Confinamiento laboral

Confinamiento laboral

La Seguridad Social cerró el ejercicio: sus cifras muestran que, recuperadas gran parte de las pérdidas del segundo trimestre, la situación laboral desde septiembre ha empeorado escasamente. Con todo el debate acerca del impacto de las restricciones, parece sorprendente que los afiliados en España se mantengan, en diciembre, solo un -1,9% por debajo de los del mismo mes de 2019. Algo parecido sucede con el paro registrado, cuyo volumen apenas aumentó un 1% el pasado mes y que, con relación a finales del 2019, ha subido en unas 725.000 personas, una cifra también similar a la de septiembre. Y, finalmente, esa misma percepción de estabilidad emerge con los protegidos por ERTE, que continúan cerca de los 780.000. A la luz de estas cifras, parecería que las medidas adoptadas por las distintas comunidades autónomas desde finales del pasado verano ni son tan severas ni tan perjudiciales.

Buena parte de esta aparente estabilidad depende de los ERTE y, por ahí, no parece que debamos temer: con un gasto medio septiembre-noviembre cercano a los 940 millones/mes, y dado que desde abril hemos gastado unos 14.000 millones de los 23.000 que el SURE europeo nos ha prestado, lo que queda de dicho empréstito, y a un ritmo mensual similar al de los últimos meses, tenemos recursos para más allá de junio.

Si se computaran todos los efectos de la covid la tasa de paro superaría el 22%

Pero no se dejen llevar por el entusiasmo y hagamos algunos números. Primero, caída de los activos: entre el cuarto trimestre de 2019 y el tercero de 2020, salieron del mercado de trabajo unas 260.000 personas que, lógicamente, no figuran en ninguna lista de desempleados; segundo, avance del desempleo: en el mismo período, y según la EPA, los nuevos parados se incrementaron en 530.000; y, finalmente, no hay que olvidar a los asalariados protegidos por ERTE (750.000) o a los autónomos con prestaciones por cese temporal de la actividad (otros 350.000). Sumando aumentos de paro, desanimados y protegidos por los sistemas de soporte de rentas en vigor, el incremento del desempleo real sería próximo a los 2 millones, con lo que el paro real en diciembre debe estar más cerca de los 5 millones que de los 3,9 millones inscritos en las oficinas de desempleo. Es decir, si se computaran todos los efectos de la covid sobre el mercado de trabajo, la tasa de desempleo se encontraría hoy por encima del 22%, superando en más de 8 puntos el 14% que teníamos en el cuarto trimestre de 2019, y muy por encima del 16% que registraba la EPA en septiembre.

Añadan a estos guarismos la destrucción de empresas que ha provocado la pandemia: sólo en el Régimen General de la Seguridad Social, entre noviembre de 2019 y noviembre de 2020, han desaparecido más de 107.000 cuentas de cotización, un volumen que supera el 7% de las existentes a finales del pasado año; unas pérdidas, además, que afectan con particular dureza a las empresas más pequeñas. Las cuentas de cotización de empresas con 1 trabajador han retrocedido más del 10%; un 5% entre 2 y 5 empleados; casi el 6%, entre 6 y 50; y, de 50 a 100, un 4,5%.

En todo caso, un mercado de trabajo congelado o, si lo prefieren, confinado. Por ello es tan delicada la situación actual: tanto por lo que implica hoy como por lo que anticipa para mañana; porque, hasta el verano como mínimo, viviremos esa desazón de desconfinamientos y vuelta a empezar, aguardando una sólida recuperación que, probablemente, no veremos hasta bien entrada la segunda mitad del 2021. Lo dicho: confinados y congelados a la espera del cálido verano turístico. ¿Será así? Así será, si nada se tuerce. Pero, como Murphy nos enseñó, todo es posible.

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