¿Trabajamos más o menos que los europeos?
En familia
Las estadísticas dicen, contra la opinión generalizada de muchos -entre ellos Angela Merkel-, que los españoles trabajamos más horas que los alemanes, tenemos menos vacaciones y menos tiempo de ocio. Otra cosa es cómo se desarrollan esas largas jornadas
Los españoles hace tiempo que asumimos el Spain is different. Quizá por eso a muchos no les extrañe que nuestros horarios cotidianos, tanto en el ámbito personal como en el laboral, constituyan una singularidad en Europa. Ni siquiera nos asemejamos a otros países mediterráneos como Grecia e Italia. Tampoco a nuestros vecinos, Portugal y Francia. Aunque no nos levantamos mucho más tarde, cuando ellos comen, aquí alguno todavía está tomando el café de media mañana; y cuando cenan, ni siquiera hemos salido de trabajar; así que cuando muchos europeos se van a dormir, aquí aun se recogen los platos de la cena y se preparan los bocadillos del día siguiente para descansar luego un rato en el sofá. La diferencia estriba, fundamentalmente, en la larga jornada laboral.
“Según datos de la Fundación Europea para la mejora de las condiciones de vida y de trabajo (Eurofound), los españoles pasamos en el trabajo una media de 1.720 horas al año; 26 más que los ingleses, 41 más que los italianos, 58 más que los suecos, 65 más que los alemanes, 92 más que los daneses y 125 más que los franceses”, explica Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles. Las cifras del European Industrial Relations Observatory (EIRO) indican que la jornada laboral pactada en España es de 38,4 horas semanales, frente a las 37,7 de Alemania, 37,3 de Reino Unido o las 35,6 de Francia. Y hay estudios que amplían esa diferencia. Lo cierto es que, según los informes sobre empleo de la Unión Europea, España tiene unos tiempos de trabajo más extensos que la media comunitaria en once de los catorce sectores considerados, y es el país con la tercera jornada más larga en el transporte, la construcción, el comercio, los servicios empresariales, las finanzas y los servicios sociales. Sólo trabajan menos que la media los empleados de las administraciones públicas y los de los ámbitos de salud y educación. Y las estadísticas de la OCDE (veáse gráfico superior) indican que la dedicación de los españoles al trabajo coincide con la media y supera a la de los alemanes, que disfrutan de más tiempo de ocio. Entonces, ¿de dónde viene la fama de que en España todo es fiesta y se trabaja poco?
Las palabras de Mark Jeffery, un británico de 42 años que ha vivido en el Reino Unido, Francia, Bélgica e Italia antes de instalarse en Barcelona hace once años, resultan muy clarificadoras: “En España el día laboral es más largo, pero no más productivo debido a la mayor pausa para comer y a la duración de las reuniones”. Yolanda Gutiérrez, socia del área de capital humano de la consultora Mercer, cree que la diferencia no estriba en las horas de trabajo oficiales, sino en la forma de enfrentarse a esas horas. Después de trabajar un tiempo en el Reino Unido, Miquel Royo i Vidal, de 22 años, lo explica así: “Oficialmente se empieza más o menos a la misma hora, pero aquí cada uno llega cuando puede –y eso puede significar quince o treinta minutos tarde– mientras que los ingleses llegan puntuales; luego aquí hay la pausa del desayuno, y allí van preparados para trabajar hasta la hora de comer; y mientras los ingleses paran media hora, y cada uno cuando puede, aquí dedicamos a la comida mucho tiempo porque vamos a casa o nos sentamos a comer un menú en un restaurante; después, ellos salen antes”.
Con la experiencia de trabajar en una multinacional, Gutiérrez coincide en que aquí se empieza a trabajar más tarde y se dedica más del doble de tiempo a la comida, pero asegura que hay otras cuestiones que influyen en nuestros horarios y alargan la hora de salida. De entrada, que en muchas empresas se mantiene la cultura de premiar la permanencia en el puesto de trabajo en lugar de valorar por objetivos. “Eso hace que incluso el que se lleva la comida al trabajo y come en veinte minutos no acorte el paréntesis del mediodía, sino que respeta la pausa de hora y media y se va a pasear, a hacer ejercicio, a comprar… porque sabe que aunque regrese rápido a trabajar no saldrá antes, así que prefiere relajarse y desconectar un poco al mediodía”, explica. Pero también pasamos muchas horas en el trabajo porque somos poco productivos: “No sabemos gestionar las reuniones interminables, no se respeta el horario de inicio y salida de ellas, y así es imposible cumplir la agenda; además, la relaciones sociales en la empresa no son tan productivas como en otros países porque charlamos más, tomamos más café”. Y como el trabajo hay que hacerlo, la jornada se alarga. “Para muchos la siguiente cita en la agenda es la cena, y en España se cena tarde, así que no tienen prisa por salir de la oficina; si cenásemos antes, nos alargaríamos menos”, comenta la especialista en capital humano de Mercer.
Ignacio Buqueras asegura que no siempre fue así. Que la prolongación de la jornada laboral y los tardíos horarios de comida y cena tienen explicaciones históricas. “Esto viene de los años 40 del siglo pasado, en que se cambió el horario español para ajustarlo al de la Europa invadida por los nazis. Hasta entonces nuestros horarios eran muy parecidos a los europeos: almorzábamos al mediodía y cenábamos entre las siete y las ocho de la tarde”, apunta. Y explica que el 16 de marzo de 1940 España adoptó la hora de verano y no la recuperó al finalizar la estación, como tampoco lo hicieron Alemania y la Francia ocupada. Luego, el 2 de mayo de 1942, se adelantó otra hora y nos quedamos en la hora de Alemania y los países que ocupaba, con una hora de diferencia respecto a Portugal, que no participaba en la guerra. Al acabar esta, el Reino Unido volvió a la hora europea occidental, pero no así Francia ni España. “Debido a este error histórico, nuestro país se rige hoy por la hora de Berlín –la de Europa central– y no por la de Londres –la de Europa Occidental–, que es la de Canarias y la que debería tener todo el territorio”, indica Buqueras. Y añade otro hecho que afectó a los horarios de comida y cena: el pluriempleo de la posguerra, que consolidó una clara división del día en una primera jornada de mañana prolongada, trabajando hasta las dos, luego una pausa extensa, y por la tarde una segunda jornada. Y esa doble jornada acabó por consolidarse en un horario laboral “normal” de 9 a 19, con dos horas para comer, y una tendencia más que frecuente de alargarse hasta las 8 o las 9 de la noche. “Hay que introducir cambios y desterrar la idea de que el profesional que pasa más horas en el trabajo y más tarde llega a casa es el más productivo y el que más reconocimiento obtiene”, subraya.
Esta y otras peculiaridades a la hora de afrontar la jornada laboral eran las que parodiaba hace unos meses un programa de la televisión sueca para explicar que los españoles son los europeos que pasan más horas en la oficina, aunque no necesariamente trabajando. En clave de humor, mostraba a empleados que pasan parte de la jornada laboral subiendo fotos al Facebook, leyendo el periódico o charlando con los compañeros, y que luego se quedan hasta la diez de la noche para hacer méritos.
Lo cierto es que como trabajadores, los españoles no tenemos muy buena imagen. Uno de los reproches que se nos hace es el de tener muchas vacaciones. Sin embargo, con la Guía Mundial de Beneficios y Empleo 2009 elaborada por Mercer en la mano, no parece que eso sea cierto. “España, con 36 días de descanso anuales, entre vacaciones y festivos, ocupa una posición intermedia; Finlandia, Brasil o Francia tienen más días libres al año, y en Estados Unidos, donde solemos creer que hay muy pocas vacaciones porque la ley no establece unos días mínimos de descanso, lo habitual es que las empresas ofrezcan unos 15 días además de los diez festivos; lo que ocurre es que en otros países viven los periodos vacacionales de forma más fragmentada y quedan más disimulados, y cuando aquí cogemos tres o cuatro semanas en agosto, fuera tienen la sensación de que tenemos más vacaciones”, opina Yolanda Gutiérrez. Y subraya que suelen ser las empresas las que no permiten coger periodos inferiores a 15 días y las que promueven que se concentren las vacaciones en agosto, Navidad o Semana Santa, porque es cuando realmente baja la actividad. “En España ocurre que cuando las empresas dejan trabajar a sus empleados en agosto, como casi no hay actividad, se vuelven improductivos, y cuesta romper las inercias”, agrega.
Al margen de la mala fama o incluso las burlas que hayamos de soportar en Europa, cada vez son más las voces que advierten que los extensos horarios laborales españoles –que a su vez alargan los horarios comerciales– no son buenos para nadie, ni siquiera para las empresas, a juzgar por los datos de productividad. Para muestra un botón: en las multinacionales y en todas aquellas empresas que comercian con compañías de otros países, el periodo que va desde las doce del mediodía hasta las cuatro o cuatro y media de la tarde es improductivo, porque cuando no comen unos comen otros y resulta imposible contactar o avanzar trabajo juntos. “Los largos horarios nos impiden conciliar nuestra vida personal, familiar y laboral; dificultan la igualdad real entre hombre y mujer, merman la calidad de vida, no nos dejan dormir tiempo suficiente, perjudican a la salud, afectan a la productividad, a las relaciones comerciales y al rendimiento escolar, e inciden en una mayor siniestralidad laboral y de tráfico…”, resume Ignacio Buqueras.
Una de las consecuencias claras y que más debate suscita es la dificultad de combinar los horarios de los padres con los de los niños, y los perniciosos efectos de alargar las jornadas escolares de estos últimos. Bastaría, según algunos, con ajustarse al horario europeo, más madrugador e intensivo, y desterrar la jornada partida y la larga pausa de la comida para solventar en gran medida estos problemas sin necesidad de negociar medidas de conciliación y reducciones de jornada. El primer paso podría ser sincronizar los relojes españoles con los de Portugal y Reino Unido y mantener nuestras rutinas respecto al horario solar. Es decir, que quien ahora entra a trabajar a las nueve lo haría a las 8; en lugar de comer a las dos lo haría a la una, y en vez de salir a las siete lo haría a las 6. Eso también supondría adelantar la hora de la cervecita, de la cena y de irse a dormir. ¿Está dispuesto?
El verano, en julio
En Suecia lo normal es levantarse entre seis y siete de la mañana, para empezar a trabajar a las ocho. Se come a las doce y se sale de trabajar a las cinco de la tarde, para cenar antes de las siete de la tarde e irse a dormir entre las diez y las once de la noche. Claro que quienes trabajan en la Administración, en fábricas o en comercios tienen horarios distintos. Los empleados públicos acostumbran a trabajar de 9 h a 16 h. Las tiendas abren de 9 h a 19 h entre semana y de 10 h a 17 h los fines de semana, aunque los supermercados suelen cerrar unas dos horas más tarde y en las grandes ciudades puedes encontrar alguno abierto hasta las diez de la noche. En cuanto a las vacaciones, se disfruta de un mínimo de cinco semanas al año y, por ley, se tiene derecho a disfrutar de cuatro semanas consecutivas en los meses de verano. Lo más común es hacerlas en julio. Las vacaciones escolares se alargan unas diez semanas en verano, del 10 de junio a finales de agosto, además de una semana de vacaciones en otoño, entre dos y tres en Navidades, otra en febrero o marzo y una más en Semana Santa. Los niños van a clase de 9 h a 13 h o de 9 h a 16 h, en función de la edad. -GLORIA MORENO
Muchas horas de trabajo
El Reino Unido es uno de los países donde más horas se trabajan y menos vacaciones hay y, sin embargo, su índice de productividad es bajo. En la Administración el horario más habitual es de nueve de la mañana a cinco de la tarde; en los bancos, por término medio, trabajan de 10 h a 17 h y de lunes a viernes; y los comercios, en general, abren todos los días, de nueve o diez de la mañana a ocho de la tarde, y los domingos de 12 h a 17 h, aunque hay establecimientos abiertos las 24 horas del día. En la empresa privada los horarios son flexibles y se trabaja muchas horas, como en España, si bien los sueldos son superiores, se valora el esfuerzo y los empleados se sienten más apreciados. En cuanto a las vacaciones, la actividad no baja tanto en verano como en España porque las familias se toman un par de semanas y se dejan otras dos para ir repartiéndose los días el resto del año. -RAFAEL RAMOS
Todo antes
La vida cotidiana de los franceses transcurre antes que la de los españoles, a pesar de que sus horarios laborales teóricos no difieren tanto. En Francia se desayuna entre 6,30 h y 8 h de la mañana, se come entre las 12 h y las 13,30 h y se cena sobre las 20 h. Los horarios laborales varían, pero el más habitual es de ocho o nueve de la mañana a seis o siete de la tarde. Eso sí, no se para más de 45 minutos para comer. Y quienes disfrutan del régimen de 35 horas semanales, van acumulando horas para luego tomarse días libres. Quienes tienen hijos en edad escolar suelen aprovechar esos días para cubrir las numerosas vacaciones que hay durante el curso escolar. Los niños van a clase de 8,30 h a 16,30 h (con una pausa de 11,30 h a 13,30 h para comer), aunque los miércoles no hay clase en primaria y, en secundaria, sólo por la mañana. En cuanto a las vacaciones laborales, lo habitual son cinco semanas, y suelen disfrutarse en buena medida en verano, a partir de la fiesta nacional del 14 de julio.-LLUIS URÍA
Comida rápida
La principal diferencia entre los horarios laborales de España e Italia es la pausa del mediodía. Los italianos suelen parar entre las 13 y las 14 horas, e incluso las comidas de negocios son mucho más ligeras y breves. En las empresas privadas, muchas de ellas negocios familiares, se trabajan más horas, pero en la Administración pública la jornada es de seis horas o seis horas y media. Los comercios suelen abrir de 9 h a 13 h y de 15,30 h a 19,30 h, aunque el horario varía en los centros comerciales y las zonas turísticas. Y lo normal es cenar entre ocho y ocho y media de la noche, salvo en el sur, donde tienden a hacerlo algo más tarde. En cuanto a las vacaciones, los italianos también son dados a concentrarlas en agosto. Lo normal es disfrutar de 26 días laborables, o de 32 cuando se trabaja los sábados. Claro que las vacaciones escolares son más largas, de principios de junio hasta mediados de septiembre, además de Navidad y Semana Santa. Los niños entran al colegio a las 8,30, comen allí, y salen a las 15 h o las 16 h, según los centros. EUSEBIO VAL
La mañana, a tope
En Manhattan uno puede salir a comprar un iPod o a hacer la compra a las dos de la madrugada y cualquier día de la semana, aunque también hay comercios que cierran a una hora similar a la que lo hacen las tiendas en España. No obstante, la ciudad que nunca duerme, duerme mucho, y las familias cenan pronto para que a las ocho los niños estén durmiendo. Y es que el horario escolar más habitual es de 8,30 a 15,10. En general, la actividad, los actos públicos y las reuniones de trabajo se concentran en las primeras horas de la mañana y apenas se para comer, así que la gente sale antes. De hecho, las funciones teatrales nunca empiezan más tarde de las ocho. FRANCESC PEIRÓN
Más eficientes
Los alemanes se acuestan prácticamente cuando los españoles están empezando a cenar. Irse a dormir a las diez es una práctica habitual, lo cual sorprende menos si se tiene en cuenta que, en invierno, a esa hora ya llevan muchas de noche. Es verdad que también se ponen en marcha un poco antes, aunque la diferencia de horarios por la mañana no es tan acusada. Los niños entran a la escuela a las ocho y sus padres, si trabajan en oficinas, a las nueve. En las fábricas, como ocurre en España, se comienza antes, sobre las siete. Se come sobre las doce y las empresas suelen dar entre 30 y 45 minutos para ello. Es frecuente que en puestos de trabajo administrativos haya una cocina o un lugar para tomar café, y sobre las cinco de la tarde la mayoría ya está de vuelta en casa. Que los alemanes sean más eficientes tiene que ver con un ambiente de trabajo más relajado y racional. Las plantillas están bien calculadas, hay menos estrés, menos abuso laboral, las relaciones están más basadas en la meritocracia y nadie trabaja más de lo que le toca. RAFAEL POCH