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Mandela apuesta por la violencia

HEMEROTECA

El líder negro sudafricano Nelson Mandela, miembro del partido ANC, Congreso Nacional Africano, es puesto en libertad tras pasar veintisiete de sus 71 años en prisión.

En sus primeras palabras, el considerado símbolo de la lucha antisegregacionista, defiende el derecho al uso de la violencia mientras el apartheid no sea abolido en Sudáfrica

Nelson Mandela puño en alto el día de su liberación el 11 de febrero de 1990

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‘Os saludo en nombre de la paz, la democracia y de la libertad. Hoy estoy aquí no como profeta, sino como vuestro humilde servidor. Vuestros sacrificios heroicos lo han permitido’.

Con estas palabras se dirigía Nelson Mandela a las más de cinco mil personas que se congregaron en la plaza del Ayuntamiento de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) para recibir a su héroe y celebrar su liberación. Ni el viento ni la lluvia aplacaron los ánimos de los seguidores que exteriorizaban su alegría con bailes y cantos. Las campanas de las iglesias repiquetearon en muchos puntos del país y en los edificios municipales controlados por el partido laborista ondeó la bandera del Congreso Nacional Africano (CNA), el partido de Mandela. Mientras, tres de las cuatro cadenas públicas sudafricanas transmitían en directo el histórico momento.

Y no era para menos. El camino había sido largo, cinco años para encontrar términos aceptables para iniciar negociaciones con el gobierno de Pretoria, entre los que destacaban la legalización del CNA y otros grupos disidentes así como la promesa de la pronta liberación de uno de sus líderes, Nelson Mandela.

Finalmente el 10 de febrero, el presidente De Klerk anuncia su puesta en libertad, que será efectiva al día siguiente. El histórico dirigente encarcelado durante décadas se convierte en un hombre libre pasadas las 16:15 horas de la tarde. Y de la mano de su segunda esposa, la también combativa Winnie, entre banderas de la institución da sus primeros pasos ‘dentro de la ley’.

Mandela ha regresado tras pasar 27 años en prisión, veinte en la prisión de Robben Island y siete en la de Pollsmoor, ambas en Ciudad del Cabo, y soplan vientos de esperanza para un pueblo que se halla en estado de excepción, así como para todos los presos políticos, cuya liberación era una de las condiciones del CNA para iniciar negociaciones con el gobierno de Pretoria.

‘Debemos construir una Sudáfrica unida, democrática y no racista’. En su enfervorizado discurso, Mandela recuerda las reivindicaciones del Congreso Nacional Africano, defendiendo el uso de la violencia mientras el apartheid no sea abolido en Sudáfrica.

El líder nacionalista tiene 71 años pero vuelve con renovadas energías.

Esos años pasados gobernando en la sombra, desde el otro lado de las rejas, han hecho de Mandela un hombre sabio y aprovecha la ocasión para definir su postura ante el futuro, en un discurso en que se muestra partidario de que continúe el aislamiento internacional contra Sudáfrica, a fin de erradicar el apartheid con ‘acciones masivas disciplinadas’.

Las reivindicaciones del líder generan polémica. EE. UU. y Europa reaccionan de modo distinto ante la posible retirada de las sanciones a Sudáfrica. Margaret Thatcher pide a la CE y a la Commonwealth el final del bloqueo económico a Pretoria,  mientras que George Bush padre, amigable, invita a Mandela y al presidente De Klerk a visitar su país y entrevistarse con él en la Casa Blanca, por separado.

Los líderes negros norteamericanos, por su parte, se muestran cautelosos y escépticos defendiendo que Washington siga presionando a Pretoria con sanciones políticas y económicas hasta que no se elimine definitivamente el apartheid y no se instaure el principio democrático de un hombre un voto. Mandela, inflexible, ruega a la comunidad internacional que mantenga las sanciones a Pretoria.

Entre tanto, Thatcher anuncia su visita a Sudáfrica, la que sería la primera en 30 años de un jefe de gobierno británico. España, por su parte, expresa su satisfacción por la ‘esperada’ liberación de Mandela.

El carismático secretario general del CNA, Nelson Mandela, había nacido en julio de 1918, en el seno de la familia real de los thembus, principal tribu de la etnia xhosa. Bautizado proféticamente Nelson Rolihlahla, (‘aquel que crea problemas’) iniciaría muy tempranamente la trayectoria política que le convertiría en héroe de su país, tras obtener su licenciatura en Derecho en 1942, convirtiéndose, junto a Walter Sisulu, en el primer abogado negro de Sudáfrica. A través de éste se relacionará con los líderes del Congreso Nacional Africano y, cautivado por los principios de dicha institución, ingresará en sus filas en 1944. Mandela y Sisulu se comprometen en la resistencia contra la política segregacionista del Partido Nacional, y junto a otros miembros del CNA, crean la Liga de la Juventud, germen radical que acabará controlándolo en 1949.

Elocuente y fogoso, Mandela pronto empieza a destacar ocupando cada vez mayores responsabilidades, gran amante del boxeo se entrega a la política con la misma pasión que lo haría contra un oponente en el ring. El joven xhosa es un luchador y destaca. Miembro del Comité Ejecutivo Nacional en 1949, presidente del CNA en el Transvaal y adjunto a la presidencia general del movimiento, su bufete de abogados negros, pionero en el país, triunfa y la población negra sudafricana le adora. En 1956 es acusado y juzgado junto a otros 149 militantes del CNA en un proceso por alta traición. En 1958, se divorcia de su primera esposa, Evelyn, y contrae matrimonio con Nomzamo Winnie Madkiizela, con la que tendrá dos hijas, Zinzi y Zenani.

En la primavera de 1960, Pretoria declara ilegal al CNA y encarcela a mil ochocientos de sus miembros entre los que se encuentra Mandela. Convencido de que la lucha armada es la única solución para acabar con la política segregacionista del Partido Nacional, participa activamente desde la clandestinidad en la creación del brazo armado del CNA, asumiendo el cargo de secretario general. Tras poner en marcha la ‘Lanza de la nación’ va a Inglaterra a fin de dar a conocer su ideario y buscar apoyos. A su vuelta a Sudáfrica es detenido, en el famoso proceso Rivonia, entablado tras el descubrimiento de un arsenal en un barrio de Johannesburgo. Mandela admite su culpabilidad y es condenado a cadena perpetua.

Pero su reclusión no interrumpe su lucha. Consciente de la relevancia de su responsabilidad como líder del combate contra Pretoria, obcecado en salvar a Sudáfrica del abismo de la guerra civil, gobierna desde detrás de las rejas.

Su ingente labor recibe distinciones entre las que destacamos el Premio Internacional Simón Bolívar, compartido con el rey Juan Carlos I, en 1983.

Liberado, Mandela prosigue su cruzada en pro de la igualdad, esfuerzo que será coronado con la obtención del premio Nobel de la Paz en 1993, y su nombramiento como presidente, el primero elegido democráticamente en la historia de Sudáfrica, el 10 de mayo de 1994.

Diecinueve años después la muerte sorprende al líder xhosa Mandela, convertido en leyenda, el 5 de diciembre del 2013, a la edad de 95 años. Los problemas pulmonares debidos a su prolongada estancia en prisión acaban con su vida.

El pueblo sudafricano llora desconsolado la pérdida de un hombre que cuando más difícil era, supo estar a la altura de la historia que le tocó protagonizar.

‘La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré toda la eternidad’ (Nelson Mandela, 1996).

 

Nelson Mandela y su mujer Winnie saludan a la multitud tras la liberación de Mandela de la prisión Victor Verster

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