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Franco da plantón a Hitler

HACE 75 AÑOS

Tres días después de que Hitler desencadenase la II Guerra Mundial, Franco se declara no beligerante. El Gobierno español publica un decreto que ordena a todos los españoles observar la más estricta neutralidad en el conflicto internacional. ¿Por qué? ¿Fue España realmente neutral?

Desvelamos las claves que llevaron al 'charlatán latino', como le llamó Hitler, a no entrar en la guerra, dejando plantado a su amigo Adolf.

23 de Octubre de 1940. Hitler se entrevista con Franco en Hendaya. Amistoso apretón de manos entre los dos dictadores.

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Apelo al buen sentido y responsabilidad de los gobernantes de las naciones, para encaminar el esfuerzo de todos a localizar el conflicto actual’. Francisco Franco, máximo jerarca español desde hacía apenas seis meses, se dirigía solemne al mundo emitiendo a través de las ondas un llamamiento a la concordia. Corría el 3 de septiembre de 1939, Alemania había invadido Polonia dos días antes y en Europa se había declarado la guerra. El día 4 Franco publicaba un decreto en el que ordenaba a todos los españoles observar la más estricta neutralidad en el conflicto internacional: ‘Constando oficialmente el estado de guerra que por desgracia existe entre Inglaterra, Francia y Polonia, de un lado, y Alemania, de otro, se ordena, por el presente decreto, la más estricta neutralidad a los súbditos españoles, con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del derecho público internacional’.

¿Qué llevó a Franco a adoptar una determinación tan incongruente con sus alianzas políticas? ¿Fue España realmente neutral? 

Finalizada la Guerra Civil, el 1 de abril de 1939, Francisco Franco se había erigido en Jefe del Estado español. Su régimen autoritario le vinculaba políticamente a Italia y Alemania, máximos ejemplos de un sistema de gobierno que crecía en Europa entre la inestabilidad de las democracias parlamentarias. Franco había confesado públicamente su admiración por Hitler y Mussolini, políticos de los que se sabía deudor. Astuto, gustaba de hacerlo siempre que le convenía y consciente de que debía su victoria en la contienda al apoyo económico recibido de ambos países.

El Gobierno español había contraído deudas de guerra de alta cuantía que, pese a la reducción que le facilitaron ambos dirigentes, resultaba una pesada carga. Italia había establecido un calendario de pagos que se extendería durante veinticinco años (desde mediados de 1942 hasta junio de 1967). En cambio, Hitler, menos generoso pese a su afinidad, no facilitaría las cosas a Franco y España tuvo grandes dificultades para llegar a un acuerdo sobre una deuda que Alemania fijó en 372 millones de marcos, llegando a contabilizar incluso el coste de la Legión Cóndor (99 millones).

Considerando pues la penuria económica en que se hallaba sumida España tras su cruenta y devastadora Guerra Civil, no es extraño que decidiera no entrar en guerra. ¿Pero se mantuvo totalmente neutral al conflicto?

El 12 de junio de 1940, el Consejo de Ministros español especifica: ‘Extendida la lucha al Mediterráneo por la entrada de Italia, en guerra con Francia e Inglaterra, el Gobierno ha acordado la no beligerancia de España en el conflicto’.

El 23 de octubre de 1940 Hitler y Franco se encuentran en Hendaya, localidad fronteriza francesa. Al final de esta importante entrevista se firma el llamado Protocolo de Hendaya.

Franco, envalentonado por la victoria de la RAF en la batalla de Inglaterra, aprovecha para presentar a Hitler con exigencias de difícil concesión. La locuacidad y verborrea del dictador, lejos de epatar al Führer, le llevan a tacharle de ‘charlatán latino’ pero Franco logra su objetivo: España entrará en la guerra del lado alemán, pero en fecha indeterminada y tras ser atendidas todas las querencias exigidas por su Jefe de Estado.

En 1995, el historiador Javier Tusell defendía que España no entró en la guerra porque a Hitler no le interesó, teoría compartida por el hispanista Paul Preston. Tusell exponía, además, que la soberbia del Führer le habría llevado a menospreciar la posible aportación militar española y a no contemplar una estrategia mediterránea, craso error de planificación cuya importancia se demostraría tras el éxito de las posteriores campañas aliadas de aproximación.

Por su parte el también historiador Stanley G. Payne confirma la existencia de una deuda por parte de Franco para con el Führer, si bien niega su neutralidad en el conflicto. Según este hispanista norteamericano, ‘Franco era listo y evitó cometer el peor error: entrar en guerra. Su astucia le salvó’.

Sin embargo, Payne argumenta que España se declaró ‘no beligerante, término inventado por Mussolini’, para justificar la ayuda que dio a Alemania en términos económicos, logísticos y políticos.

El 19 de noviembre en Berlín, el ministro de Asuntos Exteriores español, Serrano Suñer se entrevista con Hitler. El Führer exige la entrada de España en el conflicto y la invasión de Gibraltar. El político español alega problemas logísticos que hacen imposible ambas acciones.

El día 5 del mes siguiente, submarinos alemanes se reabastecen de combustible en puertos españoles. El día 11, España rechaza la petición de Alemania de permitir a su ejército tomar Gibraltar. En 1941 Serrano Suñer constituye la División Azul como respuesta a la guerra en el frente soviético.

El 1 de octubre de 1943 el gobierno español abandona la posición de no-beligerancia haciendo una declaración oficial de neutralidad en la guerra. Pero indudablemente ya era tarde. Dos años después finalizaba la Segunda Guerra Mundial.

Las potencias vencedoras tendrían la última palabra, excluyendo a España de la ONU y sumiéndola en uno de los periodos más críticos de su historia contemporánea ‘el aislacionismo’.

El Caudillo, Francisco Franco, acompañado del líder nazi Adolf Hitler, saluda a la fuerza alemana a su llegada a Hendaya el 24 de octubre de 1940

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