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El arquitecto del Führer

A la caída del Tercer Reich, el que había sido arquitecto favorito de Hitler fue condenado en los juicios de Núremberg a veinte años de cárcel. Tras su liberación, intentó lavar su imagen.

Hitler y Speer en Obersalzberg. Foto: Wikimedia Commons / Bundesarchiv, Bild 183-V00555-3 / CC-BY-SA 3.0.

Quien fue Albert Speer Hitler

Cuando Geoffrey Lawrence, presidente del Tribunal Militar Internacional de Núremberg, preguntó a los máximos dirigentes del nazismo cómo se declaraban respecto a las acusaciones, Albert Speer contestó: “No culpable”.

Aunque había visitado el campo de concentración de Mauthausen, dijo no conocer la dramática situación de los internados. También dijo no saber nada acerca de la denominada Solución Final. Sin embargo, admitió el empleo de trabajadores forzados en las fábricas bajo su jurisdicción y, en su declaración final, condenó expresamente la figura de Hitler. Quizá por ello Speer se salvó de la horca.

Aun así, el tribunal le halló culpable de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad y le condenó a 20 años de reclusión. Liberado a los 61 años, el que había sido el ministro más joven de Hitler dedicó el resto de su vida a lavar su imagen. Los libros que escribió al respecto se vendieron por millones, mientras él concedía entrevistas y aparecía en televisión contando “su historia” y repitiendo que no sabía nada sobre el Holocausto.

Los máximos dirigentes del nazismo en los juicios de Núremberg. Foto: WIkimedia Commons / Bundesarchiv, Bild 183-V01057-3 / CC-BY-SA 3.0.

TERCEROS

Fascinación por Hitler

Albert nació el 19 de marzo de 1905 en Mannheim, en el seno de una familia de la alta burguesía. Aunque quería ser matemático, el joven Speer se plegó a los deseos paternos y comenzó en 1923 los estudios de arquitectura. Tras licenciarse en 1927, completó su formación en el estudio del afamado profesor Heinrich Tessenow, de quien se convirtió en ayudante.

A finales de 1930 sus alumnos le arrastraron a un mitin de Hitler donde quedó fascinado tanto por él como por su discurso.

Centrado en su profesión, Speer sentía poco interés por la política. Sin embargo, a finales de 1930 sus alumnos le arrastraron a un mitin de Hitler. Quedó fascinado tanto por él como por su discurso. Al año siguiente ingresó en el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Sus primeros tiempos en el NSDAP no supusieron grandes ventajas, pero todo cambió con la llegada al poder del partido a principios de 1933.

Retrato de Albert Speer. Foto: Wikiimedia Commons / Bundesarchiv, Bild 146II-277 / Binder / CC-BY-SA 3.0.

TERCEROS

La decoración para la gran concentración del primero de mayo en el campo de Tempelhof supuso su primer triunfo. El éxito de la operación le sirvió como carta de presentación para su segundo gran proyecto: el quinto congreso del partido en Núremberg. En esa ocasión, Speer quería utilizar una enorme águila de unos veinte metros trabada en una estructura de madera. Nadie se atrevía a decidir, así que él mismo tendría que presentárselo al Führer. Tras un somero vistazo, Hitler estuvo de acuerdo, aunque no prestó atención a su portador. Al menos en apariencia.

Sin embargo, poco después le incluyó en el equipo de Paul Ludwig Troost, encargado de remodelar la Cancillería del Reich. Y lo que era aún más importante: le dio entrada en su círculo íntimo. La muerte del profesor Troost le allanó el camino. Se había convertido, sin saberlo, en el arquitecto del Führer.

Íntimos amigos

Pronto formó un excelente equipo y se trasladó cerca de la residencia de Hitler en el Obersalzberg, al igual que otros líderes nazis. Sería habitual ver a sus retoños de la mano del canciller, en especial a su hija Hilde, o jugando con los hijos de Martin Bormann, futuro presidente de la Cancillería.

Entre Hitler y Speer se había establecido una estrecha relación. Probablemente, el canciller había visto en él a un inteligente profesional capaz de plasmar en piedra sus sueños de grandeza. La relación era tan fluida que a veces el Führer lo recibía con un “¡Heil Speer!”, cosa que nunca hizo con nadie más.

Speer se rodeó de un eficiente equipo de profesionales a los que pedía plena dedicación a cambio de un buen salario y una amplia libertad creativa, que tan solo supervisaba.

Al encargo de la construcción de un gran estadio para las concentraciones del partido en Núremberg siguieron el del pabellón alemán para la Exposición Universal de 1937 en París y el de la Nueva Cancillería del Reich al año siguiente. Entretanto, Speer fue nombrado inspector general de la Construcción de Berlín, con la misión de remodelar completamente la ciudad hasta convertirla en Welthauptstadt Germania, “Capital mundial Germania”.

El edificio de la Nueva Cancillería diseñado por Speer. Foto: Wikimedia Commons / Bundesarchiv, Bild 146-1987-003-09A / CC-BY-SA 3.0.

TERCEROS

Para desempeñar la tarea, Speer se rodeó de un eficiente equipo de profesionales. Les pedía plena dedicación a cambio de un buen salario y una amplia libertad creativa, que tan solo supervisaba. Él practicaba con el ejemplo, dado que podía pasar semanas sin ver a sus hijos, de los que se alejó de forma irreversible.

Entre sus ayudantes destacaba Rudolf Wolters, su mejor amigo, que se encargaría de velar por su familia durante los largos años de encierro. Sin embargo, la falta de reconocimiento de Speer, que siempre asumió como algo natural que se hiciesen cosas por él, llevó a Wolters a romper la relación en 1971.

Entrada al Ministerio

En 1942, Speer sustituyó al recién fallecido ministro de Armamentos y Municiones del Reich en el cargo. Su nombramiento tras la ofensiva sobre Moscú resultó providencial. Aunque no siempre pudo allanar los obstáculos, la producción armamentística bajo Speer creció de forma exponencial, aparentemente ajena a los bombardeos crecientes que sufría su industria. Para lograr sus objetivos, el ministro se mostraba implacable.

El mejor amigo de Speer fue Rudolf Wolters. Foto: Wikimedia Commons.

TERCEROS

Enfrascado en su tarea, no parecía darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Así hablaba años después su amigo Wolters: “La triste verdad es que no le importaban los judíos, del mismo modo que más tarde no se preocuparía por los millones de trabajadores forzados esclavizados para él. Cuando necesitaba algo, lo reclamaba, al margen del costo humano”.

El nombramiento de Speer como ministro de Armamentos y Municiones permitió incrementar de forma exponencial la producción armamentística del Reich.

Sin embargo, la guerra seguía su adverso curso para el Reich. Hitler no vio otra opción que aumentar la producción armamentística, y Speer parecía ser el único hombre capaz de lograrlo. En septiembre, su ministerio ampliaba su ámbito de actuación a prácticamente toda la producción industrial, incluida la civil. Poco más tarde llegarían los transportes.

Speer no vivía ni dormía. En enero de 1944 fue ingresado en una institución sanitaria de las SS con claros síntomas de agotamiento, que se agravaron a causa de una afección pulmonar. Pasados los días más críticos, siguió trabajando desde la cama, pero perdió parte de su poder en beneficio de los protegidos de Bormann.

Albert Speer al final de la Segunda Guerra Mundial. Foto: Wikimedia Commons / Bundesarchiv, Bild 183-1984-1206-511 / CC-BY-SA 3.0.

TERCEROS

La situación se complicó cuando apareció su nombre, aunque junto a un interrogante, en la lista de futuros ministros preparada por los protagonistas del fallido golpe de Estado del 20 de julio. Durante varias semanas Speer temió por su vida, pero Hitler no pareció pensar que su antigua alma gemela formara parte del complot. Pese a todo, un creciente abismo se estaba generando entre ambos. Contrario a la represión contra los conspiradores, Speer abogó por alguno de ellos sin demasiado éxito.

De Spandau a la libertad

Consciente de que la guerra no podía ganarse, intentó en vano hacérselo saber a Hitler. Speer llegó al búnker de la Cancillería la noche del 23 de abril de 1945, sin motivo que justificara el viaje. Quería ver a Hitler y despedirse de él. Le deseó buena suerte, como se la desean dos buenos amigos, aunque sin la emotividad que el momento parecía requerir.

Speer llegó al búnker de la Cancillería la noche del 23 de abril de 1945 con la intención de ver a Hitler y despedirse de él.

Muerto el Führer, Speer fue designado para la cartera de Economía y Producción en el efímero gobierno presidido por el almirante Karl Dönitz. Junto a los demás ministros, fue detenido por los británicos en Flensburg el 24 de mayo de 1945.

Prisión berlinesa de Spandau, donde Speer cumplió condena.

TERCEROS

Después de su juicio en Núremberg, el 18 de julio de 1947 Speer fue trasladado a la cárcel berlinesa de Spandau, donde pasó los siguientes veinte años. Su liberación tuvo lugar el 1 de octubre de 1966. Se había convertido en un personaje mediático, y jugó dicha carta con todas sus consecuencias. Muertos sus padres, alejado de sus antiguos amigos y con unos hijos que tan solo le visitaban ocasionalmente, dedicó el resto de su vida, junto a su esposa, a explicar su verdad. Speer murió en Londres, donde mantenía una relación con una mujer de origen alemán y donde había viajado para ofrecer una entrevista a la BBC, el 1 de septiembre de 1981.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 531 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.