Melania sonríe lejos de Washington
La primera dama de EE.UU. brilla por su estilo y simpatía en su viaje en solitario por África
La distancia es el olvido.
A miles de kilómetros de Washington, de visita sola por ese continente africano tan despreciado por su marido, Melania Trump da la impresión de haberse quitado el peso del apellido.
“Qué va a ser de ti, lejos de casa, nena, qué va a ser de ti”, entonó Joan Manuel Serrat, que, desde luego, no tenía en mente a esta señora eslovena, convertida en estadounidense y esposa del hombre más poderoso del planeta, y que, por el cultivo de su imagen, parece seguir viendo el mundo como una pasarela repleta de estereotipos. Aterrizó en la cuna de la humanidad luciendo stilettos con estampado de leopardo.
Pues, a partir de la interpretación de los medios de Estados Unidos, la primera dama se muestra feliz, sonriente y agradecida, por estar protagonizando su primer viaje sin ataduras maritales, que arrancó el martes en Ghana, continuó ayer en Malaui y la lleva también a Kenia y Egipto.
La esposa de Trump visita en Ghana la casa de un jefe tribal en la que había colgada una foto de Barack Obama
Dicen los que la conocen que la Melania africana se acerca mucho más a la que es su verdadera personalidad, alguien a quien le gusta el trato con la gente y no la oscuridad de la Casa Blanca, a la sombra de un Donald Trump rodeado de controversias. Mientras ella visita hospitales o escuelas, su marido se burla de la supuesta víctima de una agresión sexual.
Ha elegido África, territorio que visitaron antecesoras como Hillary Clinton, Laura Bush y Michelle Obama. Hay quien sostiene que ha emprendido esta ruta presionada por los consejeros presidenciales para tratar de recomponer el desaguisado provocado por Donald Trump. A principios de año maldijo a varios países al calificarlos de “agujeros de mierda”.
Un momento álgido de su estancia en Ghana se produjo al visitar las mazmorras donde encerraban a los esclavos. Previamente, Melania tuvo que acudir a la casa de un jefe tribal, que debía autorizar esa visita. En la pared colgaba la foto de un presidente estadounidense. ¿Trump? No, su odiado Barack Obama.