Mila Ximénez y el cáncer en prime time
Análisis
La periodista eligió ‘Sálvame’ para contar su desgarrador testimonio y el programa montó una puesta en escena que ha levantado recelo ético
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Mila Ximénez eligió el programa Sálvame, del que es una de las colaboradoras con más peso, para anunciar el golpe que le ha deparado la vida: sufre un cáncer de pulmón. Una pésima noticia en un mes donde esta enfermedad ha estado más presente que nunca en televisión- luego hay una realidad cotidiana que muchísima gente vive por desgracia en silencio- con las sentidas pérdidas de dos personas que tenían algo muy loable en común: su espíritu optimista. Son Álex Lequio y P au Donés, dos nombres que nos han entristecido por sus historias y con los que cada día se nos encoge el alma al ver cómo está sufriendo su entorno. Dos personas que tenían mucha vida por delante y que, injustamente, se han ido antes de tiempo.
El abanico de emociones por el que debe pasar una persona y su entorno más próximo cuando el médico pronuncia la maldita palabra solo es propiedad de esas experiencias y forma parte de su intimidad. No existe un manual de instrucciones para afrontar los baches que nos depara la vida y cada uno los sortea o los afronta de la manera que humanamente puede y según su contexto y su carácter.
Así que lo primero que quiero recalcar es que cada uno es libre de elegir cómo quiere vivir esta enfermedad y, por supuesto, cómo quiere comunicarla. Ser un personaje mediático no es nada sencillo porque cada gesto, palabra o acción es analizada bajo la inapelable lupa de una audiencia ávida de nuevas historias. Así que si uno intenta por un segundo ponerse en la piel de un famoso que debe anunciar algo tan impactante, es evidente que la sensación es que hay que ser muy valiente para dar ese paso sabiendo que a los cinco minutos copará todas las portadas en muchos medios de comunicación que te recordarán el dolor por el que estás atravesando.
Mila lo dijo claro: no quería jugar ni al despiste ni al escondite. Su ausencia en Sálvame hubiera dado pie a todo tipo de especulaciones, por lo que la periodista quiso cortar por lo sano y ser ella misma, antes de someterse a las pruebas necesarias, la que diera la terrible noticia al mundo, incluidos algunos de sus compañeros de programa que, al parecer, no sabían nada. Y es que hace muy poquito que tiene el diagnóstico.
Hasta aquí creo que estamos hablando de un relato humano comprensible, independientemente de que cada uno en su lugar habría elegido su puesta en escena más conveniente. Lo que genera algo más de inquietud es, precisamente, la escenificación con la que el programa se sirvió el pasado martes para que Mila pudiera comunicar el duro golpe que había recibido.
Aunque Kiko Hernández ya mandó un entonces misterioso mensaje el pasado viernes durante el programa La última cena, no fue hasta este martes que Mila Ximénez decidió dar la cara vía telefónica para explicar su situación. Fue a partir de las ocho de la tarde- momento de más audiencia de un programa que se alarga por espacio de cinco horas diarias y que, justo en ese momento, compite con Pasapalabra en Antena 3- en el espacio Sálvame Tomate y en lo que en términos televisivos sería el prime time del programa de Mediaset, ya que en su recta final suele acumular más espectadores.
Y así durante una hora. Una hora de televisión con los ánimos que mandaban los colaboradores desde el plató a los que se sumaron las lacrimógenas conexiones con algunos profesionales de peso que este martes no estaban allí presentes, como su amigo Kiko Hernández, María Patiño o Kiko Matamoros. Se exprimió también la mala relación entre Mila y Lydia Lozano que, como es lógico, con la noticia quedó en anécdota y ambas aprovecharon para reconciliarse. Todo ello, con la presencia de un emocionado Jorge Javier Vázquez que en algunos momentos, y a pesar de que él ya era conocedor de la noticia y hacía lo imposible para relativizar la situación, terminó por derramar alguna lágrima.
La pregunta que uno se hace aquí como espectador es si esa emotiva puesta en escena forma parte de una estrategia para aprovechar el poderoso testigo de Mila ya no solo para conmover al público sino también para hacer una jugada maestra a nivel de audiencia. Y eso es algo que ya no se compra con tanta alegría. El sufrimiento humano jamás debería ser mercancía para generar resultados, sea de quien sea. Es sabido que el programa se siente cómodo y fuerte lidiando con los escándalos y las polémicas, ya no solo de los demás, sino también de los propios colaboradores. Pero este caso debería comer aparte.
A partir de aquí, también es cierto que la propia Mila Ximénez conoce el ADN del programa mejor que nadie y hay que suponer que si se prestó a conceder la exclusiva a Sálvame fue sabiendo perfectamente a lo que se enfrentaba, con momentos surrealistas en los que era ella la que tenía que dar ánimos a su gente, y no al revés. O cuando Alonso Caparrós resbaló estrepitosamente al aconsejarle que viera una conferencia de Pau Donés que estaba colgada en las redes. Demasiado pronto para ambos dolores.
El debate, como era también previsible, está servido en las redes sociales y en algunas plataformas, también en medios de comunicación, donde se acusa al programa de cruzar una línea roja con una versión modernizada del “todo por la audiencia”. Una reflexión que es difícil de abordar teniendo en cuenta que cada uno tiene derecho para elegir cómo, cuándo y dónde quiere contar las cosas que hacen referencia a su vida, a pesar de correr el riesgo de que, cuando se apaguen los focos, para muchos, el show haya quedado por encima de un relato que nadie merecería tener que contar.