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En busca del reino de Saba

En la región de Marib, las excavaciones arqueológicas intentan desentrañar los orígenes de una de las civilizaciones antiguas más florecientes de Yemen. ¿Quizás el reino de Saba?

"La visita de la reina de Saba al rey Salomón", óleo de Edward Poynter, de 1890.

Marib reino Saba visita Salomo?n

Marib está en el punto de mira de la comunidad científica. Las excavaciones que desde mediados del siglo XX se realizan en esta inhóspita región del desierto arábigo (a unos 130 km de Sana’a, actual capital de Yemen) podrían revelar los orígenes del legendario reino de Saba. El germen de este reino ha sido y es objeto de debate: ¿floreció en el sudoeste de la península arábiga, en el actual Yemen, o en la costa africana del mar Rojo, en Etiopía?

Se sabe que existió gran relación entre sus gentes, pero se desconoce a ciencia cierta en qué lugar se asentó el mítico reino. Las ruinas de esta ciudad tal vez escondan la respuesta y aporten las claves para resolver el enigma de la misteriosa reina sabea mencionada en libros sagrados.

Primeras exploraciones

El primer europeo en visitar Marib fue Thomas Arnaud, farmacéutico francés convertido en explorador. Arnaud viajó hasta allí en 1843 con el ánimo de hallar las exóticas especias con que comerciaba el reino de Saba. Bajo disfraz árabe y fascinado por las ruinas de algunos templos, tomó copias de inscripciones (realizadas con un alfabeto de 29 caracteres basado en el cananeo) y trazó planos para registrar el hallazgo. Sus dibujos abrieron la veda a la exploración yemení.

Al fondo, la ciudad antigua de Marib, en el desierto yemení.

TERCEROS

A Arnaud le sucedió otro francés en 1869, J. Halevy. Miembro de la Academia de Inscripciones de París, visitó Marib y tomó nuevos apuntes, aunque solo de inscripciones. Habría que esperar a 1888 para que el orientalista austríaco E. Glaser recogiera mayores detalles del yacimiento, mediante planos, mapas y más de 400 copias de inscripciones, y diera a conocer algunas de las antigüedades del sur de la península arábiga, que depositó en museos europeos.

Hasta bien entrado el siglo XX, obtener mayor información arqueológica de la zona resultó infructuoso. En 1951, el magnate estadounidense Wendell Phillips, presidente de la Fundación Americana para el Estudio del Hombre (AFSM), se convirtió en el primero en dirigir allí una expedición. Sus excavaciones, que dieron con restos de entre el I milenio a. C. hasta los primeros siglos de nuestra era, fueron determinantes para el estudio de una civilización que se reveló altamente desarrollada. Por desgracia, en menos de un año la inestabilidad política de Yemen truncó su trabajo.

En duras condiciones

Desde su inicio, las excavaciones arqueológicas en Marib han estado marcadas por las dificultades. En 1952 Phillips abandonó el país por falta de seguridad. Yemen se convirtió durante años en escenario de enfrentamientos tribales y en 1986 estalló una guerra civil que de nuevo interrumpió los trabajos. Habría que esperar casi a principios de los noventa para que el gobierno volviese a autorizar expediciones.

Salomón y la reina de Saba.

TERCEROS

Desde entonces han se­guido los pasos de Wendell Phillips su hermana Merilyn al frente de la AFSM, por un lado, y el Instituto Alemán de Arqueología, por otro. Hoy por hoy la prioridad parece ser otra. Aunque el país es en muchos sentidos un polvorín, lo peor es el avance del desierto, que volvió a engullir parte de los hallazgos de Phillips. La arena del desierto es una fiel aliada en la preservación de los templos, a los que recubrió y salvó del pillaje durante siglos, y una enemiga acérrima de la arqueología.

Día a día, las tormentas arenosas imposibilitan la visión y las dunas insisten en invadir el yacimiento. De momento, se mantiene a salvo el Templo de Arsh Bilquis, que significa Trono de Bilquis, o de la reina de Saba. Los arqueólogos germanos lo dejaron al descubierto en 1998 tras nueve años de trabajo.

Se trata de un conjunto arquitectónico formado a su vez por cuatro templos construidos sucesivamente uno obre otro, que fue destruido al principio de nuestra era, aunque se conservan casi intactas las seis im­ponentes columnas que emergen de su podio central. Situado al sur de la antigua ciudad, la hipótesis más aceptada es que entre los siglos X a. C. y IV d. C. fue un lugar de culto al que solo accedían las familias poderosas.

El templo sepultado

Más difícil resulta el trabajo en Mahram Bilquis, cuya traducción del yemení es lugar santo de la reina de Saba. Es el templo preislámico más grande al sur de Arabia, hecho que denota su importancia como centro de culto. Fue explorado por vez primera por Phillips. Los trabajos han demostrado que el edificio se construyó durante el siglo X a. C. y fue usado con asiduidad hasta el VI d. C. Sin embargo, no hay pruebas concluyentes sobre la naturaleza de sus ceremonias.

Los trabajos de Bill Glanzmann y Brian Moorman, de la Universidad de Calgary, en Canadá, han determinado que el templo estaba dedicado a Almaqah, dios sabeo de la luna y la fertilidad agrícola. Además, suponen habituales los sacrificios animales, a razón de los numerosos huesos hallados. Al margen de posibles rituales, el gran valor arqueológico del templo reside en la cantidad de inscripciones de sus muros.

Las excavaciones arqueológicas han detectado complejas estructuras bajo la arena.

TERCEROS

Solo en la entrada, el equipo liderado por Glazmann encontró en 2001 más de 300 de entre los siglos VIII y IV a. C. En su mayoría relatan episodios bélicos, reproducen leyes y aportan datos religiosos. También ofrecen información muy valiosa sobre historia social y política, ya que contienen la primera cronología de los reyes de Saba con que los investigadores dicen haber dado. En este listado, la mítica reina de Saba no parece mencionada ni con el título de soberana ni con el nombre de Bilquis.

Los expertos tratan de averiguar si se la cita bajo otra denominación. Mahram Bilquis aún oculta grandes tesoros. El radar de la AFSM ha detectado bajo la arena estructuras que formaban parte del complejo del templo, de más de 6 hectáreas. Entre ellas, una calzada de unos 5 kms que lo unía con la ciudad.

Las aguas del desierto

La excelencia de este centro religioso está determinada por la importancia de la propia ciudad de Marib, próspera en el I milenio a. C. gracias a un sistema de irrigación pionero que convirtió un valle desértico en un vergel de más de 9.600 hectáreas. Aquel lugar, ideal para el descanso de las caravanas cargadas de especias, como la mirra y el incienso, hizo posible que hacia 1200 a. C. la región de Marib comerciara con el norte de Arabia, Palestina y Siria, y que durante el I milenio a. C.dominara el comercio del mar Rojo y del océano Indico.

La inestabilidad del sur de Arabia y la falta de revisiones periódicas a la presa contribuyeron a su abandono.

Los habitantes de Marib fueron genios de la ingeniería hidráulica, como demuestra su presa, que aprovechaba las aguas del valle Wadi Dhanapara regar las zonas fértiles. Su éxito residía en una gestión estricta del volumen del agua que admitían las tierras cultivadas y en la habilidad para renovar la irrigación de los campos.

Los arqueólogos estiman que la construcción de de la presa se inició alrededor del año 1000 a. C. y no se completó hasta medio siglo después. Exacta­mente, durante el reinado de Ali Yanouf Bin Dhamar Ali, soberano sabeo al que hacen referencia las inscripciones de las paredes de la presa. Estas también revelan los nombres de los muchos reyes que, año tras año, contribuyeron a su reparación. La última, en 557 d. C.

En adelante llegaría el declive. La inestabilidad del sur de Arabia y la falta de revisiones periódicas a la presa contribuyeron a su abandono. La importancia de los templos y de la presa de Marib ha hecho que los trabajos arqueológicos obviaran en parte la antigua ciudad, prácticamente inexplorada y sepultada a 21 metros bajo la arena. Y es que solo para desenterrar en su totalidad el Templo de Mahram Bilquis se estima que serán necesarios más de doce años.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 438 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com .