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Primer canje de espías de la ‘guerra fría’

Hace 55 años

Gary Powers, el piloto estadounidense del U-2 derribado sobre la URSS en mayo de 1960, es canjeado en Berlín por el espía soviético Rudolf Abel. Dieciocho meses después de haber sido ser condenado a 10 años de prisión, el aviador de la CIA, protagoniza el primer gran intercambio de espías en plena ‘guerra fría’

Puente Glienicke, Berlín

A las 8:52 de una fría mañana del 10 de febrero de 1962, dos hombres comenzaron a caminar hacia adelante desde los extremos del puente Glienicke de Berlín. Recorrieron los 148 metros de la pasarela sobre el río Havel con parsimonia. Gary Powers y Rudolf Abel no se conocían y se cruzaron sin mediar palabra. Apenas una veintena de testigos presenciaron la escena en el apartado paso fronterizo que unía el sector estadounidense de Berlín con la ciudad germano-oriental de Postdam. Aquel primer gran canje de espías entre Estados Unidos y la Unión Soviética en un Berlín recién partido por la construcción del muro, ha sido llevado a la gran pantalla, en 2015, por Steven Spielberg en la película El puente de los espías.

Pero en el invierno de 1962, aquel intercambio fue un sorprendente y feliz final ­-pocos días antes en una dramática carta a su esposa, Powers estaba convencido de cumplir integra su pena- de una tensa crisis política que enfrentaba a las dos grandes superpotencias. El derribo del U-2 había provocado en 1960 el fracaso de la cumbre de París para discutir el destino de Berlín entre las cuatro potencias ocupantes. La operación del canje fue organizada por el estadounidense James Donovan, el abogado neoyorquino que había aceptado la defensa del espía soviético Rudolf Abel (en realidad se llamaba Vílyam Guénrijovich Fisher) cinco años antes.

Abel, residente en Brooklyn, había sido detenido por el FBI el 21 de junio de 1957. Donovan, que ya había participado en los juicios de Nuremberg, acepto la impopular defensa –Abel nunca confesó ser espía soviético– y consiguió que el tribunal no lo condenase a la pena capital, argumentando previsoramente que algún día podría ser útil si un espía norteamericano cayese en manos de la URSS. Sólo cuatro años antes, Ethel y Jules Rosemberg habían sido ejecutados en la silla eléctrica por pasar secretos nucleares a los soviéticos. James Donovan también tendría un papel destacado en la liberación de más de 1.100 prisioneros en Cuba, capturados en abril de 1961 en la fallida invasión a la bahía de Cochinos.

El gran protagonista del canje para Occidente fue Francis Gary Powers. El 1 de mayo de 1960, el aviador estadounidense había sido capturado cuando su avión de reconocimiento de alta altitud Lockheed U-2 fue derribado cuando sobrevolaba objetivos estratégicos de la URSS. Meses antes de su juicio en Moscú, la familia de Powers ya sugirió un posible canje por Abel y se puso en contacto con Donovan. Tras la condena a 10 años de prisión, el 19 de agosto de aquel mismo año, empezaron unas largas negociaciones que culminaron cuando el presidente John F. Kennedy conmutó la condena de 30 años de Abel para permitir su intercambio por Powers.

Aunque en realidad el canje no fue uno por uno si no dos por uno. El hábil mediador estadounidense pudo incluir la liberación de Frederic L. Pryor, un estudiante norteamericano graduado de Yale, de 27 años, que estudiaba en Alemania y había sido arrestado por la Stasi en Berlín oriental, en agosto de 1961, acusado de transmitir documentos comerciales sensibles a los estadounidenses.

Gary Powers

El vuelo del U-2

Tras su liberación, Gary Powers fue recibido de forma discreta y fría. Para algunos era un héroe, para otros un traidor. Se le acusó de no haber pulsado los dispositivos de autodestrucción de los dispositivos fotográficos, ni de haber hecho uso del veneno que tenía a su disposición para no ser hecho prisionero por los soviéticos.

Sólo a partir de 1998, los documentos desclasificados sobre el incidente del U-2, mostraron que el capitán Gary Powers estaba trabajando para un programa conjunto de la CIA y de la Fuerza Aérea y que su actuación, manteniendo en secreto datos clasificados durante los largos interrogatorios, merecía el reconocimiento oficial. Aunque no fue hasta 1987, diez años después de su muerte –mientras pilotaba un helicóptero de una cadena de televisión– y veinticinco después de su retorno, cuando fue condecorado por “lealtad excepcional” durante su cautiverio.

El gran enigma del incidente del U-2 fue como pudo ser abatido el avión de reconocimiento por un misil y que el piloto tuviera tiempo de saltar en paracaídas. La propia CIA, hace pocos años, aclaró algunos aspectos desconocidos de la misión.

Gary Powers, con 30 años, era el piloto más experimentado del programa U-2. Su vuelo iba a ser el primero de un U-2 sobre toda la Unión Soviética (iba a volar desde Pakistán hasta Noruega). Resultó ser también el último. El vuelo fue pospuesto tres veces debido al mal tiempo. Estos retrasos hicieron que el avión original fuera enviado a mantenimiento y se utilizara otro, que tenía menos garantías de buen funcionamiento. Powers no tenía tanta confianza en este avión, así que cuando le ofrecieron un alfiler de veneno oculto en un dólar de plata para llevarlo en su vuelo, estuvo de acuerdo. Nunca había aceptado la oferta antes.

Cuando ya sobrevolaba Rusia, el piloto automático se rompió. Decidió pilotar manualmente y completar su misión. Si este fallo hubiese ocurrido una hora antes, se habría dado la vuelta. Cuando llevaba cuatro horas pilotando escuchó un golpe sordo y hubo un destello naranja brillante de un misil tierra-aire. El ala derecha del avión se desprendió y el morro se inclinó bruscamente hacia adelante. Powers perdió el control del avión y decidió asegurar que podía salir de la nave antes de tirar de los interruptores de destrucción, pero las mangueras del oxigeno lo mantuvieron prisionero y cuando pudo liberarse ya no pudo hacerlo.

Mientras descendía en paracaídas arrojó a un campo el dólar de plata con la dosis de veneno. Fue hecho prisionero por unos campesinos que lo llevaron a Sverdlovsk, en los Urales, y entregado a la policía que lo trasladó a la Lubianka de Moscú, sede de la KGB. Powers fue interrogado once horas al día, siete días a la semana. Lo llevaron a ver los restos de su avión y le preguntaron por cada pieza. Viendo el avión, confirmó su creencia de que no había recibido un impacto directo, pero había sido abatido por la explosión cercana de un misil, en parte debido a la fragilidad de las alas de la aeronave de reconocimiento. Su juicio fue un despliegue de propaganda soviética.

Años después se difundió la versión de que el U-2 había sido derribado por el impacto de la estela de propulsión de un caza soviético, despojado del peso de su armamento para poder alcanzar la altitud del U-2 y abatirlo sin destruirlo.

El otro enigma que continúa sin saberse es a que altitud volaba el U-2. Powers nunca lo desveló. A los requerimientos de periodistas y de su propio hijo siempre contestaba: “No lo suficientemente alto”. En el funeral de Powers, en 1977, el hijo menor del piloto fue abordado por un hombre desconocido, que le puso el dólar de plata en su mano y dijo que el compañero de celda con el que Powers había compartido meses de cautiverio, quería que él lo tuviera.

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