Si tuviéramos que buscar un animal responsable del coronavirus, erraríamos apuntando al pangolín, el extraño y al parecer suculento mamífero con escamas. Nos encontramos más bien ante otro animal, un “cisne negro” en la acepción de Nassim Taleb en su libro del mismo título del 2007.
Los cisnes negros, y en este caso la aparición del 2019-nCoV, son eventos impredecibles, de un impacto relevante en la economía, y que, tras suceder, nos empeñamos de forma retrospectiva en explicarlos como si hubieran sido predecibles.
Los sesgos cognitivos de los agentes económicos y los financieros pueden magnificar riesgos
La aparición de un cisne negro más (la historia está plagada de ellos) nos demuestra lo errados que estamos prediciendo con arreglo a lo que creemos saber; en definitiva, lo equivocado de tanta predicción vacua considerando todo lo que desconocemos de lo que puede suceder. En ello, en el sector financiero somos alumnos aventajadísimos.
¿De qué forma este evento impredecible, importante (más de 1.400 fallecidos y 65.000 contagiados) y que querremos explicar retrospectivamente, va a afectar a la economía y a los mercados financieros? Hasta ahora los epidemiólogos dudan de cuál va a ser el alcance final de la expansión del virus. Los referentes son de circunstancias distintas a las actuales. El SARS de 2002-2003 también se originó en China, pero nos da pocas pistas sobre cuál va a ser ahora la afectación económica final, ya que entonces China representaba sólo el 4% del PIB mundial y ahora el 17%. No sólo eso, el mundo está mucho más globalizado y la potencialidad de expansión del virus es mucho mayor. Por ejemplo, el tráfico aéreo se ha casi triplicado desde el 2002 (1.600 millones de viajeros) hasta los 4.500 millones del 2019.
Los efectos directos, si la progresión del contagio se mueve en los parámetros seguidos
hasta ahora, serán la reducción de actividad en China que ya preocupaba por su elevado endeudamiento y frenazo a su crecimiento, y podría perder más de un punto o punto y medio de su PIB, y quizás dos décimas en Occidente, o mucho más si todo empeora. Es inevitable un freno de la actividad en algunos sectores y retrasos en decisiones de inversión o su traslado a medidas preventivas y paliativas (los hospitales se hacen en China en 15 días pero no gratis). Lo sorprendente, dada la incerteza que genera el coronavirus o la cuasi histeria que ha sufrido el MWC hasta su cancelación es el comportamiento de las bolsas. Del 21 al 27 de enero unas bajadas mínimas e incluso subidas desde entonces. Sabemos lo sensibles que son los mercados financieros a lo desconocido y a cualquier riesgo no evaluable. Pues no lo están considerando así y no concuerda en nada con grandes empresas huyendo despavoridas del Mobile. ¿Qué es lo que desconocemos y ha producido esta clara disonancia?
Los sesgos cognitivos de los agentes económicos y los financieros pueden magnificar o minimizar los riesgos y hacer que los cisnes negros sean aún más oscuros o se vuelvan blancos. Lo que no es lógico son unos mercados tranquilos, incluso optimistas, y un evento empresarial cancelado por un sobrepesimismo.