El tedio, según Eugeni d’Ors
Cuando la inspiración viene del virus
Entre el 8 de octubre y el 15 de noviembre de 1918 Eugeni d’ Ors dejó de publicar en La Veu de Catalunya unas glosas dedicadas a grandes personajes que formaban parte de la serie “ La Vall de Josafat”. La causa de la interrupción: la trágica gripe que flagelaba Europa. Enric Jardí en su biografía de Ors dice “que llegó a las puertas de la muerte y parece que, incluso, fue asistido espiritualmente por mosén Clascar”. Una vez recuperado publicó un escrito en que comparaba la gripe al sacrificio de los soldados en los campos de batalla: ¡“Ah! Caer bajo la metralla, cerca de los pliegues de la desplegada bandera!... y no en la penumbra asfixiante, de una alcoba entre dos sábanas sudadas” .
Ors había querido escribir aquel año sobre un tema que le permitiera escaparse de las cuestiones más polémicas, por una parte la guerra europea y de la otra la campaña proautonomía emprendida por la Mancomunitat de Catalunya Pero de golpe la gripe había revolucionado todo el panorama, algo parecido a lo que ha sucedido con ese Covid que ha apagado el procés .
Ors fue un personaje que en muchas etapas de su vida quiso estar en el margen del mundo que lo rodeaba. Se alejó de Catalunya primero y después del régimen franquista, y vivió periodos de ostracismo. También pasó temporadas de aislamiento, como cuando hace estancia por causas desconocidas en el balneario Blancafort de La Garriga, en 1916, que le sirvió para escribir otra serie de glosas publicadas bajo el título de Oceanografía del tedio . Al personaje ficticio, un médico le ha recomendado un confinamiento absoluto: “Prescribo, como única salvación, el tedio. El tedio a rajatabla. Sin atenuaciones, sin matiz: el tedio. No excursión, chaise longue . No conversación, silencio. No lectura, letargo... ¡tanto como sea posible, ni un movimiento, ni un pensamiento!”. La siesta, ver correr las nubes, disfrutar del airecillo que se levanta, ... y “escuchar el ruido de los pasos y los cuatro golpes leves y espaciados de las campanas, oír un chorro de agua, hacer un estiramiento, concentrarse en un pinchazo de dolor o en la rampa que se ha puesto en el pie inmóvil”.
El silencio y la contemplación, opciones que no nos han sido vetadas en el actual confinamiento.