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El Park Güell luce el fin de su rehabilitación en soledad

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No hay prisa para conseguir la selfie con una Barcelona de postal de fondo. A María José y Felipe no les gusta la primera foto, así que repiten. A la tercera va la vencida, sin la presión que sintieron hace dos años, cuando estos dos jóvenes ecuatorianos afincados en Madrid visitaron la ciudad junto a unos amigos por primera vez. Por aquel entonces tuvieron que soportar una larga cola bajo el sol para poder hacerse la foto de marras en el banco desde el que todos los turistas quieren inmortalizar su paso por la capital catalana. “Me dicen entonces que llegaría un día en el que estaría así de vacío y no me lo creo, parece otro lugar”, asegura esta pareja de treintañeros que se encuentra en la mitad de un viaje planificado de punta a punta de la geografía española, con inicio en Galicia y meta en Murcia.

Lo explican mientras apenas se cuentan una decena de personas en la gran explanada central del Park Güell, con el banco ondulado revestido de trencadís ideado por Josep Maria Jujol. Tanto este lugar como la Sala Hipóstila que se encuentra justo debajo han sido sometidos a un lavado de cara que los hace brillar como hacía años que no se veía tras una inversión de tres millones de euros. Dos jóvenes francesas quedan embelesadas por el poder de este lugar, donde el revestimiento de las piezas de trencadís ha sido reemplazado en las partes que peor estado presentaba y restaurado donde ha sido posible. “Es muy bello”, balbucean con la mirada perdida en el techo sin acabar de ser conscientes del privilegio que supone estar visitando este espacio sin nadie más alrededor.

Sin aglomeraciones

El aforo permite 1.400 personas por hora pero esa cifra no se alcanza ni en toda la jornada

Xavier Cervera

Xavier Cervera

En algunos lugares del parque da la sensación de que los visitantes están en minoría frente a los controladores, visibles por todas partes con uniforme azul. Entre sus funciones se encuentra la de evitar aglomeraciones si se supera el aforo marcado pero lo cierto es que andan lejos de ese escenario. El límite de aforo vigente permite el acceso a 1.400 personas por hora pero esa cifra no se alcanza ni en toda la jornada durante los días laborables. Solo los sábados y los domingos hay más trajín, llegando a los 3.000 visitantes en todo el día de media, de los cuales 2.000 son vecinos de Barcelona y su área metropolitana y la tercera parte restante, turistas.

Todo ello permite que Magdalena se siente en el banco ondulado con vistas a Barcelona junto a su amiga Angela. No miran hacia la ciudad, sino hacia dentro y recuerdan momentos vividos en este mismo lugar hace exactamente 43 años. Aquel verano, su hijo acababa de nacer. Ella cogió el carro con el niño y salió a dar un paseo por el barrio en el que sigue viviendo, se adentró por un camino rodeado de árboles frondosos y llegó un momento que decidió darse media vuelta. “No había nadie por ningún lado, sentí miedo y me volví a casa”, recuerda con esa sonrisa que siempre llevan asociada los recuerdos entrañables. Aquella soledad de hace 43 años ha venido a su cabeza al ver el parque tan vacío.

Xavier Cervera

Xavier Cervera

El parque del barrio

Dos de cada tres visitantes son vecinos que han hecho suyo el espacio de los turistas

Los momentos del pasado no evitan que Magdalena y Angela anden indignadas por tener que enseñar un carnet cada vez que quieren acceder al parque desde principios de julio, cuando se extendió a las 12 hectáreas del parque el control hasta entonces acotado a la zona monumental. Los vecinos tienen acceso gratis durante todo el día y franjas exclusivas sin turistas hasta las diez de la mañana y a partir de las ocho de la noche, pero eso no convence a Angela: “Todo sigue pensado para los turistas y ahora ya ves, no hay ni uno”. Hasta otoño, ante la falta de turistas, el Ayuntamiento permite entrar gratis al parque con el carnet de las bibliotecas. Para entonces se espera que ya sea visitable la Font Sarva, un espacio al fondo de la Sala Hipóstila que hasta ahora quedaba escondido y al que se le están dando los últimos retoques, con la intención de que pase a ser visitable en cuestión de semanas.