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Jose Luis Escrivá: “El ingreso mínimo vital es una medida estructural, permanente”

Alerta sanitaria

Entrevista al ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones

José Luis Escrivá en la comisión del Pacto de Toledo

Emilia Gutiérrez

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá (Albacete, 1960), ofrece sin ambages una de las visiones más optimistas sobre la salida de la emergencia económica que ha causado la crisis del coronavirus. En una entrevista por videoconferencia, Escrivá confía en las medidas de cobertura social y de la actividad económica que han ido desplegando el Gobierno.

Sobre el ingreso mínimo vital que prepara su ministerio, el vicepresidente Pablo Iglesias dijo hace sólo unos días que podía llegar a 5 millones de beneficiarios. ¿Es posible?

Estamos manejando distintos escenarios, pero hay que tener en cuenta que es una prestación que está diseñada para hogares. Pondrá el énfasis en la renta, pero diferenciará por tipología de hogares: los monoparentales tendrán una prestación más alta y por supuesto, las familias en función del número de hijos. Son variables en las que trabajamos ahora y en calibrar exactamente el conjunto de hogares que van a resultar protegidos.

¿Cuál será el importe aproximado?

En el nivel de diseño en el que estamos en este momento, es todavía un poco prematuro dar cifras. Porque además, aunque estemos trabajando con encuestas, el cruce con datos de la Agencia Tributaria se está haciendo ahora. El ingreso mínimo vital será una medida estructural, indefinida, a diferencia de todas las demás, que son temporales. Será una red de seguridad permanente para los más vulnerables.

¿Y calendario, habrá que esperar mucho?

Lo estamos haciendo lo más prestos posible, pero hay que diseñarla bien. Que no nos pase como en la Comunidad de Madrid, que ha hablado de una prestación para autónomos y ha tenido que darle la vuelta porque no estaba bien diseñada ni bien focalizada, ni bien dotada presupuestariamente. Estas son las cosas que hay que evitar.

El otro día, cuando se conocieron los datos de empleo, llamó la atención su vaticinio de que lo peor ya ha pasado. Hay quien piensa que no necesariamente ha aflorado todo.

No digo que haya aflorado todo, ni mucho menos, pero sí que observo un patrón: una destrucción de empleo muy intensa los primeros días. Después, cuando introducimos los ERTE, el perfil diario de la evolución de destrucción de empleo se desacelera mucho.Y, por otro lado, sabemos que probablemente esos ERTE que pueden proteger a en torno a dos millones de personas. Todavía es difícil saberlo pero podríamos hablar de cifras de esa magnitud. Con esa información, también estamos viendo que la protección por autónomos está funcionando muy bien. Ya estamos en 700.000 peticiones de la nueva prestación por cese de actividad. A diferencia de la crisis anterior, entre los autónomos casi no se está reduciendo el número de afiliados y también el campo está aguantando. Hemos ido protegiendo a las empleadas de hogar… Hemos ido protegiendo determinados colectivos con distintos mecanismos. Pero vemos que los esquemas de protección que no estuvieron disponibles en crisis anteriores, por supuesto, son muy extensos, muy amplios y están funcionando.

Aunque en realidad hayan pasado unos pocos días todavía de este mes, ¿los datos de la Seguridad Social a qué apuntan?

R.Son dos días nada más, no ha cambiado nada.

A la vista de esos datos de la segunda parte del mes de marzo, ¿le sugieren alguna reflexión sobre el futuro en el mercado de trabajo, sobre la reforma laboral?

Hay un problema de dualidad extraordinaria en el mercado de trabajo. Un sector en precariedad, el de los trabajadores con contrato temporal. Y esa es la válvula de escape, de ajuste, y que ahí es donde tenemos que incidir.

¿Ha hecho alguna estimación de adónde llevan los números de la Seguridad Social desde esta hecatombe laboral y económica?

Cualquier cálculo que hagamos está sometido a una incertidumbre considerable, porque desconocemos la duración del período en que tienen que estas prestaciones estar vivas y sosteniendo rentas. No sería correcto avanzar nada.

Si ya estamos hablando de 700.000 autónomos que han pedido la prestación, el otro día habló de 250.000 trabajadores que tienen la baja laboral por coronavirus. Ese impacto sí que lo pueden saber.

Podemos saber el impacto que está teniendo en un periodo concreto, pero la vigencia depende de cuánto tiempo estemos bajo el estado de alarma y en una situación en la que muchos sectores no tienen actividad… Por cierto, las incapacidades temporales se han estabilizado, en el neto de altas y bajas en los últimos días. Y lo lógico es que vaya bajando.

Hay mucha incertidumbre sobre la moratoria en las cotizaciones de las empresas, por la falta del desarrollo reglamentario. ¿Cuál será el criterio para las empresas?

Identificaremos sectores, buscamos los criterios que reflejen el grado de intensidad sobre cómo ha afectado el confinamiento y el parón de actividad. A pesar de que no está cerrado, serán fundamentalmente criterios sectoriales. También tenemos el instrumento de los aplazamientos, que introduce una flexibilidad considerable, en términos de coste, interés y garantías. Entre moratoria y aplazamientos, se va a liberar mucha liquidez.

Las empresas se quejan de que no saben exactamente a qué atenerse.

Cuando oigo estas reflexiones, que son legítimas, creo que no hay una interiorización suficiente del grado de presión sobre la capacidad de las administraciones públicas. La Seguridad Social, el SEPE, están teniendo que elaborar en días decretos ley, que a veces se hacen en meses. Y en condiciones de movilidad limitadas. Pido un poco de comprensión. Estoy viendo lo que se hace en otros países y hay muchos anuncios, hay muchos anuncios, pero después en el BOE van con mucho retraso. Estamos siendo de los más rápidos en producción de normas y en generar certidumbre, en unas condiciones extraordinariamente complejas.

Desde el punto de vista general, ¿cómo definiría el estrés económico del Estado?

Aquí y en cualquier país del mundo, una discontinuidad de la actividad económica tan brusca y tan intensa tiene un impacto fiscal grande. Es difícil hacer una cuantificación precisa en este momento, precisamente por la incertidumbre sobre la duración de la crisis. Pero al mismo tiempo, lo que nos tranquiliza frente a otros episodios es que esto es, por naturaleza, temporal, que tiene tiempos acotados…

Todas la crisis son tempo-
rales.

No, por la naturaleza de la perturbación, es muy específico. En otros crisis, los mecanismos de propagación y transmisión de perturbaciones generan procesos muchísimo más persistentes, donde se van encadenando distintos factores. Por eso la crisis financiera tardó años… Aquí, la perturbación aunque es muy compleja desde el punto de vista sanitario, hay mucha incertidumbre, desde el punto de vista económico es mucho más fácil de entender los contornos de la perturbación. A medida que controlemos la duración de la parte sanitaria, podemos saber el tipo de perfil de recuperación que podemos tener.

Pero, ¿hay peligro de colapso financiero económico del Estado por el desplome de los ingresos y la fuerte necesidad de gasto?

Obviamente, hay que financiarlos con deuda pública, en cantidades importantes. Aquí y en todos los países. Se trata de un salto de la deuda pública, no es un proceso de desequilibrio de las cuentas públicas, como resultado de un exceso de gasto permanente o un debilitamiento estructural de los ingresos por bajada de impuestos. Es algo no recurrente en toda su dimensión y eso permite abordarlo desde el punto de vista de la financiación, de forma más tranquila y clara. Será un esfuerzo importante pero muy concentrado en el tiempo. Y otra ventaja que tiene esta crisis, desde el punto de vista de la financiación es que al final va a ser simétrica para los mercados financieros, no de unas economías frente a otras. y al final vamos a ver una convergencia muy grande.

¿Nuestro nivel de deuda es comparable al de otros países?.

Es como el de Francia, sensiblemente más bajo que el de Portugal, muchísimo más bajo que el de Italia y efectivamente más alto que el de Alemania y Holanda.

Pero la situación ha llevado al presidente del Gobierno, también con el italiano y otros líderes europeos, a poner sobre la mesa la evidencia de que algún tipo de rescate.

No creo que esta aproximación europea de la crisis tenga en ningún caso naturaleza de rescate. Lo que se está planteando es que dado que es una perturbación común, la respuesta tiene que ser del conjunto de la UE. Y para eso hay instrumentos que se han ido diseñando y que se pueden diseñar.

La respuesta de momento es el MEDE, “aquí tenéis el fondo de rescate”...

Yo no lo llamaría fondo de rescate, que se entiende como algo una condicionalidad, con penalizaciones. El MEDE lo que permite es un sistema de financiación a nivel central de una situación como esta, que nos afecta a todos por igual. Esa es la parte del MEDE que es relevante en este caso. Por otro lado, la opción de mutualización de riesgos a través de una emisión conjunta sigue abierta.

Ahora el déficit público ha dejado de ser el criterio dominante? ¿Es posible alcanzar los niveles de la crisis del 2008?

En ningún caso. En la anterior crisis del stock de deuda pública en España se pasó de algo más del 30% al 100%. Son casi 70 puntos. Esta es la dimensión de la crisis y aquí estamos hablando de una extraordinariamente más limitada y acotada en el tiempo. No es absoluto comparable.

Algunas voces hablan de un debate en el seno del Consejo de Ministros, en un primer momento, sobre la estrategia a seguir por la relativa negación en el Ministerio de Economía de la que se nos venía encima en términos económicos.

En ningún caso se ajusta a la realidad que he vivido desde dentro del Gobierno. Hemos abordado esta crisis de forma coordinada y con sintonía en el diagnóstico y la manera de afrontarla. Ante una realidad tan extremadamente compleja, variable y cambiante, es lógico que haya intercambio de opiniones para tomar decisiones.

Hay una percepción pública de que se han conformando dos líneas en el Gobierno, una más cercana a Bruselas y otra más keynesiana, partidaria de un aumento decidido del gasto en déficit. Y a usted le ubicaban en el primer sector para acabar después en el segundo.

Puede haber matices sobre cómo retocar o reajustar una medida. Pero no tiene más recorrido.

¿No hay dos visiones dentro del Gobierno?

En ningún caso.

Han tenido polémicas con las autonomías, como por ejemplo centralizar los fondos de políticas activas de empleo.

Soy un gran defensor, también desde el punto de vista económico, del grado de descentralización de España, pero en una situación excepcional todo debe ser reconsiderado para afrontar la crisis.

¿Y las quejas de los empresarios, de los autónomos?

Nos reunimos semanalmente con los agentes sociales. Estamos haciendo normas en condiciones temporales y circunstancias extraordinarias.

¿Qué opina de las sugerencias de un gobierno de concentración?

El Gobierno funciona bien. No veo ninguna necesidad.

¿Y de la llamada de Pedro Sánchez a reeditar unos pactos de la Moncloa?

El punto aquí es la necesidad de hacer un esfuerzo colectivo. Desde las Administraciones Públicas podemos hacer mucho pero no todo, hay que propiciar la complicidad de todos agentes económicos y sociales y la sociedad en su conjunto en la tarea común de la recuperación.

¿Cómo cree que deben ser los próximos presupuestos?

Es un poco prematuro ahora mismo hablar de esta posibilidad. Necesitamos un punto de arranque y ese punto no existe. Sigue habiendo todavía mucha incertidumbre.

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