El cuerpo humano es mucho más que biología: la cultura de cada época determina los ideales acerca de lo que constituye una apariencia física perfecta. De ahí que, al tratar este tema, hablemos de historia de las mentalidades. Eso también es así con el culo, una zona de nuestra anatomía con la que acostumbramos a tener una relación complicada. La despreciamos, por un lado, porque nos parece poco noble como vía de evacuación de nuestros desechos. Pero, al mismo tiempo, nos sentimos atraídos por tan poderoso instrumento de estímulo sexual.
En cualquier caso, siempre que miremos hacia el pasado debemos tener presente el contexto de la época para no caer en interpretaciones anacrónicas. Los culos de las pinturas de Rubens, por ejemplo, no representan únicamente un gusto por la belleza exuberante. Simbolizan, además, el carácter femenino, que tendería siempre a la emocionalidad. A las personas delgadas, en cambio, los prejuicios del momento les presuponían una capacidad de raciocinio superior.

'Las tres Gracias' de Rubens representaron durante el Barroco el canon de belleza de la época
Máster en Bellas Artes por la Universidad de Columbia, Heather Radke nos propone en Culos. Una historia trasera (Almuzara) un recorrido por las distintas maneras en que la sociedad occidental se ha relacionado con esa parte de las mujeres. Según la autora, el culo femenino se ha utilizado “como medio para crear y reforzar jerarquías raciales, como barómetro de las virtudes del trabajo duro y como medida del deseo y disponibilidad sexual”.
Aquí no importa, por tanto, el hecho físico, sino las ideas que se generan alrededor del mismo. En unos casos, como instrumento de dominación. En otros, todo lo contrario: el combate contra la imposición de determinado canon de perfección corporal constituía una herramienta contra el patriarcado. Lo hemos visto recientemente, sin ir más lejos, en la reivindicación de las “mujeres reales” frente a la belleza inaccesible de las supermodelos.
La Venus vejada
Radke inicia su estudio con la trágica historia de Sarah Baartman, conocida como “la Venus hotentote”. Esta mujer nació en la actual Sudáfrica en la década de 1770. No sabemos mucho de ella, pero sí que acabó en Londres, donde se la exhibió como a un animal de feria. Para la mentalidad europea de la época, su prominente trasero evidenciaba la supuesta hipersexualidad que se atribuía a los negros.
Con el fin de dar espectáculo, se la vistió con adornos como los brazaletes de plumas de avestruz. Se buscaba, ante todo, vender al público un estereotipo. Todos aquellos que pagaran un suplemento añadido a la entrada podían disfrutar de un derecho adicional: pellizcarle el culo.

'La Belle Hottentote', ilustración que representa a Sarah Baartman
Baartman, por lo que sabemos, reaccionaba con disgusto. Nada más lógico. Pero sus protestas la hicieron aún más célebre. Los movimientos por la abolición de la esclavitud tomaron cartas en el asunto y empezaron a defenderla de aquella implacable explotación.
Cuando esta mujer murió, el zoólogo francés Georges Cuvier diseccionó su cuerpo. En su informe, el científico se dejó llevar por los prejuicios racistas. Aseguró que la difunta era “un pariente más cercano de los grandes simios que de los humanos”. Eso venía a demostrar que los africanos eran inferiores. De ahí que necesitaran que los europeos les mostrasen el camino.
Las críticas a los culos grandes, de este modo, conducían a la justificación del colonialismo. Lo que era una construcción cultural se vendía como un producto de la naturaleza. Había que respaldar las teorías a favor del supremacismo blanco como si estuvieran acreditadas por una hipotética ventaja de los cuerpos occidentales.
¿Apropiación cultural?
Heather Radke, llegado este punto, plantea una interesante hipótesis. ¿Influyó el caso de Baartman en la moda del polisón? Las mujeres usaban este armazón para abultar las faldas por detrás. Según un artículo periodístico anónimo de 1840, las damas recurrían a este artefacto “para tomar de su figura el carácter de la Venus de los griegos e impartirle el de la Venus de los hotentotes”.

Mujeres con polisón en una ilustración de la década de 1880
Si esto es cierto, podemos concluir que ya entonces existía lo que hoy denominamos “apropiación cultural”, que se define como la utilización de elementos de una cultura ajena que ha sido víctima de una situación de dominio.
Pero las modas cambian. En época de ascenso del feminismo, las líneas rectas sustituyen a las curvas. Constituían, como dice la autora, un sinónimo de “modernidad y libertad”. Es la década de 1920, la de las flappers, esas chicas modernas, elegantes y liberadas que desafiaron los convencionalismos de género. El rechazo del culo grande equivalía ahora a ser rupturista y defender la libertad sexual.

Coco Chanel en Biarritz en 1928
La cultura de masas impuso un arquetipo femenino ideal: el de la mujer a la última que había dejado atrás la moda decimonónica y sus grilletes. La flapper era incuestionablemente femenina, aunque sin el constreñimiento de la maternidad y las obligaciones domésticas. Al menos, esta es la narrativa habitual. Pero, como dice Valerie Steele, directora del Museo del Instituto Tecnológico de la Moda, existían nuevas imposiciones que habían sustituido a las viejas: las mujeres que no se parecían a Coco Chanel no tuvieron otro remedio que ponerse a hacer dieta o ejercicio.
La ausencia de culo también caracterizó, décadas después, el ideal corporal que transmitía Jane Fonda con sus ejercicios de aerobic, destinados a lograr un cuerpo delgado y flexible. Sus vídeos para mantenerse en forma hicieron furor, sobre todo entre las mujeres que no podían permitirse la cuota de un gimnasio. Este éxito aplastante convertiría a la actriz en un indiscutible icono de los años ochenta.
Lo que no está claro, desde un punto de vista feminista, es si ese triunfo resultó o no positivo. Para sus críticos, el aerobic reforzaba cualidades como la pasividad y la obediencia, vinculadas a los estereotipos de género más rancio, pues consistía en que la persona permaneciera dentro de su pequeño espacio e hiciese lo que otra le dicta.
Vuelve el culo grande, o no
Relacionamos el ideal del culo reducido con modelos como Kate Moss. La actriz Jennifer Lopez, en cambio, representa un modelo estético totalmente opuesto. Gracias a la puertorriqueña, el culo se convirtió en tema recurrente en las páginas de revistas de moda como Cosmopolitan. A su vez, la cantante Beyoncé se enorgulleció abiertamente de su trasero. Su actitud se interpretó de maneras opuestas: ¿subvertía el patriarcado o se mantenía dentro de los límites de la feminidad convencional?
No parece existir un único discurso. En función de los intereses de los grandes medios de comunicación se puede decir una cosa y la contraria. Por extraño que parezca, los mismos programas y revistas que exaltaban las curvas incitaban a su público a moldear su figura con la liposucción, y publicaban imágenes retocadas de celebridades que exhibían una exagerada delgadez.
Se daban aquí circunstancias paradójicas. ¿Cómo interpretar que una mujer como Beyoncé fuera ridiculizada por algunos por gorda cuando, en términos objetivos, está mucho más delgada que la media? La respuesta a este interrogante nos conduce, de nuevo, a la forma en que se crean los arquetipos de belleza, en los que la influencia de los medios de masas resulta decisiva.

Jennifer Lopez y Beyoncé en la Gala MET 2015
Una pregunta crucial es la referida a lo que podemos aprender de toda esta visita a nuestro pasado. Para Radke, su investigación tuvo un efecto benéfico: cuanto más sabía, mejor gestionaba sus sentimientos negativos hacia su propio cuerpo. Aprendió a cuestionar prejuicios, como los relativos al tamaño de su culo. ¿Demasiado grande según quién? Aprendió que su trasero no era ni un problema ni una bendición, sino simplemente un hecho. Su experiencia nos permite acabar la lectura con una conclusión reconfortante: parece que la historia, después de todo, sí sirve para algo.