¿Era Voltaire realmente progresista?

La imagen que solemos tener del pensador francés lo acerca a un progresismo ideológico que habría que poner en cuarentena.

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Voltaire, el tercero por la izquierda con casaca lila, en la corte de Federico II de Prusia.

Voltaire progresista 1

Es un icono progresista. Simboliza la lucha contra el fanatismo, en especial contra la represión de la Iglesia.

En su obra Tratado sobre la tolerancia, Voltaire manifestaba que el respeto a las opiniones ajenas nunca había provocado ninguna guerra civil. La intolerancia, en cambio, había llevado a repetidas matanzas.

Pero un defensor de la libertad no tiene por qué serlo de la igualdad. De hecho, la izquierda volteriana, de raíces burguesas, no suele coincidir con la izquierda social, interesada en un cambio profundo de las estructuras económicas. Voltaire, como ilustrado, no dejaba de ser un elitista.

Aquí te desvelamos dos grandes mitos sobre la imagen progresista de Voltaire:

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Retrato de Voltaire.

TERCEROS

1. ¿Era partidario de la igualdad?

A Voltaire no le gustaba la idea de la igualdad política. Lo suyo era la defensa de la libertad, no un sistema en el que se intentara salvar el abismo entre los de abajo y los de arriba. Porque, como diría en su Diccionario filosófico, era imposible que los hombres, al vivir en sociedad, no estuvieran divididos en dos clases: una, la de los ricos que gobiernan; otra, la de los pobres que sirven.

Para Voltaire, el progreso del mundo dependía de la capacidad de un gobernante de enfrentarse a los prejuicios del populacho.

Para él, la gente del pueblo llano es gentuza que solo está para recibir órdenes, no para acceder a la educación, un derecho patrimonio de los burgueses. Por lo mismo, tampoco ha de disfrutar de voto. Los que no poseían casas ni tierras no debían dar su opinión sobre los asuntos políticos.

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Voltaire (izqda.) junto a Federico II de Prusia.

TERCEROS

2. ¿Era contrario al absolutismo?

El tópico del Voltaire progresista choca contra la evidencia del defensor de la monarquía. El gobierno de un soberano absolutista no estaba mal, siempre que ciñera la Corona una figura ilustrada. Por eso, nuestro autor se entusiasmó con Federico II de Prusia y con Catalina la Grande, a los que aduló mientras le convino.

Porque el príncipe de la libertad podía ser también un arribista. Acercarse a la realeza no solo era una cuestión de prestigio para un hombre que buscaba popularidad. Voltaire entendía que el progreso del mundo dependía de la capacidad de un gobernante de enfrentarse a los prejuicios del populacho. Los hombres, según afirmó en cierta ocasión, solo en contadas ocasiones se mostraban preparados para regirse a sí mismos. Por eso, consideraba, la mayor parte de la tierra estaba gobernada por monarquías, y no por repúblicas.

Si quieres saber más acerca de Voltaire y la imagen que tenemos de él, consulta el artículo principal publicado en el número 599 de la revista Historia y Vida.

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