El mundo ha cambiado y el antiguo no volverá. Ha caído otro muro de Berlín. Las relaciones de fuerza entre los bloques han mutado de forma irreversible. Y ha llegado el momento para Europa de decidir qué quiere ser. Si quiere sobrevivir.
No estamos ante un ciclo, sino ante una nueva era que requiere un cambio de modelo económico
Este es el cuadro con el que los estados miembros del Viejo Continente se enfrentan a este 2025 que ya se puede decir que pasará a la historia. Pol Morillas, director del Cidob, lo resumía recientemente con este concepto. “Durante mucho tiempo parecía que la economía influía en la política. Hoy es lo opuesto: es la política lo que marca la agenda de la economía”. Atrapada entre el resurgir de las autocracias, por un lado, rechazada por su antiguo aliado estadounidense que ahora la considera como un bloque hostil, Europa se ha quedado sola.
La prioridad tiene que ser crecer y, si hace falta, emitir más deuda entre los estados miembros
El continente aún puede ofrecer calidad de vida, patrimonio cultural y Estado de derecho. Para no caer en el pesimismo. Pero para contar en este nuevo orden global tiene que crecer para reducir sus dependencias del exterior. En una palabra, dar un giro de 180 grados al exitoso modelo de los últimos 80 años.
El malestar contra las élites europeas crece: hay que ofrecer una respuesta a la clase media
Hemos preguntado a cuatro reputados expertos de distintos ámbitos económicos cuál es el camino idóneo a seguir. Sven Smit, director del McKinsey Global Institute, considera que “no estamos ante un cambio de ciclo, sino ante una nueva era que puede durar décadas. Si miras a la tecnología, la demografía o el acceso a la energía, ves que todo está cambiando. En cuanto al modelo económico, hemos entrado en la era de la carencia. Vamos cortos de materiales, energía, recursos, comercio. Y esto genera un conflicto multipolar”.
Clara Mattei, ensayista y economista, lamenta que lo único que hará Europa con su plan de rearme es “inflar las ganancias de las empresas armamentísticas, que tendrán una demanda garantizada, a costa de recortes del Estado de bienestar”.
Jeronin Zettlemeyer, director del centro Bruegel, apuesta por la anticipación. “Lo importante para nosotros los europeos es realizar una agenda de reforma e inversión, que existía ya antes de Trump y que debería ser totalmente independiente de Trump. Con esta agenda y con un crecimiento más alto, seremos menos vulnerables a lo que pueda venir de Estados Unidos”.
Por último, John Plassard, analista geopolítico y gestor patrimonial de Mirabaud, señala que “estamos ante una llamada de atención también contra las élites políticas de los últimos años. Mire la foto del pasado G-7: solo permanecen Meloni y Macron. Y a este último tampoco le queda mucho”.

John Plassard, gestor en Mirabaud
“Deuda común europea o nos quedan las migas”
“Se acuerdan de la última vez que Macron fue a hablar con Putin antes de la guerra de Ucrania en una mesa alargada? Era la época del tríptico: Estados Unidos, China y Europa, cada uno con su propia voz. Ahora la dinámica es unívoca: China es el enemigo declarado de EE.UU. Y Europa se queda con las sobras”. John Plassard es gestor en Mirabaud, pero sus análisis geopolíticos son proféticos. “Si los europeos, junto con el Reino Unido, no se activan, no tendrán crecimiento. Solo tendrán las migas”, insiste. Primera consecuencia: todo lo que rodea las ESG y la sostenibilidad tiene un coste administrativo demasiado alto. Hay que priorizar el retorno en la inversión. De ahí el debate: algunos abogan por una deuda común europea. “No estoy seguro de que lo consigamos. Algunos no quieren financiar a compañías zombis. Otros dudan sobre dónde se destinaría este dinero. No podemos limitarnos a comprar tanques. Nosotros, como gestora, invertimos también en consultoras tecnológicas o en el sector de la aviación o en la ciberseguridad, relacionados con la defensa”. Según Plassard, “el problema es que desde que nos obsesionamos con los criterios de Maastricht, los europeos llevamos veinte años sin invertir. Este ha sido nuestro mayor error. Necesitamos crecer, que es la única manera de reembolsar la deuda”. Mientras tanto, la brecha tecnológica con EE.UU. no para de crecer. “Hasta ahora las inversiones europeas en I+D, comparadas con las de Meta o las de los chinos, son ridículas. ¿Cuál es nuestro valor añadido? ¿Plantas de automóviles tradicionales, poco automatizadas, que consumen energía? Los otros bloques ya tienen un plan”. Este experto se detiene en el caso de China. “Hace muchos años que los chinos han dejado de hacer copias baratas. Tienen el objetivo de convertirse en un país autosuficiente en el 2050. ¿Cómo se pretende vender coches eléctricos europeos en China con los avances que han logrado en este sector? Es imposible. Aplicar aranceles al coche chino es un error, ellos vendrán a fabricar aquí y será como tener el lobo en casa”. ¿Y nuestro exaliado EE.UU.? “El sueño de Trump es que casi todo lo que se consume sea producido dentro del país. Es un sueño, pero no es del todo una locura, si consigue desregular y bajar impuestos. Ya lo dijo Bernard Arnault: ¿Por qué no debería invertir en EE.UU.? No creo que realmente Trump considere mucho a los europeos, para él somos la piedra en el zapato”. La receta de Plassard: “Europa está sola y tiene que reorientar su modelo hacia una mayor demanda interna. Y evitar la fuga de capital humano: tenemos escuelas y universidades de primera, pero cuando acaban los estudios, los más brillantes se van a EE.UU.”.

Sven Smit, director del Mc Kinsey Global Institute
"“El problema de Europa no es la falta de dinero, sino de oportunidades”
Para Sven Smit, que desde el McKinsey Global Institute analiza desde hace años las tendencias globales, la política de Donald Trump tiene su lógica. No es del todo un disparate. “Los estados ya no pueden depender del 50% o más de algo, sea gas o paneles solares. Es por un tema de seguridad. Este ha sido el mayor error de los últimos 35 años. Por eso intentarán llevar la producción a sus fronteras, para que sea más rentable. Y así se entiende mejor la política tarifaria de Donald Trump”, comenta. Los derechos de aduana en sí son solo una parte de la película. “Los aranceles sirven para incrementar los ingresos fiscales o también negociar algún tipo de comportamiento. Por ejemplo, ‘si no haces esto, subo las tarifas’. Ya lo vimos con México y la inmigración. En todo caso, creo que cuando hablamos de tarifas es cierto que no hay reprocidad y que hay que introducir algo de equilibrio. Para quien aplica una recarga, puede haber daño a corto plazo, pero a largo... ya estamos viendo muchos anuncios de inversiones en EE.UU. La estrategia de Trump puede funcionar”. Ya, pero ¿y la inflación? “Pero las importaciones tan solo suponen entre el 10% y el 15% de la economía. Y las empresas pueden en parte absorberlo en sus márgenes”. En este contexto, ¿es adecuado el plan de rearme europeo? Para Smit, “el problema de Europa no es el dinero o la financiación. Los mercados de capitales son grandes y van allí donde ven oportunidades. Y los datos dicen que el retorno de la inversión es un 3,8% superior en EE.UU. respecto a Europa. Le pongo un ejemplo: la Agencia Europa del Medicamento es rápida al aprobar, pero luego la introducción en cada mercado nacional es lentísima. Aún hay demasiada burocracia. Otro ejemplo: se necesitan semiconductores todos los días. Hay que producir sábado y domingo sin una norma laboral que lo bloquee. También se requiere más consolidación empresarial para acceder a más capital. No tiene sentido que en Europa haya un centenar de empresas de telecomunicaciones porque cada país quiere tener la propia”. El experto de McKinsey concluye que Europa necesita más liberalización y menos regulación. “Ya lo decía la canción de Sting: ‘si amas a alguien, libéralo [if you love somebody set them free]’. Tal vez Europa consiga remontar. Pero a largo plazo, lo que me hace ser pesimista es la baja tasa de fertilidad”.

Clara E. Mattei
Autora del libro “El orden del Capital”, Universidad de Tusla (EE.UU,)
Esta italiana residente en Estados Unidos es aclamada por los liberales pese a su discurso radical de reivindicación de clase. “El plan de inversiones y de rearme europeo va a suponer una aceleración de la austeridad que tanto daño ha hecho en otras ocasiones. Hay un malentendido sobre este concepto. La gente piensa que si Europa elimina el techo de gasto ya no habrá austeridad. Es lo contrario. Porque con la finalidad de incrementar la partida de defensa, los estados europeos van a desmantelar el Estado de bienestar. Y, por lo tanto, transferirán la riqueza de los trabajadores a los pocos inversores que viven con las rentas del capital”. Para Mattei, la apuesta por las armas es una estrategia para perpetuar a la élite en el poder. “El plan es: ‘vamos a rebajar el poder contractual de los trabajadores y, en cambio, vamos a promover la privatización del sector militar industrial’, que es gravísimo, porque la consecuencia será inflar los beneficios estratosféricos de estas corporaciones, que se van a disparar en bolsa. La austeridad no es gastar menos, es gastar a favor del sector privado”. La vía europea en esta nueva era, al final, según ella, no es muy distinta de la vía estadounidense. “En el fondo, se le pide a Bruselas que se acerque al modelo económico norteamericano. Tiene su lógica capitalista: porque si inviertes en lo social, luego las personas se organizan entre ellas y ya no quieren estar subordinadas al capital. Se repite que Europa es un baluarte de la democracia contra las autocracias. Pero nuestro sistema económico es fuertemente antidemocrático”. Para Mattei, esta estrategia obedece a un plan político. “Una de las consecuencias de esta estrategia es que la extrema derecha se va a consolidar en Europa. De hecho, en mi libro demostré cómo Mussolini basó su poder en la austeridad y en la represión de los trabajadores del campo y de la industria que aspiraban a más autogobierno y autonomía. La austeridad no sirve para sanear las cuentas, sino para debilitar a la clase trabajadora, que como reacción, acaba culpando a los inmigrantes y esto, a su vez, alimenta el resurgir de los regímenes autoritarios ”. Por todo ello, es escéptica sobre las intenciones de la Comisión. “Bruselas aparta a las personas de las decisiones económicas. Ya ocurre con el Banco Central Europeo (BCE). No hay nada espontáneo en el capitalismo. La UE ha nacido con la idea de mantener un control tecnocrático de la gestión económica. No podemos delegar en la Comisión que lidere esta transformación porque no tiene interés. Creo que habría que replantear la manera en que producimos y distribuimos los recursos hacia un mayor cooperativismo. O este capitalismo nos llevará a la autodestrucción”.

Jeromin Zettelmeyer, director del ‘think tank’ Bruegel en Bruselas
“Podemos ser líderes de una tercera vía”
Dirige uno de los centros de pensamiento europeos más prestigiosos, el Bruegel de Bruselas. Estuvo hace unos días en Barcelona invitado por el Cidob, en el marco de una reunión a puerta cerrada sobre la estrategia económica europea tras las elecciones de EE.UU. De entrada manda un mensaje claro: “El gasto en defensa tiene un efecto multiplicador de 0,6 y a largo plazo tiene un impacto positivo sobre la tecnología”. La incógnita es dónde se va a conseguir el dinero para ello. Habría que respetar unas condiciones. “Tendría que ser un aumento de gasto transitorio, que tenga un impacto mínimo en la sostenibilidad de la deuda y que suponga un ajuste pequeño de las partidas destinadas a otras categorías. Para ello es necesario dar un poco más de margen a los países más endeudados, como los del sur de Europa. Obviamente, dependerá también del juicio de los mercados”. Y sin olvidarnos –advierte– de preservar nuestras industrias tradicionales, como la automoción, la metalurgia, el papel o el vidrio. “Lo contrario sería algo socialmente inasumible”. Según Zettelmeyer, esto supone el mayor desafío político. “Hay fuerzas políticas que se resisten a más integración europea, pero frente a la coerción económica de China o Estados Unidos y la amenaza de Putin, también la derecha aceptaría este reto. La necesidad de defendernos puede acabar reconduciendo el euroescepticismo”. En cuanto al mantra de que Europa tiene que desregular, Zettelmeyer introduce un matiz. “Es importante mantener estándares para descarbonizar, proteger el medioambiente, evitar fallos de mercado. El Estado de derecho ha de proteger al ciudadano de un Estado arbitrario, mientras que la regulación protege a la ciudadanía de las consecuencias negativas de las fuerzas económicas”. Este experto insiste en transmitir un mensaje positivo: “Europa, quizás por primera vez, se va a desprender de EE.UU. y, por otra parte, seguimos aplicando reglas de comercio que, en general, favorecen a los estados más débiles, en contra de la ley de la jungla del presidente Trump. Esto puede hacer de Europa un bloque muy atractivo para el Sur Global, aquellos países no alineados que no quieren decantarse ni por EE.UU. ni por China”.