Gorbachov asume el poder
Mijaíl Gorbachov fue elegido jefe de Estado hace 30 años con la intención de reformar el modelo soviético. El fin de la URSS estaba muy cerca.
Cuando Mijaíl Gorbachov llegó al poder, halló un país con graves problemas. Tras el fallecimiento de Stalin tres décadas antes, la denuncia de sus métodos represivos no llevó nunca a cuestionar el monopolio comunista del poder. Por otra parte, la carrera armamentística con Occidente había contribuido al estancamiento económico.
Para cambiar las cosas, Gorbachov anunció un programa de reformas que se haría popular a través de las consignas de perestroika (reestructuración) y glásnost (transparencia). Su objetivo no era establecer una democracia, sino proceder a una revitalización del socialismo.
Una población frustrada
El programa aperturista de Gorbachov sedujo a Occidente, pero no tanto a los soviéticos. El cambio despertaba demasiadas ilusiones de libertad y los temores de la vieja guardia comunista. Las reformas fueron incapaces de traducirse en hechos tangibles.
La perestroika torpedeaba la ineficaz economía de planificación estatal, pero no se había creado un sistema de mercado capaz de tomar el relevo. De ahí que la población acabara identificando la política de Gorbachov con escasez.
Otra política exterior
Ansioso por reactivar la economía de la URSS, Gorbachov quiso recortar el gasto militar y llegó a un acuerdo de desarme con Estados Unidos. También llamó la atención del mundo al anunciar la retirada de las tropas de Afganistán, donde los soviéticos se habían enfangado en una guerra sin fin, comparable a lo que había sido Vietnam para Estados Unidos.
A su vez, en Europa del Este, el Kremlin manifestó su voluntad de no intervenir en los asuntos de los países satélites. Se acababa de poner en marcha la “doctrina Sinatra”, denominada así por la canción My Way (A mi manera), una referencia a la nueva era de libertad que se inauguraba.
Satélites en revolución
Cuando quedó claro que Moscú no iba a reprimir el descontento político, una oleada democratizadora sacudió Europa del Este. Primero fue el éxito de los no comunistas en Polonia. Después caía el Muro de Berlín. En Checoslovaquia, la “revolución de terciopelo” llevó a la presidencia al disidente Václav Havel, un respetadísimo escritor.
Terremoto en casa
Para detener la liberalización, los sectores más duros del Partido Comunista alentaron un golpe que fracasó. Aunque Gorbachov conservó la presidencia, su cargo estaba ya vacío de contenido. Boris Yeltsin era el nuevo hombre fuerte.
La URSS se deshizo, escindiéndose en diversas repúblicas. Letonia, Lituania y Estonia, que habían anunciado un año antes su emancipación de Moscú, la llevaron a cabo. La Federación Rusa, Bielorrusia y Ucrania constituyeron la Comunidad de Estados Independientes, en la que se integrarían poco después las restantes doce exrepúblicas de la URSS.
Este artículo se publicó en el número 582 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.