Marqués de Sade: 280 años sádicos años
HACE 280 AÑOS
Las escandalosas andanzas sexuales de este aristócrata que abominaba de Dios y la virtud le condenaron a una vida en reclusión. Convertido en leyenda, fue un escritor y filósofo de inusitado talento, cuya obra ha arrastrado el castigo de ser considerada durante siglos como subgénero pornográfico. Rescatado por el surrealismo, su nombre sustantivado ocupa un lugar en la historia de la literatura
‘La crueldad, lejos de ser un vicio, es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza’. (Marqués de Sade)
El 2 de junio de 1740 nacía en París Donatien Alphonse François de Sade, conocido por su título de Marqués de Sade
Su nombre ha pasado a la historia convertido en sustantivo. Así d esde 1834, la palabra ‘sadismo’ aparece en el diccionario: ‘Perversión sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona. Crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta’.
Donatien Alphonse François de Sade, Marqués de Sade. La sola mención de su nombre despierta en nosotros un sentimiento de repulsa… o no. Instintivamente pueblan nuestra mente ideas controvertidas. Porque, aun cuando asociamos a Sade con ‘perversiones sexuales‘, somos sabedores del intrínseco valor intelectual de este filósofo y escritor maldito, cuya obra ha sido perseguida incluso en nuestra historia contemporánea.
Único vástago de una familia de rancio abolengo, el pequeño marqués recibió una esmerada educación en consonancia con su condición social. Integrante de la casa dinástica de los Sade, una de las más antiguas familias de la Provenza, su padre, Jean Baptiste François Joseph de Sade, ostentaba el título de conde de Sade, mientras que por las venas de su madre, Marie Eleonore de Maille de Carman, corría sangre borbónica.
Sus augustos progenitores delegaron su educación en su tío paterno, Jacques François-Paul-Alphonse. Hombre de vasta y ecléctica cultura, se presume que fue el precursor ideológico del ‘libertinaje’ que dominará la trayectoria vital del filósofo en ciernes.
Pronto, el joven marqués, educado en la ruda disciplina de los jesuitas, creerá adivinar su vocación y a los 14 años se inscribirá en la escuela especial de caballería.
En dicho cuerpo participa en la Guerra de los Siete años, recibiendo su bautismo de fuego en la toma del estratégico puerto de Mahón, en Menorca, a los ingleses bajo las órdenes del Conde de Provenza. Alphonse aún no ha cumplido dieciséis años. La prensa de la época se hará eco de su gesta. Se inicia la leyenda. Pero el núbil aristócrata está llamado a otro tipo de logros.
El 10 de febrero de 1763 año en el que se firma el Tratado de París, que pone fin a la guerra, su padre negocia su boda con Renée-Pélagie de Montreuil.
La noble advenediza era un apetitoso bocado para los Sade. Su posición económica, asociada a las influencias en la Corte que ello comportaba, hechizan al joven aristócrata. La pareja contrae matrimonio y se instala en el castillo de Échauffour. Tan solo cinco meses después, surge el primer incidente de una larga serie que condenará al matrimonio a una trágica existencia.
El marqués es un hombre culto, amable y buen conversador pero a la par su personalidad, harto compleja, le hace protagonista de grandes escándalos. Su trayectoria, jalonada de ‘entreactos vitales demasiado largos’, que le llevan a pasar 37 de sus 74 años de vida recluido, hace de él una leyenda.
Dos escándalos habían determinado indefectiblemente su futuro: la Semana Santa de 1768, en Arcueil, el joven y depravado marqués acude a los servicios de una mujer, Rose Keller, que le acusará de haberla flagelado. Rose narra su calvario: encerrada en una habitación, había sido sometida, flagelada y violada, hasta que finalmente había logrado huir por una ventana. El escándalo traspasa las fronteras de Francia y el marqués es tachado de noble disoluto.
Cuatro años después, tiene lugar el ‘suceso de Marsella’: Sade contrata con su sirviente a cuatro jóvenes prostitutas que, tras ser flageladas y poseídas por uno y otro, sodomizadas (la sodomía activa o pasiva podía entrañar la condena a muerte) y obligadas a consumir bombones de cantárida, denuncian al marqués, que es recluido.
Condenado a muerte en la guillotina, se libra gracias a un error administrativo. Pasa largos periodos en prisión, acompañado indesmayablemente por su aristocrática esposa. Por fortuna, el depravado pero disciplinado marqués los aprovecha para crear obras como Historia de Aline y Valcour, una de las novelas que él más apreció. Ávido de saber, ateo radical, apologeta del suicidio, estigmatizado por la sociedad que le ha tocado sufrir, redacta una narración tras otra, con el nexo común de ser todos ellos textos en los que prima el vicio sobre la virtud.
Prolífico escritor, su concepción filosófica de la existencia le mantiene con vida. Amante del teatro, recluido, en condiciones privilegiadas hasta el fin de sus días, en el asilo psiquiátrico de Charenton, volverá a cobrar celebridad entre la nueva aristocracia del orden napoleónico por sus representaciones teatrales interpretadas por los propios dementes del manicomio.
La muerte le sorprendería entre sus paredes el 2 de diciembre de 1814. Contaba 74 años.
Su amplia obra es proscrita durante años como apología de la liberación del deseo, el cuerpo libertino, la combinatoria del sexo y la profundidad del goce hasta el límite. Se incluye en el Index librorum prohibitorum de la Iglesia Católica y, por razones obvias, será relegada al olvido.
Años después, el surrealismo, de la mano de Apollinaire, la rescatará del ‘purgatorio’ de la Biblioteca Nacional de Francia. El poeta francés le bautizará como ‘el espíritu más libre que jamás haya existido’.
Dos siglos después de la muerte del 'sádico' marqués y de acuerdo con sus deseos, el cementerio de Charenton acoge su fosa cubierta por una piedra sin nombre. El antihéroe al fin descansaba en paz... ¿o no?