En la novela de Ernest Hemingway The sun also rises , un personaje pregunta: “¿Y cómo te fuiste a la bancarrota?”. Y otro le responde: “De dos maneras, primero gradualmente, y luego de repente”. Lo mismo ocurre con las grandes crisis financieras, con las quiebras de los bancos, de los fondos de inversión y de los países, y con los efectos del Brexit. Durante un tiempo parece que las cosas pasan a cámara lenta, hasta que un día los acontecimientos se precipitan.
Ha pasado un mes y medio desde que el Reino Unido salió oficialmente de la Unión Europea, y el impacto de la decisión está envuelto en la nebulosa de la pandemia (como era el objetivo del Gobierno de Boris Johnson). El PIB del país perdió un 9,9% en el 2020, pero también han caído espectacularmente los de sus antiguos socios europeos, Estados Unidos, Canadá..., así que no es como para llevarse las manos a la cabeza. Y con un poco de suerte, la delantera en la campaña de vacunación puede hacer que este año la economía británica se recupere con más energía y antes que sus competidores, el tiempo lo dirá.
Pero, ya sea gradualmente o de repente, las cosas que tienen que pasar acaban pasando. Es el caso de la pérdida de negocio por parte de la City de Londres, muy expuesta por la falta de un acuerdo con la Unión Europea para después del Brexit en el terreno de los servicios en general (un 80% del producto interno bruto del país), y de los servicios financieros en particular (un 7%). Londres ha querido reservarse el derecho a cambiar en el futuro las presentes regulaciones, y Bruselas, sin saber hacia dónde va, se resiste a concederle la “equivalencia” para seguir funcionando como hacía hasta ahora.
Durante mes y medio, parecía que no pasaba nada y, de repente, ha estallado la bomba: Amsterdam ha sobrepasado a Londres como principal centro de compraventa de acciones en Europa. En enero, un promedio de 9.200 millones de euros se invirtieron diariamente en la ciudad neerlandesa, en comparación con 8.600 millones de euros en la City de Londres (la mitad que antes del Brexit), debido a que Bruselas exige que todas las transacciones de este tipo en euros se realicen en centros de cambio dentro del territorio de la UE.
Impacto
El dato no afecta al empleo o los beneficios, pero acarrea una gran importancia simbólica
Por el momento, el impacto es más simbólico que otra cosa, el golpe moral de que la City haya dejado de ser el principal mercado de acciones del continente. De competir con Wall Street por la hegemonía global ha pasado a perder incluso la europea. En términos económicos, el impacto sobre puestos de trabajo, las repercusiones fiscales y sobre las partidas de beneficios de las empresas del sector van a ser mínimos, y las operaciones se van a seguir realizando. En el mundo digital, es como trasladar un ordenador de un lugar a otro, solo cambia el entorno.
Pero, pese a ello, la City está preocupada, sobre todo por el aumento de los costes de las transacciones y la posible reducción de liquidez. “Suenan tambores de guerra entre Gran Bretaña y la UE y eso no es bueno para el mundo de las finanzas que, por encima de todo, desea estabilidad”, opina Elvis Marriage, analista de fondos de inversión. “El sector quedó al margen de las negociaciones de un acuerdo comercial, a pesar de que el Reino Unido proporciona anualmente a la UE servicios financieros por valor de 40.000 millones de euros, pero se sobreentendía que, una vez hecho realidad el Brexit, se abordaría el asunto con carácter prioritario para conseguir la equivalencia. Pero ni una parte ni otra parecen interesadas, la cosa va para largo”, añade.
Ya en la segunda mitad del año pasado, durante el periodo de transición del Brexit, los bancos y corredoras de bolsa londinenses habían visto esfumarse la mitad de su volumen de negocios a plazas como Amsterdam (la gran beneficiaria), Frankfurt, París y Dublín. Desde el 1 de enero, el proceso se ha acelerado. La ciudad neerlandesa, además, ha empezado a robar a Londres parte de su cuota de los mercados de deuda soberana y derivadas.
La UE, antes de conceder a la City la equivalencia (presunción de que las regulaciones financieras son a grandes rasgos similares), quiere ver si la Administración Johnson opta por intentar salir de la crisis convirtiendo el país en un paraíso de normas laxas al estilo Singapur, mientras que el primer ministro británico desea reservarse ese derecho, convencido de que le iría mejor si sus servicios financieros (que el año pasado aportaron 150.000 millones de euros a la economía del país) están supervisados por el Tesoro y el Banco de Inglaterra.
Pulso
Londres quiere gozar de libertad y Bruselas necesita saber hacia dónde va el Reino Unido
Precisamente, el director de esta institución, Andrew Bailey, ha advertido de los peligros de una “fragmentación” en el mundo de las finanzas por lo que considera una actitud “irracional” de Bruselas, la negativa a permitir que la City cambie en el futuro sus reglas, una condición que no impone a Wall Street, Brasil, Hong Kong, Australia o Canadá. “Los cambios de moneda, las operaciones en bolsa y las pólizas de seguros pueden resultar más caros para los consumidores a ambos lados del canal de la Mancha”, dice.
La UE está jugando fuerte y no hace concesiones ni sobre la equivalencia de la City ni sobre los controles aduaneros y las tarifas comerciales para que Londres se dé cuenta de que el Brexit tiene al fin y al cabo consecuencias. Más de medio millar de empresas británicas han establecido subsidiarias en los Países Bajos para poder seguir exportando e importando. Muchas otras han dejado ya de hacerlo.