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Roosevelt, un presidente reincidente

HACE 90 AÑOS

El demócrata Franklin D. Roosevelt rompe la tradición de los dos mandatos y es reelegido para un tercero al vencer al republicano Wendell Wilkie con el 54,7% de los votos. Es el único presidente norteamericano en gobernar durante cuatro mandatos seguidos, si bien la muerte le impide completar el último

Franklin Delano Roosevelt : ’ ‘En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada’.

Terceros

‘Happy Days are Here Again’ ( Los días felices están aquí de nuevo ). Con esta reveladora melodía como tema de campaña conseguía Franklin Delano Roosevelt, candidato demócrata, derrotar a su predecesor, el republicano Herbert Hoover, el 8 de noviembre de 1932, convirtiéndose en el 32º presidente de Estados Unidos. Su presidencia efectiva, iniciada el 4 de marzo de 1933, constituyó un hito en la historia del país.

El mandato de Roosevelt fue innovador desde el principio: la instauración de su programa, conocido como el ‘New Deal’ (‘Nuevo trato’) constituyó una auténtica revelación política. Roosevelt, condenado a una silla de ruedas desde la treintena por una poliomielitis, personificaba el espíritu de lucha. El país, sumergido en la Gran Depresión, precisaba de soluciones inmediatas y él supo dar con las mismas. El gobierno se constituyó como un instrumento efectivo de cambio económico y social.

El presidente Franklin D. Roosevelt con su perro Fala y Ruthie Bie, en Top Cottage 1941

Terceros

F.D.R. (sus iniciales, por las que era ampliamente conocido) sería elegido para el cargo cuatro veces consecutivas en total, (1933-1945), si bien la muerte le impidió completar el último, convirtiéndose en el único presidente estadounidense en lograr hacerse con el mismo en más de dos ocasiones. Consciente de la carga política que ello comportaba para el país, él mismo propuso poco antes de morir la enmienda constitucional que prohibía una tercera reelección presidencial (en vigor desde 1951).

Pero no todo fueron mieles en su trayectoria política: siendo Roosevelt aún presidente electo, tuvo que enfrentarse con un acontecimiento que le marcaría de por vida y cuya autoría intelectual continúa siendo un misterio.

El 15 de febrero de 1933, el presidente en ciernes se hallaba en Miami (Florida), improvisando un discurso en compañía de Anton J. Cermak, alcalde de Chicago. Lo hacía desde la parte trasera de un automóvil abierto en la plaza de Bayfront Park. En uno de los momentos cumbre de su intervención, sonó un disparo. Giuseppe Zangara, que se encontraba entre la multitud, era el autor. Pero el presidente se hallaba en estado de gracia. El magnicida, contaba tan solo 1’52 cm. de altura por lo que se había visto obligado a apoyarse en Lillian Cros, quien al percatarse de sus intenciones reaccionó con rapidez desviando los cinco tiros siguientes de su objetivo. El alcalde Cermak, que formaba parte de la comitiva y estaba apoyado en el estribo del automóvil del presidente, resultó mortalmente herido, falleciendo pocos días después, el 6 de marzo. Milagrosamente, Roosevelt resultó ileso. Convertido en el 5º presidente víctima de un atentado, escuchaba poco después camino del hospital las siguientes palabras de boca de su amigo agonizante: ‘Me alegro de que haya sido yo y no tú, Sr. Presidente’, palabras cinceladas en una placa de Bayfront Park.

Roosevelt se había salvado pero había perdido a un bastión insustituible, con el que había fraguado su amistad durante la campaña electoral presidencial. Los vínculos entre ambos políticos se habían estrechado en los últimos tiempos. La camaradería era indiscutible, dado que ambos defendían los mismos intereses. Cermak se erigía como uno de los políticos más influyentes y populares de América: su enérgica campaña de ensañamiento contra la Mafia le había convertido en un factor determinante de la victoria presidencial. Una de las promesas políticas incluidas en la campaña electoral de 1932 de Roosevelt era la derogación de la Ley Seca.

Este factor se constituyó como sospecha determinante del atentado. La Mafia, temerosa de las pretensiones gubernamentales podía haberse visto obligada a tomar medidas drásticas. Así pues, ¿cuál era el objetivo del magnicidio? ¿Cermak o Roosevelt?, ¿ambos quizás? Y lo más importante… ¿quién se hallaba detrás de los mismos?

Los argumentos de Zangara, inmigrante calabrés, albañil de oficio, eran determinantes. El homicida confesó su autoría declarando con marcado acento extranjero, que hacía diez años había hecho lo propio contra el rey Víctor Manuel de Italia. 'Lamento no haber podido matar a Roosevelt, pues quisiera asesinar a todos los presidentes y reyes. Soy partidario del bolchevismo’. ¿Demasiado idealista para ser cierto?

Jamás lo sabremos.

Tras el fallecimiento de Cermak, dos días después de la toma de posesión de Roosevelt, Zangara fue condenado a pena de muerte, siendo ejecutado en la silla eléctrica el 20 de marzo de 1933. Un día después, Roosevelt derogaba la Ley Seca.