Cuando conté a un amigo que volaba a Menorca para visitar el espacio que la megagalería Hauser & Wirth abrió el año pasado en la Illa del Rei me dijo que había leído mucho sobre esta pequeña isla a unos minutos en ferry del Port de Maó y de la exposición que presentó ahí unos de los artistas del momento, Mark Bradford. Acto seguido me hizo la gran pregunta: ¿pero se trata de una galería o de un centro de arte?
Si no fuera por haber visitado anteriormente otro de los centros que el matrimonio Iwan y Manuela Wirth tiene en Somerset, en plena campiña inglesa, a tres horas en tren de Londres, no habría sabido qué contestarle. Sin embargo, me aventuré a responderle que se trataba de un centro de arte propiedad de una galería. O lo que es lo mismo, una galería comercial que funciona bajo la lógica de un centro artístico.
Y es que entender la idiosincrasia de este proyecto es vislumbrar en buena medida los recónditos caminos por los que se adentra el futuro del galerismo ahora mismo. Galerías que van más allá de programar simples exposiciones comerciales, que trabajan gestionando el talento de los artistas de una forma multidisciplinar, representándolos en todas sus facetas. Proyectos abiertos, globales, pero con fuertes raíces en el territorio donde operan, que hacen de la excelencia su razón de ser. Y en la Illa del Rei lo hacen en un entorno idílico, rodeado de naturaleza y jardines que han cultivado con flora autóctona, ofreciendo al visitante una experiencia única que permite contemplar arte contemporáneo de una forma distinta.
Estos días previos a la inauguración de temporada (el 19 de junio), todavía sin obras en las paredes, se puede apreciar la escrupulosa restauración que hicieron de unos antiguos almacenes de finales del siglo XVIII hoy reconvertidos en salas de exposiciones, mostrando con honestidad las cicatrices y pátinas de estas construcciones en una isla que había servido como hospital. Un equipo liderado por Mar Rescalvo trabaja todo el año en plena complicidad con las entidades culturales y sociales menorquinas para articular un programa donde lo comercial queda casi como una anécdota.
Este paraje, hasta hace poco desconocido, figura hoy como un lugar de visita obligada en las agendas de coleccionistas y profesionales del arte de todo el mundo. Apúntenselo en la suya, porqué la experiencia bien vale la visita.