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Pilar Miró, procesada tras mostrar en un film las torturas de la Guardia Civil

HACE 40 AÑOS

La cineasta española gana el Oso de Oro en el Festival de Berlín con ‘El crimen de Cuenca’ un alegato contra las torturas de la Guardia Civil. En plena Transición, la cinta se secuestra en España y su directora es procesada por un tribunal militar

Pilar Miró mostró en su película las torturas cometidas por la Guardia Civiel en España

Pilar Miró no podía imaginarse, mientras rodaba las duras secuencias de El crimen de Cuenca en el verano de 1979, que su película iba a poner en jaque la transición. En un delicado momento, con los militares inquietos por una democracia que no les acababa de gustar, se convirtió en un alegato contra las torturas de la Guardia Civil, y eso no se podía aguantar. El largometraje narra un suceso de 1913, el drama provocado por un presunto crimen rural que determinados intereses deseaban resolver a toda costa, buscando culpables sin importar los medios para que confesasen. Se secuestró la cinta en España, mientras en el Festival de Berlín ganaba el Oso de Oro en febrero de 1980. Pero eso no arredró a la jurisdicción militar española, que procesó a Pilar Miró. “Hemos pasado del gobierno de Franco al gobierno de Kafka”, declaró ella.

El cine carece de sexo, pero no así sus creadores. En 1979, Pilar Miró dirige y produce su segunda película, El crimen de Cuenca , en la que hace gala de una peculiar sensibilidad. La cineasta aborda la narración de un caso real acaecido en 1913. Pilar, artista comprometida, convierte la cinta en un alegato contra la tortura inflingida durante décadas en sus interrogatorios por las fuerzas del orden.

El suceso tuvo lugar en un pequeño municipio de la provincia de Cuenca, Osa de la Vega. El 21 de agosto de 1910 desparece el pastor José María Grimaldos, alias ‘El Cepa’. Su familia denuncia la desaparición y es su madre, Juana, quien, llevada por la desesperación, acusa a dos de sus compañeros, Gregorio Valero y León Sánchez, de matarle para robarle el importe de la venta de unas ovejas. A finales de septiembre, el juez municipal de Osa de la Vega remite las diligencias al juzgado de Belmonte, que abre el sumario 94/1910. Tras pesquisas y diligencias varias, este juzgado sobresee la causa en septiembre del siguiente año.

Dos años después, llega un nuevo juez a Belmonte, Emilio Isasa Echenique, que decide reabrir el sumario, presionado por el cacique local Contreras, diputado de derechas. Por orden del mismo, los dos pastores acusados, Valero y Sánchez, son torturados cruelmente por la Guardia Civil, hasta que se declaran autores del asesinato de su compañero, ‘El Cepa’. El cadáver nunca aparece.

Las diligencias judiciales se prolongan durante años y el caso es remitido a la Audiencia de Cuenca, en la que el fiscal pide la pena de muerte para ambos acusados. La pena es conmutada por 18 años de cárcel, aunque la condena no llega a cumplirse entera ya que, a principios de 1926, la supuesta víctima es vista en un municipio cercano. Al tiempo, el cura párroco de Tresjuncos recibe una carta de un pueblo cercano en el que se informa de que José María Grimaldos, feligrés de su parroquia, precisa de su partida de bautismo, porque desea contraer matrimonio. ‘El Cepa’ seguía vivito y coleando, simplemente se había mudado. La flagrante injusticia queda impune.

Pilar Miró expone los hechos con crudeza, logrando calar en el espectador y hacerle partícipe de la injusticia que denuncia.

Y como no podía ser de otra manera, la democracia no impide que la película inicie su cruzada particular.

El proceso de la exhibición de la cinta El crimen de Cuenca, es largo, casi tan enrevesado complejo e injusto como los hechos que narraba. Así, un día antes del estreno, el 27 de noviembre de 1979, se solicita del Ministerio de Interior que pese a la antigüedad de los hechos, pone la película a disposición judicial por si fuera constitutiva de delito, retirándole la licencia. La película es secuestrada por posibles injurias a la Guardia Civil y Pilar Miró es procesada, con la obligación de presentarse cada quince días en el Gobierno militar hasta noviembre de 1980, mientras el Ministerio de Cultura retenía la licencia. El caso pasa entonces a los tribunales ordinarios, hasta que finalmente, la Audiencia Nacional anula en marzo de 1981 el secuestro del filme. El crimen de Cuenca se estrena con un éxito que no por merecido deviene exagerado.

Y es que la única cinta prohibida durante la democracia española se había presentado el año anterior el 25 de febrero concretamente, en el Festival Internacional de Cine de Berlín generando una gran expectación. La crudeza con la que la directora reproduce las torturas y la ternura con la que atina a narrar el desenlace convierten la película en un documento de incalculable valor histórico. Recibida por el público de manera muy dispar: una porción ‘huye’ despavorido, el resto aplaude enfervorecido pero a nadie deja impasible, la polémica está servida, y se acrecienta cuando dos meses más tarde la agencia EFE distribuyese la noticia de Pilar Miró, había sido procesada por un tribunal militar.

A Europa todavía le costaba asimilar nuestra recién adquirida democracia y la narración de aquel deleznable hecho de nuestro pasado, vuelve a colocarnos en el punto de mira.