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Aymar Navarro: El intérprete del esquí más extremo

El freerider de la Val D'Aran, de 25 años, recorre las montañas del mundo buscando rutas trepidantes

"Creen que estamos pirados pero somos los más sensatos, tenemos que tenerlo todo controlado"

"Cuando mis padres me metían en la mochila portabebés para ir a esquiar era el niño más feliz del mundo"

"Cuando vi el alud pensé que solo me quedaba rezar. Había hecho tres giros y de repente se agrietó la montaña, bajó una bola de nieve y empecé a dar vueltas y vueltas", recuerda Aymar Navarro, el freerider que cobró más notoriedad por un vídeo convertido en fenómeno viral, en el que se ve como lo engulle una avalancha, que por su excelente evolución como esquiador. Navarro vivió para contarlo y entre sus actividades habituales figura dar conferencias para concienciar a los aficionados sobre la necesidad de ir bien equipado y saber utilizar el material de seguridad.

Navarro, de 25 años, estaba rodando, en enero de 2013, un spot en el Tuc de Barlonguera de la Val d'Aran para una conocida marca de coches cuando se produjo el desprendimiento. La casualidad de que el suceso quedara perfectamente inmortalizado desde un helicóptero propició que surgieran descabelladas especulaciones, llegándose a insinuar que Aymar podría haber provocado el alud. "No creo que nadie sea tan idiota de jugarse la vida", espeta Navarro en Ordino, donde hace una semana disputó una de las pruebas del Swatch Freeride World Tour North Face, donde acabó en décima posición de un circuito en el que compite la flor y nata del freeride mundial. El miércoles no corrió la misma suerte pues una caída le ha dañado la rodilla y le apartará unos días de la competición.

El freeride es una espectacular modalidad de esquí fuera de pista que, año tras año, va ganando seguidores y cuyo principal peligro es que puede causar aludes, por eso se recomienda llevar un equipo en el que no falte un ARVA, el dispositivo que emite señales para detectar a las personas atrapadas por la nieve; una sonda, que permite una localización más precisa de las víctimas; la pala para desenterrarlas; un protector de espalda para amortiguar los impactos; un casco, y una mochila con airbag, que al activarla, tal como hizo Navarro el día que le alcanzó la avalancha, mantiene el cuerpo en la superficie.

Este deportista nacido en Les ha respirado el esquí desde la cuna. "Me cuentan que cuando veía que mis padres sacaban la mochila portabebés en la que me metían cuando iban a esquiar yo era el niño más feliz del mundo. Entonces tenía unos dos años y a los tres ya empecé a bajar por las pistas", recuerda. Este aranés trotamundos dedicó su infancia y adolescencia al esquí alpino, combinando los estudios en el instituto de Vielha con el deporte. "Teníamos un programa que nos facilitaba el entreno. Unos días salía a las 11 de la mañana de clase para ir a las pistas y de cinco a ocho de la tarde volvía al instituto; otros días esquiábamos de ocho a once". En su época de juvenil cosechó el subcampeonato de España en Slalom Gigante y el tercer puesto en Súper Gigante, además del campeonato de Catalunya de esta categoría. "Pero acabé saturado y lo dejé, sentía que me faltaba el apoyo de la federación", comenta en el hotel de Ordino tomado por los 60 freeriders que han participado en las dos pruebas del Swatch Freeride World Tour North Face disputadas en el complejo de Vallnord-Arcalís.

Este grupo de esquiadores comparten su pasión por la montaña y un look inconfundible, colores alegres, ropa muy ancha, viseras o gorritos con borla, vaqueros caídos. Son los mejores del mundo: el neozelandés Sam Smoothy, uno de los referentes de Navarro; el estadounidense George Rodney, que va primero de la clasificación general del circuito, seguido del suizo Samuel Anthamatten; los también suizos Jonathan Charlet y Estelle Ballet, líderes en snowboard; el andorrano Dani Fornell... Navarro figura entre los 15 primeros de una lista de cerca de 600 de la Freeride World Qualifier.

Estos chicos son los seguidores del californiano Glen Plake y el canadiense Shane McConkey (ya fallecido), considerados los pioneros de esta disciplina, quizás la más salvaje y adrenalínica. Y fue el freeride el que devolvió la motivación a Navarro quien, tras un breve impasse dando clases a principiantes, regresó con ganas a la competición. Ahora su vida transcurre entre la Val d'Aran, los Alpes, Argentina...

"Creen que estamos pirados por tirarnos por acantilados pero somos los más sensatos, tenemos que tenerlo todo controlado para evitar errores. El día antes de la prueba estudio la ruta por la que descenderé, duermo pensando en la línea que seguiré. Hay que interpretar muy bien la montaña y la nieve". En el freeride te lo juegas todo en menos de un minuto y no hay margen para titubeos.

El Freeride World Tour, con pruebas en Europa y Alaska y que este año ha recalado por primera vez en Andorra, ha contribuido a dar a conocer esta modalidad. Un día antes de la competición se desvela a los participantes el lugar por el que bajarán. Estos analizan el enclave y deciden que itinerario seguirán, buscan rocas y otras obstáculos para rematar un recorrido más atractivo y trepidante. Los jueces valoran la dificultad de la ruta trazada, el estilo y también la rapidez. Hace una semana, cerca de 60 freeriders dibujaron diferentes líneas en la zona conocida como La Gómez, en Ordino. En menos de un minuto culminaron unos 350 metros plagados de piedras, árboles y canales de vértigo. Una experiencia extrema y vistosa que engancha: "Tienes la sensación de estar en lugares que nadie ha pisado antes", comenta Navarro, que ahora puede dedicarse a tiempo completo al freeride.