3’30 de la madrugada, Vicente Blasco Ibañez yace en su lecho. Junto a él se encuentran su esposa Elena, dos de sus hijos, Sigfrido y Mario, Fernando Llorca, director de la Editorial Prometeo, y su secretario Abel García Azorini. Todos acababan de llegar de Barcelona. El escritor se incorpora en el lecho, apoya su cabeza en el hombro de Elena pero ya no puede articular palabra. En ese mismo instante expira.
Su cadáver es inhumado, por su expreso deseo, en el cementerio comunal de la ciudad francesa de Menton, en la Costa Azul. Cinco años después, el 29 de octubre de 1933, sus restos arriban al puerto de Valencia, la ciudad que le vio nacer.
Cuando contrajo la bronconeunomía que le provocó la muerte, el escritor se hallaba enfrascado en retratar la epopeya del descubrimiento de la conquista de América. Para preparar el proyecto, había recorrido Extremadura a fin de documentarse sobre la tierra natal de los conquistadores.
Y es que Vicente Blasco Ibáñez fue un trabajador incansable. Conocido como el ‘Zola español’, artífice de un innovador naturalismo erótico, logró tal popularidad internacional como escritor que no es fácil encontrarle parangones, ni siquiera en la actualidad. Un factor clave de su éxito fueron las adaptaciones de sus obras al cine, bendecidas por el éxito.
Auténtico animal político, vivió una juventud rebelde que le llevó a intervenir en la vida pública desde una edad muy temprana. Se erigió como líder republicano y destacó por su oposición a la Monarquía, siendo clave la fundación del diario Pueblo en 1894, periódico que marcará la vida política y social de su Valencia natal hasta su incautación en 1939. En su carrera política fue muy popular, considerado el diputado republicano más combativo y el periodista más comprometido de su generación. Pese a ello, fue ignorado a partes iguales por derecha e izquierda. Unos no perdonaban su confeso y aireado ateísmo y anticlericalismo (la lectura de La Catedral da fe de ello), mientras que otros no perdonaban su pretendida ideología de izquierdas, conjugada con sus posesiones en la Costa Azul y su ‘espíritu colonialista’. Convertido en un novelista internacional, la noticia de su muerte alcanzó un eco sin precedentes.
Su biografía es tan compleja como curiosa y rica en anécdotas. Desgranamos aquí algunas de ellas:
-Fue expulsado en su juventud de las Escuelas Pías. Testigo de una España convulsa, cuenta tan sólo seis años durante la rebelión cantonal de los inicios de la Primera República Española (1873-1874). Pocos años después se convertirá en un joven rebelde e inquieto.
-En 1890 se vio obligado a huir a París por las consecuencias de una manifestación que promovió en contra de Cánovas del Castillo.
-En 1901, expatriado a América del Sur y afincado en Buenos Aires, logra fundar la que llama ‘Colonia Cervantes’, dedicada a la explotación agrícola y minera del país. Este proyecto colonialista del autor atrae a multitud de sus conciudadanos. Su fracaso le granjea fuertes críticas.
-Su apasionada y combativa personalidad no le impedía criticar a los estamentos, lo que le llevó a batirse en una ocasión en un duelo a pistola. La hebilla metálica de su cinturón, en la que rebotó la bala que le disparó su rival, el general Bernal, le salvó la vida.
-Combativo antimonárquico, osó escribir un folleto insultante contra Alfonso XIII.
-Fue diputado y líder republicano en su ciudad, Valencia (1892-1905).
-Triunfó en Hollywood con las adaptaciones de sus novelas: Sangre y arena, dirigida por Fred Niblo, y Los cuatro jinetes del Apocalipsis, estrenada en 1921, fueron dos éxitos que, por cierto, contribuyeron a consolidar a Rodolfo Valentino como astro cinematográfico.
-Esta última película, en defensa de la causa aliada y ensalzada por Estados Unidos, produjo unos ingresos millonarios. El escritor logra 20.000 dólares por la venta de sus derechos. Tras este éxito, Blasco Ibáñez inicia una gira de conferencias por Estados Unidos.
-En 1921 emprende la vuelta al mundo y reúne sus impresiones en su memorable obra La vuelta al mundo de un novelista.
-En 1926 la Revista Internacional del Libro de Nueva York, convoca un plebiscito entre los lectores de toda América sobre la popularidad de los autores del año. Blasco Ibáñez se encarama a la segunda posición, tan solo por detrás de H.G. Wells.
-¿Megalómano? Su ataúd, obra de Benlliure, es enorme, emulando a un gigantesco libro. En su lomo se leen los títulos de todas sus novelas.
-El escritor había citado el que podría ser su epitafio: ‘El valor del tiempo está en relación con las facultades del que observa. Los días de viaje de algunos valen más que los años de otros’.