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La disrupción dentro del cambio

Fernando Trías de Bes Escritor y economista. Profesor asociado de Esade

Supongo que, en toda era, a las personas vivas se les antojaba su época como de grandes cambios y que, comparada con las anteriores, era más rápida y vertiginosa.

En este siglo XXI que llega pronto a su primer cuarto, la cosa es también así. Pero creo que, realmente, las personas que nacimos en la segunda mitad del siglo XX y seguimos vivos, nos ha tocado experimentar más cambios que en cualquier otra era. Y podemos demostrarlo objetivamente simplemente examinando indicadores como el número de patentes, el crecimiento de población mundial, el aumento de la esperanza de vida, la velocidad de transmisión de la información, el volumen de comercio mundial, la creación de energía o la velocidad de transporte.

Desde luego, el fuego, la rueda, la electricidad, el telégrafo, el descubrimiento de América o la penicilina dieron a sus respectivas eras, por poner algunos ejemplos, unos giros copernicanos. Pero ni de largo se observó la aceleración y el crecimiento exponencial de indicadores sociales básicos como los que he mencionado.

Lo que ya supera toda predicción es que, dentro de este cambio estructural, se estén produciendo tantos eventos inesperados. Hay caos dentro del caos. Hay disrupción continuada dentro del cambio estructural. Son relámpagos dentro del huracán. Y se hace muy, pero muy difícil dirigir negocios en esta tesitura.

¿Cómo reaccionamos las personas? Vengo observando que la respuesta más inteligente es aceptar la impredecibilidad actual del mundo. Es como tratar de hacer una previsión barométrica en medio de un tornado. Hay que esperar a que vuelva la calma para que un modelo predictivo pueda acertar mínimamente. Los modelos predicen cuando hay pocas curvas. Y no es que haya curvas, es que estamos subidos a una montaña rusa.

Aceptar la dificultad de predecir obliga a acrecentar y mejorar nuestra capacidad para reaccionar, para responder. Le decía a un grupo de directivos esta semana en Madrid que la capacidad de reacción es más importante que la capacidad de predicción.

No es tiempo de ser listos. Es tiempo de ser rápidos.

La capacidad y velocidad de reacción requiere, a su vez, audacia, intuición y recursos. Son buenos momentos para organizaciones bien dotadas, abiertas al cambio y que en su cultura estén aceptadas, que no necesariamente deban ser justificadas numérica o racionalmente las decisiones.

Les recomiendo las tesis de Charles Peirce, que defendió que la intuición es una forma de pensamiento inductivo con bases lógicas no necesariamente demostrables.