La próxima recesión de EE.UU.

Las claves del poder

Los mercados dan por hecho que Estados Unidos entrará en una nueva recesión que arrastrará a la economía mundial. Para muchos es la consecuencia de la guerra comercial iniciada por Donald Trump con su política arancelaria. Pero todas las “ocurrencias” del presidente son parte de una política económica meticulosamente elaborada para evitar una crisis de deuda que arrastraría al mundo a una gran depresión.

La administración demócrata presidida por Joe Biden se enfrentó a la recesión provocada por la epidemia de la covid aplicando una política keynesiana, como hicieron la mayor parte de los países desarrollados. La consecuencia fue un nivel de deuda pública mundial muy elevado. Según ha advertido el Fondo Monetario Internacional (FMI) la deuda supera los 100 billones de dólares, lo que equivale al 93% del producto interior bruto (PIB) global. Esta cifra seguirá aumentando durante el resto de la década hasta el crac.

Estrategia

EE.UU. tiene que evitar una crisis de deuda, por eso saca la motosierra, impone aranceles a los países con los que tiene déficit comercial y acabará con la OTAN

Estados Unidos adeuda cerca de 35 billones de dólares, lo que representa el 124% de su PIB, frente al 84% de China, a la que por cierto debe una buena parte. El problema no es solo su volumen, sino su ritmo de crecimiento. Lo que mata no es la bala, sino la velocidad que lleva.

Para la mayoría de los norteamericanos era necesario decir “¡basta ya!”. No están dispuestos a que una dictadura comunista les gane la partida. De no intervenir con rotundidad, en menos de una década China se convertiría en la potencia hegemónica del mundo y lideraría la revolución digital que está en marcha. Esto significaría que serían los chinos quienes impondrían sus valores, su forma de vida y sus criterios al resto de los países.

U.S. President Donald Trump meets NATO Secretary General Mark Rutte, in the Oval Office at the White House in Washington, D.C., U.S., March 13, 2025. REUTERS/Evelyn Hockstein
Evelyn Hockstein / Reuters

Ante todo, los americanos saben que hay que evitar por todos los medios una crisis de deuda. Para esto es imprescindible sacar la motosierra: cortar todo lo que cueste dinero y potenciar los ingresos. En primer lugar, imponer aranceles a los países con quienes tuviesen déficit comercial. El objetivo es evitar la fuga de capitales, captar capital extranjero y potenciar la producción norteamericana.

El segundo paso es terminar con las guerras de Ucrania y de Oriente Medio, que son una auténtica sangría para el Tesoro de EE.UU. Además, la paz permitirá restablecer las relaciones comerciales con Rusia, de la que se pueden obtener valiosos recursos naturales y desarrollar con ella un mercado muy atractivo en un momento en que Europa ha decidido mantener el telón de acero. Sin olvidar que al mismo tiempo se evita que Putin se eche en brazos de China, como estaba pasando con la administración Biden.

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El partido de la guerra

Mariano Guindal
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Una vez resuelta la guerra de Ucrania, ya se podrá acabar con la OTAN y las bases militares, como dice Elon Musk. La Alianza Atlántica fue creada para defenderse de la Unión Soviética, de los comunistas y del Pacto de Varsovia. Ya no existe nada de eso. Es una alianza de otros tiempos que no tiene sentido en el siglo XXI y Estados Unidos se puede ahorrar mucho dinero al suprimirla.

Si Europa quiere estar defendida, pues que renuncie al Estado del Bienestar, así lo han hecho EE.UU. y China, y que construya un ejército propio, se dice en los pasillos de la Casa Blanca. Y dado que los europeos no tienen la capacidad de fabricar ni armas ni tecnología, tendrán que seguir comprando a EE.UU. el 63% de su armamento, lo que representa unos ingresos muy sustanciales. Todo son ventajas, naturalmente para ellos.

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