gran política democrática y expansiva”. Canalejas suponía que esta línea reformista disfrutaría del apoyo de la Corona, con vistas a poner fin a la dialéctica destructiva de las dos Españas. Si algo no llevaba bien de la política era la necesidad de someterse a la protección de los guardaespaldas. Jugaba, en ocasiones, a despistarlos. No imaginó que, en el momento en que más iba a necesitarlos, estos no podrían reaccionar a tiempo.

El 12 de noviembre de 1912, mientras contemplaba un escaparate en la Puerta del Sol, se le acercó el anarquista Manuel Pardiñas y le disparó sin que la escolta pudiera intervenir. Con su desaparición, la Restauración borbónica entró en una crisis aguda que sería incapaz de remontar. Por eso, muchos vieron en Canalejas la gran oportunidad perdida por régimen para adaptarse a los nuevos tiempos.