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Jubilación y psicología: ¿Cómo preparar esta nueva etapa?

Deseada por unos y temida por otros, es necesario romper el círculo vicioso que relaciona jubilación con declive

En 2018 se firmaron 330.000 altas de jubilación, una cifra que supone un 6% más que el año anterior y un récord histórico en el número de nuevos pensionistas

En 2018 se firmaron 330.000 altas de jubilación. Esta cifra supone un 6% más que el año anterior y un récord histórico en el número de nuevos pensionistas, según los datos de la Seguridad Social. Son 330.000 personas que un buen día se levantaron y ya no tenían que ir a trabajar. Porque un buen día llega el día (descubre cuándo llegará el tuyo aquí). El esperadísimo retiro laboral tras toda una vida en activo en la que nos preparamos para todo menos para ‘parar’.

La jubilación es, en esencia, una etapa relacionada con la madurez, el descanso y la plenitud, no en vano etimológicamente el término jubilación proviene del latín iubilare (gritar de alegría). Tiempo para tener tiempo. Sin embargo, el cese de la actividad se percibe de manera diferente conforme se avanza hacia ella. Según diversos estudios, el deseo de jubilarse suele ser superior entre las personas de 50 a 60 años que entre las de 64 a 65 años.

El reto pasa justamente por conseguir despojar la jubilación del cliché que la corona como una etapa de declive

En otras palabras, la idea de la jubilación se presume como menos atractiva cuando la llegada de esta etapa es inminente, ¿por qué? Porque trabajar permite a las personas tener un círculo de relaciones más rico, según Xavier Savin, psicólogo experto en Psicología del Trabajo y de las Organizaciones. “Realizar un trabajo implica un horario, un motivo para arreglarnos, nos hace estar mentalmente activos y nos obliga a aprender”, añade.

“La actividad nos reta. Además, implica reconocimiento y distrae nuestros pensamientos”, valora Savin. Son conductas, hábitos y pensamientos construidos y fomentados alrededor de un escenario concreto y constante: el trabajo. Una brújula que ha marcado a diario el camino a seguir, durante décadas. Por eso, inevitablemente, se relacionan ambos mundos y ambos estados. “Lo que en un primer momento parece el mejor escenario termina por convertirse en algo no deseable”, explica. ¿Cómo revertir esta creencia?

La (nueva) jubilación

Según el experto, el reto pasa justamente por conseguir despojar la jubilación del cliché que la corona como una etapa de declive, soledad y ‘fin’. La jubilación es, en definitiva, el cese del trabajo pero no de actividad y ésta, a ser posible, ha de corresponderse con algún talento o hobby. “Si he trabajado de mecánico y una vez jubilado restauro un viejo coche me sentiré mucho más realizado que si me dedico a hacer los trámites que otros evitan”, apunta.

Preparar psicológica y emocionalmente esta etapa y convertirla en un periodo de culminación depende especialmente de no perder el norte. La meta. El cese de la actividad principal remunerada equivale a tiempo que el jubilado ha de saber transformar para no verse ‘secuestrado’ por el mismo tiempo, la sensación de vacío y la ausencia de objetivos. “Marcarse un horario, cuidar nuestra imagen personal y pasar tiempo con gente con la que se comparten intereses son ejemplos de pautas a seguir”, valora Xavier Savin.

El deseo de jubilarse suele ser superior entre las personas de 50 a 60 años que entre las de 64 a 65 años

Otro consejo del experto: dar salida a las fortalezas. “Por ejemplo, asesorar o bien hacer parte de lo que esa persona solía hacer por el simple placer de ver el resultado y compartirlo con quienes le rodean”, apunta. Al final, parafraseando a Sigmund Freud, la salud es “la capacidad de amar y trabajar”. O, como explica Savin en otras palabras: “No tener trabajo (ya sea por estar jubilado o desempleado) no implica perder todos aquellos hábitos beneficiosos para nuestro bienestar”.

Según la Organización Mundial de Salud, de los 350 millones de personas afectadas por la depresión en todo el mundo, más de un 12% son mayores de 65 años. Una cifra que pone de relieve la importancia de preparar emocionalmente esta etapa, clave para muchas personas que tras invertir años de dedicación dejan de percibirse como útiles para la sociedad y su entorno. Una sensación de pérdida que puede derivar en una crisis de autoestima y confianza.

Por el contrario, si una persona es capaz de emplear su ‘nuevo’ tiempo -ganado a pulso durante años- de manera positiva, con nuevos retos, objetivos o intereses, evitará la tristeza, el desánimo, la falta de motivación y la apatía. El aislamiento es, de hecho, la peor receta para una etapa que ha de caracterizarse por el movimiento y la actividad. Un ‘trabajo’ necesario, en definitiva, para luchar contra la imagen estereotipada de la jubilación en la que, en realidad, todo está por hacer.

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