Loading...

El violento siglo del Cid

El siglo XI, el mismo en que vivió el Cid, está asociado a la conflagración no solo en la península ibérica, inmersa en el proceso de Reconquista, sino también en el resto del continente europeo.

Representación de la toma de Jerusalén tras la primera cruzada.

violencia el Cid primera cruzada

La vida del Cid transcurre durante la segunda mitad del siglo XI. Él pertenece a la nobleza, la clase social que monopoliza y controla la violencia en la Edad Media, y desde joven sabrá que la guerra es el factor constante que presidirá toda su vida. Sin conocer esa sociedad en permanente estado de choques armados, un contexto en que la religión desempeñaba un papel fundamental a la hora de explicar el mundo y dar consuelo en la muerte y las desgracias, es imposible comprender su trayectoria personal.

La península ibérica se encuentra en plena Reconquista y es uno de los escenarios más cruentos, pero el resto de Europa, aunque no luche contra musulmanes, no se queda atrás. En el año 1066 los normandos vencen en Hastings, con lo que comienza su conquista de Inglaterra, mientras se hacen también con el sur de Italia. Al mismo tiempo, en Francia, el rey Felipe I se halla en continuas luchas contra su levantisca nobleza, reacia a aceptar la supremacía real.

La Jura de Santa Gadea es una de las leyendas más conocidas relacionadas con el Cid.

TERCEROS

Lo mismo sucede en el Imperio germánico, donde el emperador Enrique IV combate contra los rebeldes sajones y los grandes señores feudales. Pero también este monarca extiende sus conflictos con el papado, concretamente con Nicolás II y Gregorio VII, en lo que pasará a la historia como el conflicto de las investiduras. Bajo el mandato de estos pontífices, la Iglesia trata de liberarse del sometimiento al poder político y lograr su independencia, adoptando varias medidas que resultarán conflictivas.

Según ellas, el papa ha de ser elegido por los cardenales, dejando al emperador solo el derecho de confirmación. Además, se prohíbe que los laicos alcancen altas prelaturas de la Iglesia a cambio de dinero, así como que los religiosos puedan comprar cargos. Son, en definitiva, unas disposiciones destinadas a separar la vida eclesial de la tutela imperial. Ello generará una larga guerra de más de cincuenta años, en el transcurso de la cual Enrique IV será dos veces excomulgado y Gregorio VII depuesto y reemplazado por un antipapa. Al final, en el siglo siguiente, Roma acabaría venciendo.

Cambios de conducta

Todas estas convulsiones en las relaciones entre poder político y espiritual se vieron acompañadas por un profundo movimiento de renovación religiosa y de regeneración moral. A ello también contribuyó, sin duda, el impacto que causó el cisma que entre la Iglesia de Oriente y la de Occidente se consumó definitivamente en 1054. Conforme a los nuevos aires, se generalizó la obligatoriedad del celibato entre los religiosos y se reimplantó la austeridad.

A lo largo del siglo, la Iglesia logró que los nobles asumieran un nuevo código de conducta.

En este proceso de depuración, la labor de Cluny fue decisiva. Su influencia se fue extendiendo por toda Europa, y llegó a controlar cerca de doscientos monasterios. Pero lo más importante es que estas reformas movieron a los monjes a intensificar sus tareas de beneficencia y predicar con vigor la paz entre los cristianos. Trataron de imponer cada vez más períodos de tregua y lugares de asilo que lograsen frenar los terribles abusos y agresiones que sufrían sobre todo los campesinos, los más débiles, a manos de muchos nobles.

Estos esfuerzos no resultaron baldíos. A lo largo del siglo XI, la Iglesia logró que los nobles fuesen asumiendo un nuevo código de conducta y mentalidad. El nuevo ritual de armarse caballero, que incluía la vela de armas y la oración en la capilla del castillo, era una traslación parcial del ordenamiento de los sacerdotes.

Simultáneamente aparecen nuevos teólogos, como Anselmo de Canterbury, que trata de reforzar las demostraciones sobre la existencia divina, o ascetas como Bruno de Colonia, que en 1084 funda los cartujos. Es la época de mayor esplendor del Románico, que cada vez más se atreve con grandes construcciones, como la ampliación del monasterio de Cluny o la construcción de la moderna catedral de Santiago de Compostela.

La catedral de Santiago en una imagen del siglo XIX.

TERCEROS

Pero esta cierta moderación de la violencia en el seno del mundo cristiano también fue posible por un encauzamiento de las ansias guerreras y expansionistas hacia el islam. Toda esta exaltación espiritual coincide con el hecho de que los turcos selyúcidas, muy intolerantes en la cuestión religiosa, conquisten Jerusalén a los fatimíes egipcios y en 1071 destrocen al ejército bizantino en la batalla de Manzicerta, poniendo en grave riesgo la propia supervivencia de Constantinopla.

En Europa se percibe la amenaza, pero además la derrota bizantina supone la brusca y absoluta interrupción de las relaciones entre Oriente y Occidente, con serias repercusiones económicas. Esto, junto a cierto excedente de población existente en varias partes de Europa, contribuye a que comience a bullir en la cabeza del papa Gregorio VII, entre otros, la idea de una cruzada .

Cuando en 1095, poco antes de la muerte del Cid, el emperador bizantino Alejo I pidió ayuda al nuevo papa, Urbano II, las condiciones para la empresa que iba a desatarse de inmediato ya estaban dadas. Se desbocarán las ansias de peregrinación a los santos lugares, aunque irán indisolublemente unidas a las de botín y conquista. Son las cruzadas.

Reconquista

En la península ibérica los conflictos eran, quizás, aún más graves. El califato de Córdoba se había disuelto para dar paso a los reinos de taifas, que guerreaban constantemente entre sí. Su debilidad les obliga a pagar considerables impuestos, las llamadas parias, a los diversos reinos cristianos para que los protejan, lo que, a su vez, lleva a estos a enfrentarse entre sí, en disputa por cobrarlos. De esta manera, las guerras civiles entre los musulmanes se trasladan a los reinos del norte.

Pero este clima de enfrentamiento no solo se da por esta causa. A ella hay que añadir las habituales tensiones entre los nobles por las jurisdicciones de tierras y villas y, sobre todo, los conflictos que se abren con motivo de las herencias de los reyes. El Cid, en concreto, asiste a las guerras intestinas que estallan entre los monarcas de Castilla, León y Galicia por la unificación del reino que Fernando I había dividido entre sus tres hijos, así como a las que se producen entre Castilla y Navarra por la expansión de la primera.

Fachada de la catedral de León.

TERCEROS

Por si todo ello fuera poco, y en sintonía con el resto de Europa, la amenaza islámica volverá a ser el eje de las guerras en la segunda mitad de su vida. La división de los reinos de taifas había propiciado un avance de la Reconquista, que en el sector occidental alcanzó el Tajo. En ayuda de los musulmanes de la península, los almorávides cruzan el estrecho en 1086 y hacen retroceder a los cristianos, restaurando, años después, la unidad del poder islámico en España.

Es evidente que el espíritu de cruzada que comenzaba a despuntar en Europa ya se daba en estas tierras. Lo mismo que el movimiento regenerador del cristianismo, que lleva, por ejemplo, a sustituir el rito mozárabe por el romano en 1080. En esos años comienza el esplendor del camino de Santiago, adonde parece que el Cid peregrinó, y se construyen o amplían grandes piezas del Románico que jalonarán su recorrido, como las catedrales de León, Burgos y Jaca, los monasterios de Leyre, San Pedro de Arlanza y San Isidoro de León o el claustro de Silos, entre otras muchas.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 466 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com .