Matrimonio a la dakariana
Nani Roma y Rosa Romero son la pareja más duradera del rally, donde vuelven a coincidir por sexta vez
Siempre está presente, el Dakar, en nuestra casa. Durante el año vamos haciendo nuestras carreras, te entrenas para el Dakar, corres para el Dakar, practicas la navegación pensando en el Dakar, tienes que estar en forma para el Dakar...” Cuando Rosa Romero (47) y Nani Roma (44) se casaron hace más de 20 años, también unían sus vidas al rally. Y con él siguen, juntos, los tres. Son la pareja más duradera del Dakar, el único matrimonio de la carrera –los valencianos Pepe Doménech y Amparo Ausina dejaron de ir–. Nani y Rosa vuelven a coincidir por sexta vez. Él, profesional, en coche; ella, aficionada, en moto.
Los Roma-Romero han hecho del Dakar un estilo de vida. “Sobre todo Nani, que se dedica profesionalmente; toda la familia nos hemos adaptado. Poder correrlo yo también es difícil de gestionar. Pero ya lo tenemos muy estudiado, sabemos cómo organizarnos en casa, para poder marcharnos los dos y que los niños estén bien y no sufran”, explica Rosa, una licenciada en Telecomunicaciones apasionada por el enduro, que sabe de qué va la cosa desde la adolescencia. De hecho, fue en moto como conoció a Nani, en los noventa, “en una salida de pachanga a Torelló, con el grupo de moteros”, recuerda ella. En el 2006, después de mucho convencer al marido, hizo realidad el sueño de correr el Dakar, “que es anterior a conocer a Nani, desde la época que corría Jordi Arcarons”.
Para poder ir al Dakar marido y mujer pactaron dos cosas: que los hijos se quedaran en buenas manos, y que Rosa tuviera un mochilero de confianza, sobre todo para tranquilidad de él.
Dos aspectos resueltos. Los hijos, tres por colocar durante tres semanas, se quedan con las abuelas. La mayor, Abril (19), ya no, porque estudia en Rotterdam. Júlia (13) y Marc (8) se han acostumbrado a que después de Sant Esteve los padres desaparezcan. “A las dos yayas les hemos pagado un fin de semana en Holanda, para ir a ver a Abril, y al menos que estén contentas, ya que les pido un gran esfuerzo. Y cuando hay escuela, mis padres vienen a casa para ocuparse de los pequeños y llevarlos al cole”, explica Rosa.
Con los chicos en buenas manos, faltaba que Rosa también tuviera niñera. Es decir, que no hiciera el rally sola. “Sé que va bien acompañada ( por el mochilero Antonio Ramos). Sin una persona que la siguiera yo no podría hacer el Dakar porque no estaría tranquilo, sufriría demasiado”, admite Roma, que se fía de las habilidades de su mujer, “es prudente y sabe navegar bien”, pero también es consciente de los riesgos de la prueba. Por eso prefiere que Rosa corra con un cojín de seguridad –y de confianza para él– que ha hallado en el Himoinsa Team.
Ya inmersos en la carrera, la convivencia de pareja es inexistente. “Eso de dormir juntos no pasa, ¡eh!”, ríe Rosa. Cada uno descansa en su autocaravana, e incluso encontrarse en el vivac al final de las etapas es complicado.
– De hecho, sólo lo veo cuándo me adelanta con el coche. Yo, con la moto, llego más tarde que él, tengo dos horas para ducharme, hacer el roadbook, comer e ir a dormir y descansar. Nani sabe a qué hora llego, más o menos, y viene a verme...
–Una visita rápida. ‘¿ Cómo te ha ido?, ‘ No corras’, ‘Vigila’, un besito y hasta mañana –aclara él.
– Además, en el Dakar no puedes estar paseando y hablando con la gente –subraya Rosa, que reconoce que sufre más ella–. Conozco el punto kilométrico en el que más o menos me pasarán los coches, y ya estoy pendiente de él. Si no me pasa me empiezo a preocupar.
Correr juntos sería una opción para conjugar la pasión por el Dakar y evitar sufrimiento, pero ninguno de los dos lo ve claro.
– Es difícil un Dakar juntos porque yo en moto ya no me veo. Y en coche, compartiendo cabina, también es complicado porque Rosa se marea mucho, no puede mirar ni el teléfono. Y yo de copiloto no me veo... –descarta Roma.
– Yo no conduzco mucho, y hacer de copiloto me parece increíble, no entiendo cómo pueden leer las notas. Pero correr algún rally pequeño juntos sí que me haría gracia –se esperanza Rosa.
La posibilidad de que otro familiar recorra el Dakar tampoco les entusiasma. Su hijo Marc tiene muchos números: hace dos años que practica motocross y ya le dice a su padre que querría correr el Dakar.
–Espero que cuando él sea mayor, el Dakar haya dejado de hacerse. O que no le guste. No me haría gracia que fuera porque sé cómo es de difícil y de duro, las decepciones que te llevas y lo que cuesta llegar –dice Nani.
La madre tampoco querría. Pero sí que ha animado a un padre y una hija bolivianos a participar, Leonardo y Suany Martínez, la otra familia del Dakar. “El hombre me dijo que su hija quería correr en moto, pero lo veía peligroso. Le dije: ‘Pues ve tú con ella, hacedlo juntos’. Y se han inscrito en quads”.