Los últimos días de la Segunda República
En el último medio año de la Guerra Civil española, los problemas que ya habían definido la situación del bando republicano se agravaron. La derrota estaba sentenciada.
Desde finales de 1938, las cosas no iban bien para la República . En Europa, la Alemania nazi tensaba las cuerdas con sus anexiones de territorios, mientras las democracias occidentales practicaban una política de apaciguamiento para evitar el conflicto armado. Negrín, presidente del gobierno republicano, prefería alargar el conflicto español a la espera de que Francia y Gran Bretaña no le hicieran más concesiones a Hitler y, por fin, estallara una contienda europea.
En los territorios que todavía mantenía la República, los desacuerdos entre fuerzas políticas era cada vez más graves y el desánimo campaba a sus aires. La caída de Cataluña en manos del bando franquista agravó la situación.
Conspiración en Madrid
La guerra estaba perdida, pero Negrín intentó proseguirla, esperando el conflicto en Europa. Sin embargo, la gente estaba cansada; ya solo sus partidarios y los comunistas secundaban su proyecto. En enero de 1939, el presidente del gobierno expuso a los altos cargos del Ejército y a sus ministros que debían seguir luchando hasta conseguir una paz negociada. Los militares no compartían esa visión. El pesimismo había calado en el Ejército, la Aviación y la Marina, donde la mayoría se consideraban derrotados. Los gobiernos británico, francés y norteamericano deseaban cerrar el capítulo de la guerra española, de la que también se había desentendido Stalin.
El coronel Segismundo Casado, el socialista Julián Besteiro y el anarquista Cipriano Mera encabezaban una conspiración para sustituir a Negrín y negociar el final de la guerra.
Mientras tanto, en Madrid, el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, el socialista Julián Besteiro y el anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo, encabezaban una conspiración para sustituir a Negrín y negociar el final de la guerra. El 5 de marzo, en los sótanos del Ministerio de Hacienda, cuartel general de las tropas de Madrid, Besteiro, Mera y Casado se sublevaron contra Negrín y constituyeron un Consejo Nacional de Defensa. Contaban con partidarios en toda España y, cuando se apoderaron de Alicante, Negrín se vio abandonado. Dejó España con algunos ministros y personalidades desde el aeródromo de Monóvar.
El Consejo Nacional de Defensa, ahora único gobierno republicano, mantenía conversaciones con delegados del gobierno de Burgos preparando una rendición. No todos estaban de acuerdo y, en la madrugada del 6 de marzo, chocaron en Madrid los partidarios del Consejo y miembros del Partido Comunista.
Cuando el Consejo ordenó detener a todos los mandos comunistas, estos reaccionaron y tomaron diversos edificios y puntos de la ciudad. La población contempló horrorizada cómo los republicanos luchaban y se mataban entre sí hasta la mañana del día 12. Murieron unos dos mil hombres en la insensata refriega, en la que ambos bandos habían asesinado a sus prisioneros. Una vez controlado Madrid, Casado ordenó detener a varios dirigentes comunistas e hizo fusilar a algunos de ellos.
Rendición sin condiciones
El Consejo de Defensa se reunió para proponer a Franco una paz sin represalias, con distinción entre los delitos comunes y políticos, respeto a la vida y la libertad de los militares que no hubieran cometido delitos comunes y un plazo de 25 días para poder exiliarse. Sin embargo, Burgos respondió que solo aceptaba la rendición incondicional, sin negociación previa.
El 22 de marzo, el Consejo de Defensa comprendió la situación, aceptó la rendición incondicional y ordenó a los gobernadores civiles que preparasen la evacuación. El 26, las tropas de Franco avanzaron en Extremadura sin encontrar resistencia, y al día siguiente ocuparon Almadén y varias localidades de Toledo. El 28, Casado se trasladó a Valencia, desde donde abandonó España en un buque británico. De los miembros del consejo, solo Besteiro permaneció en su despacho, donde fue detenido.
El Consejo de Defensa se reunió para proponer una paz sin represalias, pero el gobierno de Franco solo aceptaba una rendición incondicional.
Más de 150.000 personas, desde políticos y jefes militares hasta mujeres y niños, se habían concentrado en Alicante con la esperanza de embarcar y huir. El mismo 28 partió el barco Stanbrook abarrotado, y, desde la madrugada del día siguiente, una multitud aguardaba en el puerto.
Mientras, un representante republicano se entrevistaba con miembros de la delegación internacional y del cuerpo consular en espera del mercante Winnipeg y de otros buques prometidos por el gobierno francés. Hasta que los nacionales situaron dos barcos en la bocana del puerto e impidieron que entrara o saliera ningún barco. Al atardecer del día 30, la división italiana Littorio llegó al puerto, mientras entraban los buques con tropas españolas. Todos los refugiados quedaron prisioneros y fueron conducidos al campo de concentración de Albatera, al sur de Alicante. El 1 de abril de 1939, el parte oficial del Cuartel General del Generalísimo anunció que la guerra había terminado.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 493 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.