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Auguste Rodin, el excéntrico escultor

Quizá Rodin no fue tan revolucionario como podría creerse en su momento, pero sí debemos considerarlo el artista que terminó de una vez por todas con la escultura de visión única

Auguste Rodin en su estudio en 1898.

Curiosidades Rodin en su estudio

Rodin fue el artista que acabó para siempre con las estatuas de visión frontal. Sus obras, como tantas cosas en la vida, tenían dos caras. Rodin lo sabía muy bien: en su biografía se encadenaron la frustración más profunda y el éxito más extraordinario.

Parte de su fama se debió a la multitud de escándalos que protagonizó. Lejos de hundirle y marginarle, como ocurrió con otros artistas del siglo XIX, le encumbraron. Ello fue gracias a que famosos escultores de la época, como Carrier-Belleuse, supieron ver talento donde otros veían trampas o excentricidades.

Todo ello le convirtió en el genial artista que ha pasado a la historia. Aquí van algunas curiosidades sobre él y sus obras.

1. Sin futuro

Su galopante miopía no le auguraba ningún futuro en el mundo artístico. Fue rechazado hasta tres veces en la Escuela de Bellas Artes y tuvo que conformarse con trabajar de ayudante para la legión de decoradores y estucadores que, bajo las órdenes de Georges-Eugène Haussman, le estaban cambiando la cara a París. Durante un año, incluso, ingresó en una congregación religiosa y acarició la idea de tomar los hábitos.

2. La excentricidad como arma

Todo artista que se preciara debía encarar una prueba de fuego: exponer en el Salón. Este representaba una de las grandes citas de la vida social parisina y seguía unas estrictas convenciones: las obras expuestas eran rigurosamente seleccionadas por la Academia y debían ajustarse a ciertos patrones.

Rodin sufrió el rechazo y el escándalo (como sucedería a impresionistas y postimpresionistas), pero las reacciones adversas se convirtieron en su mayor aliado: le sacaron del anonimato. Sus excentricidades, en lugar de marginarle, dispararon la demanda de sus obras, y pronto tuvo que rodearse de ayudantes para satisfacer los encargos que le llegaban desde distintos puntos del globo.

El beso de Rodin.

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3. El gran acierto

Las esculturas de Rodin supusieron nuevos bríos en un arte que, a diferencia de la pintura, poco había evolucionado en los siglos anteriores, sumido en el frío academicismo. Sus trabajos, sin embargo, no se alejaban radicalmente de los cánones de su admirado Miguel Ángel.

El artista dejó partes de sus obras sin esculpir y las encomendó a la imaginación del espectador (como el asiento de El beso), ensayó poses alejadas del clasicismo y llevó a cotas insospechadas su realismo (por primera vez desde hacía siglos las esculturas femeninas tenían genitales, como Iris, la mensajera de los dioses).

El gran acierto de Rodin consistió en renovar la escultura el grado justo para que fuera aceptable.

4. El escultor que no esculpía

Miguel Ángel concebía sus esculturas y empuñaba él mismo el cincel para darles vida. Rodin, sin embargo, nunca pudo igualar en este punto al que consideraba su maestro. Dejó la dificilísima tarea de tallar el mármol en manos de expertos, probablemente a causa de su miopía. El talento de Rodin residía en el tacto de sus manos: ante todo era un modelador. Sus figuras de yeso, arcilla, cera o terracota eran luego transformadas en moldes para fundir en bronce o se esculpían en mármol.

La puerta del infierno, obra inacabada de Rodin. Foto: Wikimedia Commons / Roland ZH / CC BY-SA 3.0.

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5. El infierno de Rodin

En 1880 Rodin recibió su primer encargo público: una puerta de bronce para el futuro Musée des Arts Décoratifs, cuya decoración debía versar sobre pasajes de la Divina comedia de Dante, una obra archipopular entre la intelectualidad francesa del siglo XIX. El encargo se quedó solo en proyecto, pues el museo jamás se construyó, pero Rodin consagró el resto de su vida a aquella obra, sin darla nunca por concluida. En La puerta del infierno, como se la apodó, Rodin ensayó los hallazgos plásticos que se convertirían en sus famosas estatuas, como El beso.

6. El poeta rojo

La famosa estatua de El pensador representaba a Dante. La escultura fue modelada entre 1880 y 1882 para presidir La puerta del infierno, y en 1888 Rodin la exhibió por primera vez como obra exenta, concretamente en Copenhague y bajo el nombre de El poeta. Fue reproducida en multitud de tamaños, pero una de sus copias, situada frente al Panthéon de París, fue adoptada como símbolo de los socialistas. Ello no gustó a las autoridades, que la retiraron al que hoy es el Museo de Rodin.

El pensador, de Rodin.

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7. El amor y la pasión

Rodin tuvo una mujer en su vida y una pasión. La primera fue Rose Beuer, una costurera que conoció a los 24 años y que, poco después, le dio un hijo. Rose encarnó el papel de esposa pese a que él solo accedió a pasar por la vicaría a los 77 años, pocos meses antes de morir.

La pasión la encarnó otra mujer, la escultora Camille Claudel. Cuando se conocieron ella tenía 19 y él 43. Camille entró en su taller como estudiante y pronto se convirtió en su colaboradora, modelo y amante. Rodin, sin embargo, nunca quiso abandonar por completo a Rose y, tras 15 años de relación, rompió con Camille. Nunca la olvidó. Cuando mucho después supo que estaba ingresada en una institución mental, corrió con todos los gastos.

Retrato de Camille Claudel.

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8. De hogar a museo

Los últimos años de Rodin transcurrieron en el Hôtel Biron, un edificio cerca de París. En 1912, una orden estatal estipuló que el edificio debía ser demolido. El artista persuadió a las autoridades de que lo mantuvieran en pie, le dejaran vivir en él para el resto de sus días y lo convirtieran en un museo en su honor tras su muerte. A cambio, legó al Estado francés su fortuna y su obra.

9. El olvido de la leyenda

Con el trato que hizo, pasó de ser una acaudalada leyenda viva a un viejo moribundo del que todo el mundo pareció olvidarse. Rodin y Rose vivieron sus últimos días con la penuria de no tener carbón para caldear la casa por la que el escultor lo había dado todo. Ella murió de pulmonía en febrero de 1917. Él falleció en noviembre de ese año. A Rodin, acostumbrado a décadas de fabuloso estrellato, le tocó morir conociendo, una vez más, la otra cara de la vida.

El Hôtel Biron, actual Museo Rodin. Foto: Wikimedia Commons / Dalbera / CC BY-SA 2.0.

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10. El museo en el cielo

En los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York se perdió el popularmente conocido como “Museo en el cielo”. En el piso 105 de la Torre Norte se ubicaban 300 esculturas y dibujos de Rodin propiedad de la firma de seguros Cantor Fitzgerald, cuyo fundador poseyó la mayor colección privada del mundo de obras del artista francés (700 piezas).

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 435 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.