Ernest Shackleton, el líder que convirtió un fracaso en una hazaña de supervivencia
HEMEROTECA
El buque ‘Endurance’, con los 28 miembros de la expedición Imperial Trans-Antártica, parte de Londres con el objetivo de cruzar la Antártida. Aprisionado por el hielo al poco de iniciar la travesía, Shackleton supo liderar a su tripulación y lograr que todos regresaran con vida, tras 21 meses de sobrevivir atrapados, primero en la banquisa y después en la isla Elefante
‘Se necesitan hombres para viaje peligroso. Salarios bajos, frío extremo, meses de completa oscuridad, peligro constante, retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito’. Este anuncio apareció en la prensa londinense en 1914 y sorprendentemente miles de exploradores acudieron a su llamada. El anunciante era el viajero Ernest Shackleton. Su objetivo: atravesar por primera vez el continente antártico.
Para ello había concebido un plan perfectamente trazado: navegarían de Londres a Buenos Aires y después al archipiélago de las Islas de Georgia del Sur. Desde allí, la expedición se internaría en el Mar de Weddell, cruzaría a pie la Antártida y saldría por el sur, al otro lado, donde les esperaría un barco. La distancia a cubrir era inmensa y el paisaje, desolado. La superficie de hielo de la Antártida, conformada por montículos y grietas capaces de engullir un trineo completo arrastrado por perros, es inhóspita. El clima registra la temperatura más baja de la Tierra, que puede descender hasta ochenta y nueve grados bajo cero.
Ernest Shackleton, explorador de prestigio, estaba convencido de ser la persona idónea para acometer tan formidable empresa. El osado expedicionario, junto a su amigo Frank Wild, de tranquilo y sosegado carácter, con quien conformaba un perfecto tándem, seleccionó a 27 tripulantes de entre todos aquellos que acudieron a su llamada. Un tal Blackborow, que se coló como polizón, completaría el número final de los exploradores, veintiocho en total.
Enrolada la tripulación, Shackleton buscó un barco marinero que los condujese al sur. Encontró el bergantín Endurance, construido por unos famosos astilleros noruegos, que podía navegar a vapor y a vela, y que había sido diseñado especialmente para acometer un viaje polar, revestido su cascarón de maderas seleccionadas para resistir el embate de los hielos. Pero desafortunadamente, a diferencia de los modernos rompehielos, es incapaz de navegar sobre el hielo pese a su quilla, en forma de uve.
A finales de agosto de 1914, el Endurance parte de Londres bajo el mando de Frank Worsley. Shackleton permanece en Inglaterra recaudando fondos y se une a su tripulación en Buenos Aires. El 5 de diciembre parten de la estación ballenera de Grytviken, con destino a la Antártida, llevando vestimenta extra y un talante circunspecto tras recibir negativas previsiones climatológicas.
El desastre ocurre el 19 de agosto de 1915, cuando el hielo se cierra como un anillo alrededor del Endurance en la zona del mar de Weddell. Los 28 pasajeros abandonan el barco antes de que se hunda y ‘el Jefe’, auténtico líder en ciernes, toma el mando. Shackleton crea una suerte de campamento donde logra que su tripulación sobreviva durante seis meses.
Haciendo uso de sus dotes de liderazgo, el explorador, acreedor del apelativo de ‘el Jefe’ establece las directrices que mantendrán con vida a su tripulación. A sus órdenes logran sobrevivir sacrificando a los perros que conducían los trineos y cazando focas. Consciente de que la expedición se halla condenada al fracaso, cambia el rumbo para dirigirse a la isla Elefante, donde se quedan 22 tripulantes. Los otros seis, a las órdenes de ‘el Jefe’, logran llegar a Georgia del Sur en busca de ayuda. Un año después, el mes de agosto de 1916, un remolcador chileno rescataría a los otros 22, presas ya de la desesperación en la isla Elefante. Todos regresarán a Inglaterra sanos y salvos.
Shackleton ha sido estudiado por los modernos expertos en ciencias empresariales como ejemplo paradigmático de liderazgo, capaz de superar las adversidades. Así pues, enumeramos las claves de su éxito como líder al frente de la expedición, que hoy pueden ser seguidas por emprendedores y aspirantes a líderes:
- Debe ser responsable, inteligente, equitativo, accesible, competente y tener don de mando
- Debe potenciar el trabajo en equipo. El auténtico líder debe ser consciente de que a la postre, su liderazgo debe ser compartido.
- Debe poseer y hacer gala de un espíritu en positivo.
- Su buen humor debe ser patente a diario, a la par que debe ser capaz de transmitirlo a su equipo.
- Su espíritu de sacrificio ha de resultar visible y constituirá un ejemplo para el desempeño del resto del equipo.
- Un auténtico líder jamás debe dar la espalda a la existencia de perspectivas de futuro. Ello alentará el espíritu de supervivencia de su equipo, haciendo del mismo una realidad.
Shackleton era consciente de que la esperanza es lo último que se pierde. Y por encima de todo, la Endurance (constancia) es la cualidad que siempre nos conducirá al triunfo.
‘Se necesitan hombres para viaje peligroso. Salarios bajos, frío extremo, meses de completa oscuridad, peligro constante, retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito’. Este anuncio apareció en la prensa londinense en 1914 y sorprendentemente miles de exploradores acudieron a su llamada. El anunciante era el viajero Ernest Shackleton. Su objetivo: atravesar por primera vez el continente antártico.
Para ello había concebido un plan perfectamente trazado: navegarían de Londres a Buenos Aires y después al archipiélago de las Islas de Georgia del Sur. Desde allí, la expedición se internaría en el Mar de Weddell, cruzaría a pie la Antártida y saldría por el sur, al otro lado, donde les esperaría un barco. La distancia a cubrir era inmensa y el paisaje, desolado. La superficie de hielo de la Antártida, conformada por montículos y grietas capaces de engullir un trineo completo arrastrado por perros, es inhóspita. El clima registra la temperatura más baja de la Tierra, que puede descender hasta ochenta y nueve grados bajo cero.
Ernest Shackleton, explorador de prestigio, estaba convencido de ser la persona idónea para acometer tan formidable empresa. El osado expedicionario, junto a su amigo Frank Wild, de tranquilo y sosegado carácter, con quien conformaba un perfecto tándem, seleccionó a 27 tripulantes de entre todos aquellos que acudieron a su llamada. Un tal Blackborow, que se coló como polizón, completaría el número final de los exploradores, veintiocho en total.
Enrolada la tripulación, Shackleton buscó un barco marinero que los condujese al sur. Encontró el bergantín Endurance, construido por unos famosos astilleros noruegos, que podía navegar a vapor y a vela, y que había sido diseñado especialmente para acometer un viaje polar, revestido su cascarón de maderas seleccionadas para resistir el embate de los hielos. Pero desafortunadamente, a diferencia de los modernos rompehielos, es incapaz de navegar sobre el hielo pese a su quilla, en forma de uve.
A finales de agosto de 1914, el Endurance parte de Londres bajo el mando de Frank Worsley. Shackleton permanece en Inglaterra recaudando fondos y se une a su tripulación en Buenos Aires. El 5 de diciembre parten de la estación ballenera de Grytviken, con destino a la Antártida, llevando vestimenta extra y un talante circunspecto tras recibir negativas previsiones climatológicas.
El desastre ocurre el 19 de agosto de 1915, cuando el hielo se cierra como un anillo alrededor del Endurance en la zona del mar de Weddell. Los 28 pasajeros abandonan el barco antes de que se hunda y ‘el Jefe’, auténtico líder en ciernes, toma el mando. Shackleton crea una suerte de campamento donde logra que su tripulación sobreviva durante seis meses.
Haciendo uso de sus dotes de liderazgo, el explorador, acreedor del apelativo de ‘el Jefe’ establece las directrices que mantendrán con vida a su tripulación. A sus órdenes logran sobrevivir sacrificando a los perros que conducían los trineos y cazando focas. Consciente de que la expedición se halla condenada al fracaso, cambia el rumbo para dirigirse a la isla Elefante, donde se quedan 22 tripulantes. Los otros seis, a las órdenes de ‘el Jefe’, logran llegar a Georgia del Sur en busca de ayuda. Un año después, el mes de agosto de 1916, un remolcador chileno rescataría a los otros 22, presas ya de la desesperación en la isla Elefante. Todos regresarán a Inglaterra sanos y salvos.
Shackleton ha sido estudiado por los modernos expertos en ciencias empresariales como ejemplo paradigmático de liderazgo, capaz de superar las adversidades. Así pues, enumeramos las claves de su éxito como líder al frente de la expedición, que hoy pueden ser seguidas por emprendedores y aspirantes a líderes:
- Debe ser responsable, inteligente, equitativo, accesible, competente y tener don de mando
- Debe potenciar el trabajo en equipo. El auténtico líder debe ser consciente de que a la postre, su liderazgo debe ser compartido.
- Debe poseer y hacer gala de un espíritu en positivo.
- Su buen humor debe ser patente a diario, a la par que debe ser capaz de transmitirlo a su equipo.
- Su espíritu de sacrificio ha de resultar visible y constituirá un ejemplo para el desempeño del resto del equipo.
- Un auténtico líder jamás debe dar la espalda a la existencia de perspectivas de futuro. Ello alentará el espíritu de supervivencia de su equipo, haciendo del mismo una realidad.
Shackleton era consciente de que la esperanza es lo último que se pierde. Y por encima de todo, la Endurance (constancia) es la cualidad que siempre nos conducirá al triunfo.