Barbarroja aplasta la épica resistencia de los Tercios
EL ASEDIO A CASTELNUOVO
Año 1539. Tras una defensa histórica por apenas tres mil soldados de un tercio español, los otomanos, con cincuenta mil efectivos, toman la fortaleza de Castelnuovo
Tercios españoles, las temidas "legiones" que arrasaban en Europa
Tras la caída de Constantinopla en 1453, el Imperio turco iniciará su expansión hacia Europa. En 1480, las tropas otomanas desembarcan en el sur de Italia y toman la ciudad de Otranto, cuyo canal es la puerta de entrada al Adriático. Un año más tarde, el duque de Calabria, con ayuda de su primo el rey Fernando el Católico y del rey de Portugal, recupera la ciudad.
En 1500, Fernando envía una flota, bajo las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba a encontrarse con la armada veneciana, para levantar el asedio de Corfú y recuperar la isla de Cefalonia. Francia y la Corona española siguen enfrentadas en tierra italiana, pero, tras las victorias del Gran Capitán en Ceriñola y Garellano (1503), los franceses son expulsados de Nápoles, que se vincula a España.
Ya con Carlos V al frente de la Corona hispana, los otomanos conquistan Belgrado en 1521, y cinco años después se hacen con el reino de Hungría. El poderío turco, representado por el sultán Solimán el Magnífico, junto a Barbarroja, pirata y señor de Argel, nombrado almirante por el sultán, no da tregua en su avance. No obstante, en 1535, el mismo año en que Barbarroja ataca y saquea Menorca, la armada española toma la fortaleza de La Goleta y recupera Túnez.
La Santa Liga
La victoria conseguida en esta última plaza no cambió la situación en el Mediterráneo. La guerra de Carlos V con Francia desatada en 1536 supone el abandono de las campañas mediterráneas. No se pudieron retomar hasta que, dos años después, se firmó con los galos la Tregua de Niza.
Europa se halla en una tesitura comprometida. Por una parte, es imprescindible detener el poder turco y frenar el acoso continuo de corsarios berberiscos sobre las costas del Levante español. A su vez, Venecia, también a causa de la piratería, ve peligrar sus rutas comerciales con Oriente Medio. Y, por último, los Estados Pontificios están preocupados ante un eventual desembarco otomano que sitúe a los turcos a las puertas de Roma.
El 8 de febrero de 1538, en Roma, el papa Paulo III, Venecia y el emperador Carlos V firman una alianza que será conocida como la Santa Liga, cuyo objetivo es detener el avance turco hacia el centro y el sur de Europa. Uno de los puntos especificados en el acuerdo disponía que las tierras tomadas al turco en las costas dálmatas y griegas serían cedidas a Venecia. Por su parte, Francisco I de Francia no solo no se sumó a la Liga, sino que llegó a un acuerdo con Solimán el Magnífico en virtud del cual las tropas otomanas podían recalar en sus costas y puertos.
En la coalición alcanzada, el papado debía contribuir con 36 galeras, y España y Venecia con 82 cada una. Al frente de la flota de la Santa Liga, estará el conocido almirante genovés Andrea Doria. A pesar de haber servido al rey de Francia durante décadas, Doria se enemistó con Francisco I y aceptó la oferta que Carlos V le hizo para entrar a su servicio.
A partir de ese momento, los movimientos de tropas se suceden. El propio emperador dispuso el envío de dos mil soldados para apoyar a su hermano Fernando, rey de Hungría, y frenar el avance turco. Por otra parte, la flota de la Santa Liga debía reunirse en el puerto de Mesina. Cuatro compañías del Tercio de Lombardía partieron hacia la ciudad siciliana, y otros contingentes militares repartidos por Italia harían lo mismo. Uno de ellos era el Tercio de Florencia, cuyo maestre de campo era el burgalés Francisco Sarmiento de Mendoza.
Derrota en Preveza
En septiembre zarpó toda la flota española. Una parte puso rumbo al puerto de la ciudad de Crotona, donde debía resguardarse, ya que se tenía información de que Barbarroja navegaba por esas aguas. Al mismo tiempo, la escuadra al mando de Doria se dirigió a la isla de Corfú, donde les estaba esperando el general veneciano Vincenzo Capelo, con 55 galeras, el galeón San Marcos y 10 naves de provisiones, y su sobrino y patriarca de Aquilea, Marino Grimani, con 27 galeras del papado y de Malta.
Antes de que llegara el resto de la flota española, Grimani, por su cuenta, levó anclas y decidió atacar Preveza. Por la noche envió a su infantería al asalto de la plaza. Después de tres intentos infructuosos, ordenó a las tropas replegarse a sus naves, momento que aprovecharon los turcos para atacar e infligir numerosas bajas.
Andrea Doria y Barbarroja se encontraron en la bahía griega de Preveza, al sur de Corfú, el 28 de septiembre. El primer enfrentamiento entre las fuerzas de la coalición y la armada turca se saldó con la derrota de la Santa Liga. Barbarroja supo aprovechar las desavenencias entre los distintos mandos de la Liga, al tiempo que contó con una meteorología favorable.
Tras el desastre en Preveza, donde los turcos hicieron tres mil prisioneros, las galeras de Doria, las del papa y las venecianas tardaron tres jornadas en reunirse. Finalmente lo consiguieron en aguas de Corfú, donde permanecieron quince días reparando las naves y reorganizando estrategias.
Ante la superioridad de las tropas y los duros bombardeos, el 28 de octubre, los turcos se rindieron y entregaron Castelnuovo a la Liga
En los encuentros que tuvieron los almirantes y oficiales para evaluar la tragedia, las diferencias entre Capelo y Doria se pusieron una vez más de manifiesto. Capelo recriminaba al genovés no haberse enfrentado con más decisión a Barbarroja. Doria le recordó que se tuvo que retirar al ser los venecianos quienes habían abandonado la formación, y le reprochó no haber permitido que soldados españoles de infantería fuesen en las naves venecianas.
Toma de Castelnuovo
En Los Tercios en el Mediterráneo, el investigador Hugo Á. Cañete escribe: “Tras la mala jornada de Preveza quedaba claro que las fuerzas coaligadas tenían que hacer algún gesto antes de que llegase el invierno y terminara la campaña”. En la elección de la toma de Castelnuovo tuvieron que ver dos circunstancias. En primer lugar, la necesidad de buscar un sitio donde la infantería pudiera pasar el invierno, y, en segundo, la importancia de la plaza para controlar el Adriático.
Con soldados españoles repartidos en las galeras venecianas, la flota de la Santa Liga partió rumbo a Castelnuovo. La ciudad, en manos turcas, disponía de una guarnición de unos trescientos cincuenta hombres. Ante la superioridad de las tropas que llegaron y los duros bombardeos, el 28 de octubre, los turcos se rindieron y entregaron Castelnuovo a la Liga.
La negativa de España a ceder la plaza a Venecia, en contra de lo estipulado, provocó un enfrentamiento que terminó con el abandono de la Liga por parte de los venecianos. Andrea Doria nombró gobernador de Castelnuovo a Francisco Sarmiento de Mendoza, quien quedó al frente de la guarnición como maestre de campo de catorce compañías de los Tercios de Florencia, de Málaga, de Lombardía y de Nápoles. Estas unidades dieron lugar al que fue conocido como el Tercio de Sarmiento, o Tercio de Castelnuovo.
El abandono de Venecia y la disolución de la Santa Liga supusieron una merma importante de la flota española frente a la armada turca. A excepción de las fuerzas que debían permanecer en la fortaleza, Doria llevó sus naves hacia Brindisi, Otranto, Gallipoli y Tarento, donde licenció a las tropas italianas. La guarnición de Castelnuovo quedó así a su suerte. Los hombres del tercio viejo al mando de Sarmiento sabían que, en caso de ser atacados, debían defender la plaza sin posibilidad de recibir ayuda.
Las noticias de la pérdida de Castelnuovo llegaron hasta Barbarroja, quien zarpó desde Preveza con ciento cuarenta embarcaciones. Al día siguiente de su llegada frente a las costas de Castelnuovo, se desató una fuerte tempestad que ocasionó muy severos daños a la flota turca.
Solimán, conocedor de la importancia estratégica de la ciudad, dio instrucciones para recuperar Castelnuovo a toda costa. El otomano temía que la plaza pudiera convertirse en un punto débil de su imperio, desde el que Carlos tuviera la tentación de emprender una campaña terrestre contra sus posesiones.
Asedio por mar y tierra
El sultán ordenó a Barbarroja recomponer y rearmar la flota para tenerla lista en la primavera de 1539. Con la armada turca preparada, Barbarroja debía bloquear la plaza por mar. Para ello contaba con una flota formada por doscientas naves que embarcarían alrededor de diez mil infantes y más 4.000 jenízaros, unidades de élite del ejército otomano.
Asimismo, el gobernador turco de Bosnia, el persa Ulamen, deseoso de expulsar a aquellos españoles que habían acosado distintas zonas en su provincia, aportó un total de 35.000 soldados. Es decir, los turcos movilizaron cerca de cincuenta mil efectivos para desalojar a menos de tres mil defensores.
Venecia duda entre el enfrentamiento o la alianza con el turco. Sus rutas comerciales, imprescindible motor económico para su supervivencia, ya estaban suficientemente amenazadas. Además, Carlos V ofrece a la Serenísima la plaza conquistada en Castelnuovo. Pero los venecianos han tomado ya su decisión: rechazan la oferta española e inician conversaciones de paz con Solimán el Magnífico.
Ya en primavera, los tercios, desde el interior de la fortaleza, observan a las fuerzas otomanas desembarcar y empezar a tomar posiciones. Queda patente la veteranía de las unidades españolas, cuyas sorpresivas acciones de hostigamiento infligieron las primeras bajas de hombres y material a los turcos. Una vez reunido y ubicado el ejército turco, en derredor de la fortaleza, empezaron los trabajos para iniciar el asedio.
Los jenízaros no cesaban en su vocerío, haciendo llegar todo tipo de provocaciones al interior de las murallas
Casi una semana estuvieron cavando trincheras; al mismo tiempo, construyeron tres plataformas en las que emplazar los 44 cañones de sitio que habían traído para castigar la posición. En las numerosas salidas que hicieron los españoles con el fin de sabotear dichas tareas mataron en torno a mil turcos.
Iban pasando los días, y los ánimos estaban cada vez más alterados. Los jenízaros no cesaban en su vocerío, haciendo llegar todo tipo de provocaciones al interior de las murallas. En palabras de Cañete: “Aceptando finalmente la lucha y furiosos por la afrenta salieron en tromba por la puerta de la plaza 800 españoles, la mitad arcabuceros; y fue tal la escabechina que mataron a mil jenízaros e hirieron a otros tantos, obligando a los demás a retirarse y meterse literalmente en el mar”.
Defensa hasta el final
Transcurrían los meses, y Sarmiento y sus hombres iban agotando las provisiones. Tras innumerables intentos fallidos de tomar la fortaleza con la infantería, Barbarroja prohíbe las escaramuzas cuerpo a cuerpo y decide hacer uso de la artillería. Pero antes, como establecen las normas de combate, da la opción de rendirse con honra.
Poco antes, Sarmiento había recibido una misiva en la que se le comunicaba que la flota española en la zona, al disponer tan solo de 46 naves, no podía hacer nada frente a los turcos. Teniendo en cuenta la situación en la que se encontraban los suyos, la propuesta era más que tentadora. Tras una breve deliberación con sus capitanes, Sarmiento responde al mensaje: los tercios no se rinden e invitan a los turcos, con una frase que pasaría a la historia, a que vengan cuando quieran.
Barbarroja recibe la respuesta estupefacto e insiste en su oferta sin el resultado esperado. Sin más opciones, Barbarroja ordena el uso masivo de la artillería pesada de asedio. Durante nueve días los cañonazos no cesaron. Buena parte de la muralla fue derruida, y los turcos lanzaron el primer asalto, que acabó con numerosas bajas para ambos bandos. Los españoles no renunciaban a realizar salidas nocturnas, en las que eran capaces de liquidar a cientos de enemigos en pocas horas. A pesar de todo, Sarmiento era muy consciente de la situación: tenían numerosos heridos y ya habían perdido mil hombres.
Barbarroja mandó traer veinte cañones más desde las naves. Durante cinco jornadas intensificó los ataques con la artillería. A continuación, una multitud de turcos se abalanzóa través de las ruinosas murallas, y, tras un combate endiablado, los atacantes tuvieron que replegarse de nuevo.
Entre las ruinas de la fortaleza apenas quedan 800 españoles, en su mayoría heridos. El 7 de agosto entran en tromba miles de turcos y arrasan la plaza. En este último combate, Sarmiento y la mayoría de oficiales mueren, y los turcos se hacen con 300 prisioneros. Parte de ellos fueron a galeras y el resto llevados a Constantinopla para ser vendidos como esclavos. En total, el sitio duró veintidós días, y el número de bajas del bando turco fue de entre 16.000 y 20.000 aproximadamente.
Tras Castelnuovo, los turcos recuperaron el poder naval en el Mediterráneo, y en los años posteriores obtuvieron destacadas victorias, como Argel (1541), Trípoli y Bugía (1555), y también alguna derrota, como Orán (1563) y Malta (1565). Después del fracaso de la armada turca en Malta, se vivieron cuatro años de cierta tranquilidad en el Mediterráneo occidental.
Solimán muere en la campaña de Hungría al año siguiente. Su sucesor, Selim II, desembarcó en Chipre en 1570, y tres años después se hizo con el poder de la isla. Algo antes, en 1571, se conformó una nueva Santa Liga. Felipe II puso al frente a su hermanastro, don Juan de Austria, quien en octubre se encontró con la armada del sultán otomano frente a las aguas de Patrás, donde tendría lugar la batalla de Lepanto. Los cristianos vencieron y acabaron, en cierto sentido, con el mito de la superioridad de la flota turca.
Este artículo se publicó en el número 584 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.