La entrada de Rodrigo Rato en la prisión de Soto del Real por las tarjetas black de Bankia supone poner fin a una época en la que la banca no funcionaba todo lo que bien que debía funcionar. El exvicepresidente del Gobierno y mandamás del FMI ha sido condenado a cuatro años y medio por mantener un entramado de tarjetas opacas a Hacienda, al margen de la contabilidad de la entidad y que se utilizaron para gastos personales a discreción. El propio Rato gastó 99.054 euros con su tarjeta.
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