Sartre reniega del Nobel
HACE 50 AÑOS
¿Cómo osaba aquel pequeño sabelotodo ateo y comunista rechazar el más preciado de los reconocimientos intelectuales?
Su controvertida decisión generó un escándalo de inusitada violencia en su Francia natal.
En 1975 intentó obtener el dinero del galardón. La noticia soliviantó a los sartrianos del mundo.
El Premio Nobel de Literatura es concedido a Jean Paul Sartre el 22 de octubre de 1964 ‘por su estilo imaginativo y espíritu de independencia y libertad en la lucha por alcanzar la verdad’. La decisión de la Academia Sueca había sido reñida, aquel año los favoritos eran varios. Pero el autor de ‘La Náusea’ fue clarividente y temiendo lo ‘peor’ había escrito una carta muy reservada, fechada el 14 de octubre al presidente de la Fundación Nobel. En ella le advertía de que en caso de ser galardonado rehusaría recibirlo. Ello comportaba el rechazo no solo del reconocimiento intelectual, también de la considerable atribución pecuniaria, habida cuenta de que se acompañaba de una cuantiosa cantidad, 52.000 dólares de la época. Sartre, rogaba que entregaran el premio a algún otro escritor más digno de tal consagración.
Pero su carta deja de ser secreta por la indiscreción involuntaria de su editor, Gallimard. Uno de sus lectores, Gustave Bjustrom, corresponsal en París en la época del diario sueco ‘Dagens Nyether’, encargado de entrevistar a Sartre, filtra a su director la valiosa información. Pese a que la noticia se hace pública, la Academia Sueca hace caso omiso de la petición del laureado y le otorga su galardón. El filósofo y escritor es coronado a su pesar Nobel de literatura.
Sartre reacciona acorde con el mismo espíritu inconformista que años antes le había llevado a renunciar a la Legión de Honor. Comunista confeso aun cuando no milita en el partido, su ideología de izquierdas le impelía a renunciar a toda distinción. Le Monde le retrata con excepcional precisión. Para el prestigioso diario parisino Sartre es ‘el más apasionadamente antiburgués de todos los escritores burgueses’.
Tres días después de rehusar el galardón, el filósofo publica en Le Fígaro, una aviso financiado por su propio bolsillo en el que razona su decisión. En esas líneas manifiesta que el premio es político y que se niega a ser ‘institucionalizado por el Oeste o Este’.
A sus 59 años el más polémico y controvertido de los escritores de la época, existencialista y exaltado defensor de la libertad del hombre, es un apasionado moralista y no se cree merecedor de la distinción.
El escándalo se desata en la sociedad francesa: media Francia descarga con inusitada virulencia su ira contra el hombrecillo sabelotodo, de ojos desviados, ateo y de izquierdas que, creyéndose superior, se atrevía a rechazar los honores de la Academia Sueca. El autor de La Náusea parecía haber escrito una obra premonitoria, la reacción que genera su decisión al rechazar el premio tiene la misma naturaleza.
Sus detractores elucubran todo tipo de argumentos para justificar su infamia: que si no perdona que Suecia, a la que Sartre se había apresurado a manifestar su afecto tras su desplante, hubiese otorgado el premio a su presunto enemigo Camus años antes; que si lo rechazaba por respeto a su pareja, Simone de Beauvoir, o que simplemente su soberbia le hacía incapaz de convertirse en un 'intelectual más'.
El laureado escritor se muestra impasible y no replica públicamente hasta el 19 de noviembre de 1964. Inquirido por el entrevistador en ‘Le Nouvel Observateur’ reafirma que su rechazo al premio es consecuencia de su ideología política a la par que argumenta que su renuncia al cobro de la cantidad obedece a esa misma razón.
La historia hizo caso omiso a la decisión del portentoso intelectual y Sartre pasó a su pesar a engrosar el listado de los Premios Nobel franceses, siendo enumerado como el undécimo en recibirlo.
Pero el suceso no acaba aquí. Once años después, en 1975, el curtido filósofo intentaría por medio de un enviado especial obtener la cantidad correspondiente al premio, pingüe en su día pero humilde por entonces.
El eco de su ignominia indignó a los sartrianos del mundo. Pero su pretensión no pudo ser satisfecha, ya que tal y como ocurriera en su día con Bernard Shaw, en 1926, las retribuciones rechazadas por los premiados pasan a engrosar el Fondo Nobel.
Jean-Paul Sartre, auténtica dinamita intelectual del siglo XX, no sabía con quien se las veía y es que Alfred Nobel había apadrinado la explosiva sustancia hacía ya 92 años.
Cinco años después el insigne filósofo fallecía, contaba 74 años. La muerte de 'la conciencia del mundo', como le había calificado Herbert Marcuse, conmovió a toda Francia. Aquellos ciudadanos que aquel lejano 1964 al estallar el 'escándalo Sartre' le habían censurado y atacado ignominiosamente se ufanaron en llorar su pérdida. Francia había perdido al más querido de sus Nobel.