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“Si se cierra el comercio hay riesgo de crisis alimentaria”

Entrevista | Máximo Torero Cullen

La emergencia sanitaria corre el riesgo de convertirse en una emergencia alimentaria en los países en vías de desarrollo sin una ayuda directa y una apertura comercial

Máximo Torero Cullen, en una imagen reciente

FAO / Chalinee Thirasupa

Desde su magnífica sede en Roma, con vistas al antiguo Circo Máximo, la Organización para Alimentación y Agricultura (FAO) es la agencia de las Naciones Unidas que se encarga de vigilar la cadena alimentaria. En esta entrevista, Máximo Torero Cullen, Economista jefe de la FAO, explica cómo el coronavirus ha impactado a este sector tan esencial para los países en vías de desarrollo.

En Europa, salvo en algún día específico y para algún producto en concreto, de momento las estanterías están llenas. ¿Qué ocurre en los países más pobres?

Hay que distinguir. Por ejemplo, con algunos tipos de cereales, como el maíz, el trigo y la soja, tenemos el doble de reservas si se compara con el 2008. Es una situación de relativa abundancia. Hubo algún problema logístico, además del bloqueo durante un tiempo de las exportaciones de arroz de Vietnam, pero por lo general la cadena de suministro no se ha visto alterada, aparte de algún aumento de precio episódico. Hasta el transporte marítimo fluye. El problema está en otro género de alimentos.

¿Cuáles?

Los productos frescos de alto valor, como por ejemplo la fruta tropical. En este caso, la situación es dramática. Primero, hay problemas para conseguir a gente que participe en la recogida, algo que se ha visto también en España, por motivos sanitarios. Segundo, estamos hablando de alimentos perecederos que no se pueden almacenar durante mucho tiempo, con lo que al final se pueden echar a perder. Y tercero, en este apartado se está teniendo un desplome de la demanda. Un restaurante en Euro­pa que antes pedía este tipo de productos ahora está cerrado, con lo que los productores de fruta en los países menos avanzados de un día para otro se han quedado sin clientes y no tienen a quién vender. La consecuencia, al final, es que encima los precios bajan. Y así los ingresos caen.

¿Esta situación de bloqueo se produce en otro tipo de productos?

Con la carne, por las mismas razones expuestas antes. En este caso además se le añade un posible cambio de comportamiento del consumidor, que tiende a identificar el consumo de animales con la infección y la pandemia. En una situación también muy difícil se halla el sector pesquero en los países en desarrollo. Aquí la complejidad es que la mayoría del pescado viajaba a los países ricos en avión, por un tema de conservación. Pero ahora mismo el transporte aéreo está parado y sólo se utiliza para repatriaciones y material sanitario. Añadiría un tercer producto especialmente sensible a la coyuntura de la Covid-19 y es el algodón. En la cadena de valor actual, los consumidores occidentales han reducido de forma drástica sus pedidos y compras en el sector de la moda. Por último hay que señalar la crisis que viven las ventas de flores: la pandemia ha afectado mucho a este mercado y por su naturaleza tampoco hay la posibilidad de almacenar, con lo que la recogida se da por perdida.

En este contexto los precios de algunos alimentos corren el riesgo de caer y de agravar la situación de los pequeños agricultores...

Aquellos países que basan su economía en las exportaciones de carne, uva, mango o manzanas se van a enfrentar a una caída de los precios y en última instancia a un aumen­to del desempleo. También el café va caer.

En apariencia, en zonas como África el coronavirus no ha hecho estragos como en Europa o EE.UU., por lo menos si se miran las cifras...

Es verdad que no hay un confinamiento estricto como se vive por ejemplo en Europa, pero hay que pensar que estamos hablando de sociedades muy distintas. Pongamos un mercado al aire libre. Si se cierra, ¿qué hacemos? Hay muchas personas que viven de su parada y de la venta diaria de sus productos. Sin contar además que estamos hablando de sectores de economía informal y donde apenas hay la posibilidad de recibir ayudas en caso de suspensión de la actividad.

Las previsiones económicas del FMI de esta semana tampoco son buenas para los países en vías de desarrollo. Es una tormenta perfecta.

En cada sector en concreto habría que ver cuál es la situación y cuál es la política más eficaz que se pueda implementar, incluyendo ayudas directas. Tenemos un shock de oferta y de demanda al mismo tiempo. Afecta a todos. Nadie está a salvo. En continentes donde vive una muchedumbre, si se produce una crisis alimentaria muchas personas corren el riesgo de morir de hambre.

¿Si les cuesta a los países menos avanzados vender sus productos a los más ricos, no podrían intentar comercializar más con sus vecinos?

África está impulsando el comercio intrarregional. Pero aquí el problema no son tanto los aranceles cuanto otro tipo de barreras, administrativas, fitosanitarias, burocráticas. La pandemia podría ser la oportunidad para activar este tipo de comercio.

¿Qué le parece la suspensión de la deuda que ha promovido esta semana el G-20?

Es un alivio, pero depende también de la forma que tendrá la recuperación. Parece cada vez más claro que no tendrá forma de V, sino más bien de una U alargada. Esto quiere decir que aplazar el pago supone un ayuda y es algo bueno, pero habrá que ver qué puede ocurrir después, en los próximos meses. Estaría bien que no estuvieran asfixiados por la deuda. En cuanto a la posibilidad de cancelar la deuda en su totalidad, no me parece que se den las condiciones en estos momentos para hacer algo tan radical.

Tampoco cambiar de cultivo y especializarse en algo que tenga mayor salida comercial es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana...

Es que no tiene sentido. Un país se especializa en la actividad en la que tiene ventaja comparativa. Lo que se necesita es trabajar para que se mantenga la apertura comercial, para que después de que esto pase estos países puedan volver a vender sus productos en los mercados. Lamentablemente, la situación antes de la pandemia ya no era buena, debido al aumento del proteccionismo y de las barreras comerciales. Nosotros, desde la FAO, apostamos más bien por un libre comercio que pueda devolver a estos países su prosperidad.