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Cerebro bilingüe

En forma

Hay muchos grupos de investigación que, desde hace años, tratan de averiguar cómo afecta al cerebro el aprendizaje de lenguas. Siguen sin respuesta muchas preguntas, pero hay datos que acreditan que el cerebro bilingüe ni es ni funciona igual que el monolingüe

Señal de tráfico de Bruselas (Bélgica)

Propias

El cerebro bilingüe no es igual que el monolingüe. Ni a nivel fisiológico ni funcional. Hablar más de una lengua hace que el cerebro trabaje de forma distinta, que se activen diferentes áreas neuronales y que aumente la densidad de la materia blanca, de la sustancia aislante que recubre las conexiones nerviosas. Esas diferencias se traducen en la práctica en mentes más flexibles y eficientes, con mayor capacidad de atención y concentración, de resolución de problemas y de memoria, y protegen contra el deterioro cognitivo provocado por la edad o por una lesión cerebral, según aseguran quienes investigan sobre los efectos del bilingüismo. La contrapartida, dicen, es que los bilingües son algo más lentos al hablar y más proclives a que se les atasque una palabra en la punta de la lengua.

¿Quiere ello decir que las personas bilingües son más listas, más inteligentes? “No lo creo, porque el mundo no está dominado por los bilingües”, responde categóricamente Nuria Sebastián-Gallés, coordinadora de Brainglot, un proyecto de investigación sobre bilingüismo y neurociencia cognitiva que integra seis grupos diferenciados de trabajo, entre ellos el dedicado a adquisición y procesamiento del habla, del que forma parte esta catedrática de Psicología de la Universitat Pompeu Fabra. Lo que sí está claro, según las investigaciones realizadas hasta el momento, es que utilizar dos lenguas obliga a una serie de procesos mentales extras que modifican el cerebro y proporcionan un entrenamiento mental que acaba por suponer una ventaja para casi cualquier actividad cognitiva, especialmente para las que tienen que ver con el control atencional, es decir, con ignorar la información que no es relevante para lo que uno hace. “Se ha comprobado que las personas bilingües y monolingües utilizan partes diferentes del cerebro para cambiar de tarea cognitiva: mientras que los bilingües usan la misma área cerebral que para cambiar de lengua y controlar la lengua que hablan (el frontal inferior izquierdo o área de Broca y los ganglios basales), los monolingües tienen una menor participación de estas zonas y un mayor control de estas funciones desde áreas homólogas del hemisferio derecho”, explica César Ávila, catedrático de Psicología Básica de la Universitat Jaume I de Castellón e investigador del grupo de neuropsicología y neuroimagen funcional de Brainglot. Después de comprobar con técnicas de resonancia magnética qué pasa en el cerebro de personas bilingües y monolingües al realizar tareas que no son lingüísticas, sino de control ejecutivo, de atención, Ávila asegura que “crecer en un entorno en el que se usan dos lenguas y has de cambiar constantemente de una a otra hace al cerebro más flexible al ambiente y otorga más capacidad de cambio cognitivo”, lo que podría incidir también en la forma de ser.

Albert Costa, profesor de Icrea afiliado a la UPF e investigador del grupo de producción del habla y bilingüismo, explica que, como las estructuras cerebrales que regulan el control atencional –el ignorar la información irrelevante– son las mismas que utiliza un bilingüe para focalizar una lengua u otra según con quien está, la sobrepráctica proporciona más eficiencia al bilingüe. A las mismas conclusiones llegó Ellen Bialystok, de la Universidad de York (Toronto), tras someter a multitareas a un colectivo de personas entre las que había quien hablaba uno o dos idiomas. “Pusimos voluntarios a conducir en un simulador mientras por unos auriculares les dábamos tareas extras, y comprobamos cómo afectaba eso a su forma de conducir: todos lo hicieron peor, pero en los bilingües su desempeño bajó menos porque podían concentrarse en conducir mientras recibían otras órdenes”, según detalla en varias publicaciones. Su conclusión es que el bilingüismo reorganiza ciertas redes específicas del cerebro creando una base más eficaz para el control ejecutivo y la atención, y eso permite un mejor desempeño de cualquier tarea cognitiva durante toda la vida, incluso durante el envejecimiento. A este respecto, un equipo de investigadores del instituto Rotman, de Toronto, ha comprobado que quienes han hablado asiduamente dos o más idiomas durante toda su vida presentan los síntomas de demencia o de alzheimer entre cuatro y cinco años más tarde que quienes hablaban sólo una. Fergus Crack, el responsable de la investigación, aseguró al presentar sus conclusiones que no es que el bilingüismo prevenga el alzheimer, pero sí proporciona una estimulación mental que crea reservas cognitivas que retrasan la aparición de los síntomas. Costa, por su parte, ha comprobado que una vez aparece el alzheimer, en las personas bilingües las dos lenguas se ven afectadas en paralelo, aunque el deterioro es algo superior en la que aprendieron más tarde.

Factor edad

Y estos beneficios, ¿se desarrollan sólo si se es bilingüe desde niño? Las investigaciones indican que la edad a la que se aprende una segunda lengua importa y deja huella en el cerebro y en la habilidad para hablarla, pero no necesariamente afecta a los beneficios cognitivos que conlleva ser bilingüe. “La mayor efectividad en tareas de atención también se da en personas que han aprendido el segundo idioma más tarde; yo creo que no depende tanto del cuándo y cómo sabes un idioma sino de que lo utilices, que hagas a menudo el ejercicio de cambiar de lengua, de decidir cuál has de utilizar”, afirma Costa. De hecho, ahora investiga si ni siquiera hace falta hablar una segunda lengua, sino escucharla de forma cotidiana y entenderla, a la vista de que los bebés criados en hogares bilingües ya presentan esa ventaja atencional y no hablan. Las investigaciones de María Teresa Bajo, profesora de Psicología Experimental de la Universidad de Granada y coordinadora del proyecto Procesos de atención y memoria en la selección de idiomas en bilingües y traductores, parecen indicar que tampoco es imprescindible una práctica constante. “Hemos visto que en el cerebro del bilingüe se activan las dos lenguas, aunque sólo hable una, porque ha de esforzarse y realizar una serie de procesos mentales extras para evitar que el segundo idioma interfiera, para escoger de entre las dos lenguas la palabra que precisa en ese momento y descartar la del otro idioma; así que ejercita el control ejecutivo aunque no use la segunda lengua constantemente”, explica.

Pero la edad a la que se aprende una lengua incide.Itziar Laka, directora del grupo de investigación sobre la mente bilingüe de la Universidad del País Vasco, asegura que lo que cuenta es qué lengua llega antes al cerebro, porque aunque el segundo idioma se aprenda muy pronto y se tenga un alto nivel, su representación y procesamiento en el cerebro es diferente. “Ya se sabía que para la fonología importaba la edad a la que aprendes el idioma porque el mapa fonológico se hace tempranísimo, pero ahora hemos visto que también afecta a cómo se procesa la sintaxis”, apunta Laka. En su investigación con personas con un alto dominio del castellano y el euskera desde los cuatro años ha apreciado que sus cerebros activan redes neuronales distintas para determinadas propiedades sintácticas según el idioma que aprendieron antes.

Laura Bosch, psicóloga y miembro del grupo de investigación en cerebro, cognición y conducta IR3C de la Universitat de Barcelona, subraya que, a nivel fonológico, resulta determinante la lengua a la que se está expuesto el primer año de vida. Explica que investigaciones realizadas en Alemania con bilingües de alemán y turco que dominan ambas lenguas han evidenciado diferencias a la hora de discriminar sonidos en función de cuál fue su lengua materna y también respecto a los monolingües en cada una de ellas. Sebastián-Gallés apunta que los bebés nacen preparados para todos los idiomas y son capaces de apreciar las diferencias fonéticas de cualquier lengua, pero en el primer año se “sintonizan”, aprecian mejor los fonemas de la lengua que escuchan y dejan de apreciar otros. “Al nacer un bebé japonés nota la diferencia entre cara y cala igual que uno castellano, pero al año deja de apreciarla, mientras que el castellano la nota más”, ejemplifica. Y en el caso de los bebés bilingües, la sintonización implica que al año diferencian los fonemas de las dos lenguas que oyen.

Factor calidad

Para hablar de un cerebro bilingüe, ¿hace falta dominar a la perfección las dos lenguas? Como se ha visto, hay investigaciones que apuntan a que las mayores habilidades de los bilingües no dependen tanto de lo bien o mal que conozcan las lenguas como de que estén en un entorno que obligue a utilizarlas, aunque sea de forma pasiva. Yosef Grodzinsky, especialista en investigación neurolingüística, explicaba hace algún tiempo en La Vanguardia que aunque te equivoques o no entiendas bien un idioma, si lo intentas hablar el ejercicio es igual de efectivo porque se apaga y enciende el mecanismo de un idioma u otro. César Ávila y Albert Costa opinan que el cerebro es como un músculo, y cuanto más se hablen las dos lenguas y mejor se conozcan sus estructuras y su léxico, más se ejercita y mayores beneficios se obtienen. Costa subraya que el cerebro también trabaja de forma diferente en función del nivel de conocimiento y desenvoltura que se tiene en cada lengua. “En nuestras investigaciones (bilingües de catalán y castellano) hemos visto que si el nivel de dominio de las dos lenguas es muy alto, a nivel macroscópico se solapan las dos zonas del cerebro donde se representan; en cambio, si en una tu nivel no es muy alto, la segunda lengua ocupa más espacio, y a medida que se va automatizando su uso converge con la zona de la primera lengua. No sabemos si el hecho de que ocupe más espacio tiene que ver con que requiere más esfuerzo”, comenta.

Factor método

Cómo se aprenden las lenguas también afecta al cerebro bilingüe. Costa explica que el léxico depende de la memoria declarativa, que está en los lóbulos temporales, mientras que la sintaxis, la gramática y la morfología de la lengua materna, que se aprende de oído, practicándola, se fijan en la memoria procedimental (como montar en bici), que está en los ganglios basales. Pero si la segunda lengua se aprende con explicaciones, la sintaxis y la gramática se alojan entonces en la memoria declarativa en lugar de en la procedimental, y por eso cuesta más interiorizarla. “No obstante, a medida que subes de nivel y dominas una lengua tiendes a trasladar la sintaxis a los ganglios basales”, añade.

Factor idioma

¿Es lo mismo ser bilingüe de castellano y catalán, que de castellano y euskera, castellano e inglés, o italiano y alemán? Las investigaciones realizadas hasta ahora indican que no. Costa cree que importa el hecho de que las lenguas sean parecidas o muy distintas, pero eso no siempre es fácil de determinar. “Está claro que el chino es muy diferente del castellano e implica zonas del hemisferio derecho que nosotros no usamos tanto; en cambio, el catalán y el castellano pueden parecerse en vocabulario, pero a nivel fonético la primera tiene ocho vocales y la segunda sólo cinco, algo que la aproximaría al euskera”, ejemplifica. No hay evidencias, pero los expertos consultados creen que cuanto más parecidas son las lenguas que se hablan, más esfuerzo ha de realizar el cerebro del bilingüe para distinguirlas y separarlas, lo que implicaría una mejora de las habilidades cognitivas. Itziar Laka piensa que aún es pronto para pronunciarse al respecto, pues aunque se ha analizado cómo se procesa el léxico de distintas lenguas, se sabe muy poco de qué pasa con la sintaxis. Y en eso trabaja. “Miramos si al hacer una oración pasiva en inglés o en castellano el cerebro hace la misma operación con palabras distintas o utiliza redes neuronales diferentes; y si para construir una oración activa en castellano y en euskera el cerebro trabaja diferente por el hecho de que una sea una lengua nominativa y la otra ergativa”, ejemplifica.

Factor número

Tampoco hay aún datos concluyentes sobre si es lo mismo ser bilingüe que multilingüe ni sobre si una vez que se conocen dos lenguas es más fácil incorporar una tercera o una cuarta. “No existe ninguna evidencia seria sobre que resulte más fácil aprender idiomas a los bilingües”, advierte Sebastián-Gallés. Costa está prácticamente convencido de que el multilingüismo no implica una ganancia de eficacia en las tareas ejecutivas respecto al bilingüismo, pero sí cree que es más fácil aprender una tercera lengua si ya sabes dos. “Un bilingüe ya sabe hacer malabarismos con dos bolas y sólo tiene que incorporar una tercera, mientras que el monolingüe ha de empezar por aprender la técnica de los malabares”, ejemplifica.

¿Hablar varias lenguas retrasa otros aprendizajes?

Nuria Sebastián-Gallés y Laura Bosch, que llevan décadas investigando el bilingüismo en bebés, rechazan que estos niños tarden más en decir sus primeras palabras o construir frases. “Lo que hay es mucha variabilidad en el momento de comenzar a hablar de un niño a otro, sea bilingüe o monolingüe”, explican. Y desmienten la creencia de que escuchar dos lenguas confunde a los niños: “Si mezclan palabras al hablar no es porque tengan los idiomas mezclados en su cerebro, sino por estrategia comunicativa, porque no tienen suficiente vocabulario y tiran de la palabra que saben, en el idioma que sea”. Las personas bilingües suelen tener menos vocabulario de cada lengua que un monolingüe, pero más léxico en conjunto.
Pero que bilingües y monolingües alcancen los hitos del habla a la vez no quiere decir que sigan el mismo proceso. Hay algunos pequeños desajustes comparativos en torno a los ocho meses, cuando el bilingüe se está adaptando a los dos idiomas. A esa edad los bebés bilingües parecen no distinguir sutiles diferencias fonéticas, aunque las últimas investigaciones apuntan a que sólo es que no se sorprenden tanto de que algo se diga de formas distintas. Por otra parte, profesores que han seguido experiencias de educación bilingüe durante 15 años concluyen que esos alumnos son mejores estudiantes, tienen más capacidad de resolver problemas y más habilidades verbales.