La computación en la nube –una brillante metáfora– lleva años en el lenguaje cotidiano, pero nunca ha conquistado cumbres de notoriedad comparables a las de la inteligencia artificial en los últimos tiempos. Aun así, Isaac Hernández, director general de Google Cloud en España y Portugal, niega que se trate de una dicotomía: “La nube es hoy más relevante que nunca y tiene por delante un largo recorrido que se debe, en gran parte, a la IA, que ha provocado un tirón de la demanda. En nuestro caso, nos ha llevado a multiplicar la inversión en infraestructura, 75.000 millones de dólares previstos este año en todo el mundo” (en el 2024 fueron 52.000 millones).
En Iberia, la región que Hernández dirige desde hace once años, el ejercicio pasado fue el mejor de su historia y la cartera de contratos –subraya– le garantiza mantener ese crecimiento durante el resto de la década. Sus principales clientes son los bancos, seguidos por las operadoras de telecomunicaciones y el comercio minorista, etcétera. No es un panorama muy distinto al de otras regiones, salvo por un rasgo que en el 2025 puede ser relevante: “Por fin hemos empezado a tener mucha tracción en las administraciones públicas, tanto en Portugal como en España, que inicialmente habían sido tímidas en su acercamiento a la nube”.
La banca es el primer cliente de la firma, pero los órganos públicos están creciendo
Frente al monolitismo del modelo original de la nube, los grandes proveedores –Google Cloud entre ellos– se han flexibilizado hasta asimilar la hibridez que parecía ir en su contra. Hernández hilvana tres mensajes. Uno es el apoyo a la migración de cargas (datos y aplicaciones) que sean relevantes in situ para los clientes, “principalmente las de Oracle, SAP y VMware, que colectivamente suman una cuota muy alta del mercado”. Otro bloque ofrece desplegar la tecnología de Google en los centros de datos del cliente, con hardware certificado y gestión automatizada. En este caso, la compañía se apunta a la corriente de soberanía digital, que está siendo muy bien recibida en contextos críticos y gubernamentales. “Nos parece perfectamente normal que el dato esté donde el cliente quiere que esté, en la geografía europea o en la nacional si fuera menester”. Cita como ejemplo de nube soberana construida por Google Cloud del servicio 112 en Canarias, a cuyas claves criptográficas la compañía no puede acceder.
La sombra de la IA está presente desde el inicio de la entrevista. Google Cloud ha anunciado la incorporación gratuita de sus soluciones Gemini a la versión de software Workspace más vendida. Hernández no deja pasar la ocasión de apuntar que “es una estrategia muy diferente a las de quienes cobran 30 dólares incrementales al mes por usuario”. El precio de la IA generativa para las empresas está bajando y esta es la tendencia.
El gusto por las experiencias de conversación oculta el potencial de la IA
“Porque al cliente, lo único que le importa es la inferencia: pagará en función del uso que haga de los modelos, con independencia de lo que nosotros u otro proveedor hayamos invertido en entrenar el sistema. Al menos en Google Cloud lo consideramos un coste hundido y también nuestros beneficios vendrán por la inferencia”.
Es notorio que la IA ha ganado rápidamente popularidad –la prensa ayuda bastante–, pero flotan dudas acerca de su adopción por las empresas más allá de los pilotos y pruebasdeconcepto antes de tomar una decisión. “Lo que dice depende de los perfiles, pero es muy cierto que abunda la gente obnubilada por las experiencias conversacionales que tarda en descubrir que la verdadera riqueza de la IA está en la capacidad de rediseñar los procesos corporativos. Ojalá todos la usaran para eso. La verdad es que algunas promesas de mejoras de productividad de hasta un 30% no se han cumplido... todavía”.