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Kafka y sus demonios

El atormentado escritor checo vivió por y para la literatura. Algunos de sus escritos siguen desaparecidos.

Franz Kafka nació en Praga en tiempos del Imperio austrohúngaro. Foto: Vía Wikimedia Commons.

El escritor Franz Kafka Praga

Como tantos otros genios, Franz Kafka (1883-1924) poseía una personalidad peculiar. Era muy inteligente, pero también un hombre que se definía a sí mismo como “taciturno, insociable, malhumorado, egoísta, hipocondriaco y realmente enfermizo”. No conocemos con exactitud en qué consistían sus problemas psicológicos, pero sí sabemos que utilizaba términos como “demonios” o “desamparo” para reflejar, en sus anotaciones privadas, el estado de su espíritu.

Para dedicarse a la literatura, tuvo que enfrentarse a su padre, un hombre autoritario que le inspiraba un profundo miedo, hasta el punto de que en su presencia se sentía empequeñecido. Fue el motivo por el que le dedicó una famosa carta, 103 páginas manuscritas que nunca le llegó a entregar, en la que disecciona las enormes diferencias que les separaban.

Una de las páginas de la carta de Kafka a su padre.

TERCEROS

Trabajo basura

Hijo de una familia de judíos asquenazíes, Kafka nació en Praga en tiempos del Imperio austrohúngaro. Su propio nombre, Franz, era en homenaje al emperador Francisco José. Estudió Derecho y terminó doctorándose en leyes. El profesor que dirigió su tesis fue Alfred Weber, hermano de Max Weber, el celebérrimo sociólogo.

Como los jóvenes sobradamente preparados de la actualidad, consiguió un trabajo en el que ganaba lo justo para sobrevivir. El mayor atractivo de esta ocupación era el horario, que le permitía compaginar sus obligaciones laborales con la literatura. Se dedicó a ella con tanta devoción que su vida íntima acabó por salir mal parada, al postergar a sus parejas en beneficio de su trabajo.

Franz Kafka compaginó su trabajo con la dedicación a la literatura.

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Tampoco ayudó su miedo al compromiso, que llevó al fracaso sus relaciones: sabía cómo seducir a una mujer, pero cuando llegaba el momento de formalizar un matrimonio se asustaba y huía. En 1913 estuvo a punto de casarse con Felice Bauer. Cortaron, cuatro años más tarde lo intentaron otra vez y volvieron a separarse, esta vez para siempre. Entre ambos momentos, Kafka tuvo un hijo de Grete Bloch, amiga de Felice.

La salud no le dio una vida larga. En 1917 contrajo la tuberculosis, al parecer por la manía de beber leche no pasteurizada. Tras ir de sanatorio en sanatorio, murió algunos años después, con solo 40. Las desgracias de su familia no acabarían aquí: sus tres hermanas perecieron víctimas del Holocausto nazi .

Las tres hermanas de Kafka fallecieron víctimas del Holocausto.

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Famoso después de muerto

Después de su muerte se publicó la mayor parte de su obra. Contra sus deseos, su amigo Max Brod tuvo el buen criterio de no quemar sus manuscritos. Llegaron así hasta nosotros obras maestras como El proceso (1925) y El castillo (1926), que disfrutaron de gran éxito e interpretaciones contrapuestas. Unos vieron en Kafka una inclinación hacia el anarquismo por su individualismo. Otros, por su crítica a la burocracia, creyeron detectar un influjo del marxismo.

En sus libros predominan los escenarios angustiosos e incomprensibles con situaciones trágicamente absurdas que dieron lugar al adjetivo kafkiano.

En sus libros predominan los escenarios angustiosos e incomprensibles. ¿Cómo no sentir un escalofrío si nos ponemos en el lugar del pobre Gregor Sansa? El protagonista de La metamorfosis (1915) se despierta un mal día convertido en un insecto. A Josef K., en El proceso, no le va mucho mejor. Tiene que rendir cuentas por un delito que desconoce, enfrentándose a un laberinto judicial en el que cualquier reclamación se vuelve imposible. Este tipo de situaciones, trágicamente absurdas, dieron lugar al adjetivo kafkiano.

Primera edición del libro El proceso, de Franz Kafka.

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¿Y lo que robó la Gestapo?

Aunque decirlo parezca un tópico, es muy real que su legado cambió el curso de la historia. Otros grandes escritores, como Jean-­Paul Sartre o Albert Camus, encontrarían en su obra una poderosa fuente de inspiración. Según Harold Bloom, el prestigioso crítico literario, el siglo XX fue más la época de Kafka que la de Freud.

Tal vez nuestro autor proporcione aún grandes sorpresas. La última de sus compañeras, Dora Diamant, conservó muchos de sus últimos escritos hasta que la Gestapo los confiscó. ¿Dónde se encuentran los cuadernos y las cartas desaparecidos? La búsqueda aún no ha dado resultados, pero nunca se sabe.

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