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¿Cómo era vivir en galeras?

Hacinados, rodeados de suciedad y hedor, mal alimentados, atacados por piojos y enfermedades... Navegar en una galera era una experiencia difícilmente soportable.

Galera "La Réale" llegando a puerto en el siglo XVII. Foto: Wikimedia Commons / Med / CC BY-SA 3.0.

La vida en las galeras navegando

La vida en galeras no fue fácil. Los límites de espacio, la falta de higiene, los problemas sanitarios y alimenticios, los olores... no hacían de ellas lugares atractivos. Por otra parte, la existencia de los galeotes era inhumana.

En cualquier caso, miles de hombres sirvieron en galeras y las convirtieron en el siglo XVI en uno de los referentes de las aguas del Mediterráneo. La creación de escuadras permanentes para defenderse de los piratas y corsarios implicó mayor número de hombres a bordo. Todo ello repercutió en la vida de las dotaciones, en las que es imprescindible distinguir entre la tripulación y los remeros. Estas son las preguntas más frecuentes sobre cómo era la vida en las galeras:

¿Cuánta gente había en una galera?

A principios del siglo XVI, la cifra de hombres que formaban la dotación de una galera (tripulantes y remeros) se situaba en torno a los doscientos. De ellos, casi tres cuartas partes eran remeros. Entre estos, entorno a los cien o ciento cincuenta eran galeotes. La galera estaba al mando de un capitán, que contaba con la ayuda de un patrón para gobernar a la tripulación. Luego estaban los oficiales, los artilleros, el barbero, con suerte un cirujano, etc.

¿Qué eran los galeotes?

Eran remeros forzados. Por lo general, los galeotes eran reos que purgaban su pena remando en las galeras. Sus condenas oscilaban entre un mínimo de dos años y un máximo de diez, e iban a parar a las galeras por ser ladrones, por huir de la justicia o por haber agredido a otras personas. También se destinaba a las galeras a los prisioneros musulmanes. En ocasiones, a los sentenciados a pena de muerte se les conmutaba esta por un servicio de por vida. Al conjunto de los galeotes se lo denominaba chusma.

Recreación de los galeotes en una galera en el Museu Marítim de Barcelona. Foto: Wikimedia Commons / Dysmachus / CC BY-SA 2.5.

TERCEROS

¿Era realmente dura la vida de los galeotes?

Sí, incluso algunos testimonios lo comparaban con un infierno. Vivían encadenados con argollas de hierro que les producían terribles llagas, soportaban el calor, el frío, la lluvia, el sol o el látigo del cómitre muchas veces desnudos, pese a que su vestimenta corría por cuenta de la Corona.

¿Se percibía algún tipo de salario por servir en galeras?

Sí, aunque los sueldos variaban mucho de unos empleos a otros. El capitán era el mejor pagado y, entre los peor remunerados, estaban los capellanes. Los cirujanos, calafates y hombres de armas cobraban un sueldo intermedio, mientras que los remeros (hombres libres) cobraban muy poco dinero. En cambio, los galeotes no percibían salario, y se los alimentaba lo justo para mantenerlos con energía para remar.

¿Había remedios para el mareo?

Había distintas recomendaciones para reducir sus efectos. Se sugería comer poco los días anteriores al embarque y oler el mar durante esos días, pero evitando verlo. Durante las primeras jornadas de navegación, lo mejor era mantener una dieta escasa y no retener el vómito.

¿Dónde dormía la tripulación?

El capitán dormía en su cámara, en la que había ciertas comodidades: algunas sillas, taburetes, una cama con sus sábanas e incluso almohada. Los tripulantes dormían al raso, en algún punto de la cubierta, donde extendían un colchoncillo, y se protegían del frío con una manta. Con todo, lo peor no era carecer de cama o de otras comodidades, sino el movimiento de la galera y las picaduras de chinches, piojos y pulgas. Los integrantes de la chusma dormitaban en los bancos de remo, a los que estaban encadenados.

Recreación de La Real, la galera de Juan de Austria en Lepanto en el Museu Marítim de Barcelona. Foto: Wikimedia Commons / Fritz Geller-Grimm/ CC BY-SA 2.5.

TERCEROS

¿Cómo era la higiene a bordo de una galera?

Muy escasa. Se practicaba una especie de higiene seca que solo contemplaba el uso del agua para lavarse las manos y la boca antes de comer. Esa higiene seca, que se mantuvo hasta el siglo XVIII, consistía en limpiarse el sudor o darse friegas con un paño, a veces perfumado, que solo estaba al alcance de algunos de los embarcados. Para hacer las necesidades había una letrina, por lo general situada a proa y a la vista de todos. Muchos aprovechaban un rincón para ello o utilizaban la borda.

¿Cómo se trataba las enfermedades y heridas?

Las enfermedades eran frecuentes, y también las muertes a bordo. Principalmente derivaban de la falta de higiene y la mala conservación de los alimentos y el agua. Un cirujano era el responsable de la atención médica. Si no se contaba con uno, la salud corría a cargo de un barbero.

Para las curas de las llagas y las heridas se aplicaban todo tipo de apósitos y se utilizaba una notable variedad de aceites. También era muy amplia la gama de ungüentos. Se llevaban a bordo muchas de plantas medicinales con las que se elaboraban tisanas. Si la herida era mayor, como las producidas por armas de fuego, se procedía a amputar sin anestesia y se cauterizaba con fuego.

¿Cómo era la alimentación?

Las comidas del día eran tres, principalmente a base del llamado bizcocho. Se trataba de unas tortas de harina de trigo que se pasaban dos veces por el horno, lo que les daba mayor dureza para resistir mejor el paso del tiempo. Si no estaba bien elaborado o se tardaba demasiado en consumirlo, era muy frecuente encontrar en él arañas, pulgas... Al bizcocho lo acompañaba una escudilla de potaje, por lo general de garbanzos o habas, o bien un guiso de arroz. La comida de los galeotes consistía, básicamente, en bizcocho, seguido de un potaje de habas con aceite y un litro de agua.

Ilustración de una galera maltesa del siglo XV.

TERCEROS

¿Es cierto que el vino formaba parte de la ración?

Sí, la ración de vino era de un litro por cabeza, cantidad que hoy nos parece muy elevada, pero hay que tener en cuenta que su consumo formaba parte de la cultura mediterránea, y la tripulación consideraba su ración de vino tan importante como la paga. Su escasez o ausencia provocaban problemas graves, a pesar de que emborracharse estaba muy mal visto.

¿A qué se dedicaba el tiempo libre?

El tiempo libre se dedicaba básicamente a los juegos de azar (naipes y dados), pese a que daban lugar a numerosas discusiones, trifulcas y blasfemias. Las autoridades consiguieron ponerles ciertos límites en cuanto a las horas en que podían desarrollarse y las sumas que se apostaban, pero no los prohibieron. Durante los descansos también se cantaban romances, se bailaba a la luz de los fanales, se hacían lecturas en voz alta (tres cuartas partes de la tripulación no sabían ni firmar), se montaban tertulias o se organizaban carreras de animales.

¿Podían ir mujeres a bordo de las galeras?

La presencia de mujeres en las galeras estaba prohibida, pero era habitual la de prostitutas cuando se fondeaba, en misiones de vigilancia costera. Solía obligárselas a abandonar el barco por la noche. Sin embargo, tenemos noticias de que ocasionalmente también iban a bordo en travesías en alta mar. Como la tripulación había de compartir sus servicios, en ocasiones se convertían en fuente de conflictos.

¿Cómo era la convivencia entre la tripulación?

No muy fácil. Los enfrentamientos eran frecuentes por insultos, robos o abusos. Entre los tripulantes, procedentes en su mayoría de los bajos fondos, abundaban las armas blancas, y las reyertas solían dejar cicatrices. Los castigos que se aplicaban a quienes promovían peleas podían ser pecuniarios (incluida la pérdida de varias raciones de comida) o corporales. No obstante, también se tejían fuertes lazos de fraternidad.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 556 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.